La Pequeña Comisión

Todos hemos oído de la Gran Comisión; el último mandato de Jesús para Sus discípulos: “Id, y haced discípulos a todas las naciones…” (Mateo 28:19). Muchos han sido constreñidos por este mandamiento. Pero muchos otros, aunque lo conocen, no reaccionan igual — al menos no en forma directa. Para ellos, la Gran Comisión es abrumadora, perpleja, o un “llamado” para alguien más. El lamentable resultado es que la comisión de Jesús no se cumple en muchos creyentes. Quizá usted se identifique con esto.

Una comisión es definida como una “instrucción, orden, o tarea dada a una persona, o grupo de personas.” La comisión de Jesús se define de esa manera. Ciertamente ésta no fue dirigida a un grupo élite, sino a todos aquellos que le reconocen como Salvador y le siguen como Señor. Además, no es una tarea desconcertante ni una hazaña física. Ir a las naciones es tan simple como ir a tocar la puerta del vecino. ¿Por qué, entonces, muchos de nosotros encontramos Su comisión más allá de nuestro alcance o llamamiento?

Probablemente hayan tantas respuestas como discípulos, sin embargo, he estado contemplando una posibilidad desde el mismo contexto en el cual la Gran Comisión fue originalmente indicada. En nuestra urgencia por alcanzar la esencia de la instrucción de Jesús, típicamente corremos sobrepasando la humilde instrucción que Él dio primero. Todos conocemos la Gran Comisión, pero ¿recordamos la pequeña comisión que dio inicio a todo esto?

Quizá si estuviésemos más atentos a la primera, estaríamos mejor preparados para la segunda.

De regreso a Galilea

De acuerdo al relato de Mateo, antes que Jesús expresara Su Comisión, Él primero llamó a Sus discípulos hacia Sí mismo. Los versos justo antes de sus últimas palabras proveen el contexto más amplio:

Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:16-18).

Aquí Jesús reorienta a Sus once discípulos restantes. Esta reorientación no es más que el paso de muerte a vida — ¡Su Vida! Nada tendría éxito sin esto. De modo que llamó a Sus seguidores a un lugar especial, hacia una montaña especifica en Galilea. Ellos sabían dónde encontrarlo, pero tenían que dejar ese previo lugar y partir. Esta es la pequeña comisión, aunque no es insignificante. Todo depende de ello.

Jesús dio sus instrucciones importantes justo antes de Su crucifixión. Después de la Cena, al salir al Monte de los Olivos para orar, Jesús les habló a los discípulos de Su muerte, los insultos, y la inimaginable consecuencia: “Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea” (26:32). Las buenas nuevas de la resurrección siempre estuvieron allí frente a una terrible cruz todo el tiempo.

Pero qué tan pronto se olvidaron los discípulos de la pequeña comisión. ¿Podemos culparlos? El ineludible e implacable trauma de la muerte tiende a hacer esto.

Tres días después, cargados y entristecidos por la pérdida de Jesús mediante una brutal y vergonzosa crucifixión, se les hace un recordatorio nuevamente de su pequeña comisión. Cuando María y las otras mujeres fueron al sepulcro esperando ungir al “crucificado,” ellas encuentran un sepulcro vacío — y un ángel — presente. Mientras veían hacia abajo, hacia la muerte, el mensajero celestial les señala hacia arriba y les dio una pequeña comisión para ellas: “E id pronto y decid a Sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (28:7).

Las mujeres corrieron — y encontraron a Jesús. Ellas le adoraron, como los discípulos lo harían, puesto que ese es el resultado de encontrar la Resurrección. Si una no era suficiente, Jesús les recuerda nuevamente de su comisión para que le recordaran a Sus discípulos la de ellos: “No temáis, id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán” (v. 10).

“Id, dad las nuevas” la pequeña comisión de las mujeres anticipó la gran comisión. ¿Por qué a las mujeres se les dio esto dos veces? Quizá, así como los hombres, ellas eran olvidadizas. Tampoco las podemos culpar. ¿Quién recordaría las palabras de Jesús antes de Su muerte y luego creer en la resurrección? La dura y adormecedora realidad del aguijón de la muerte es potente. ¿Quién puede resistirla? Esa es la razón por la cual se requiere de un encuentro sobrenatural. Tanto el ángel como Jesús les dijeron a las mujeres que no temieran. La resurrección es impactante. Es un desafío mundial y una alteración mundial. La muerte es confiable. La resurrección lo cambia todo.

Por supuesto, las mujeres temieron. La muerte es un hábito familiar, pero su poder debe quebrantarse, y sólo el resucitado revelado podría reorientarlos de la muerte a la vida. Sólo el Resucitado podría inducir a la adoración necesaria para arrojar los grilletes de la muerte que limitaban, tanto la imaginación como las acciones de ellos. Dejando la muerte atrás, las mujeres corrieron en el poder de la resurrección a dar las buenas nuevas a los discípulos.

A la montaña

Las mujeres siguieron sus instrucciones, y lo mismo hicieron los hombres. Ellos llegaron a Galilea a un monte en particular. Lo más importante, se allegaron a una persona en particular: la Resurrección y la Vida. Ellos vieron. Adoraron. Aprendieron. Toda autoridad y poder en el cielo y en la tierra, incluyendo la muerte misma, le pertenecen a Él.

La pequeña comisión de venir a Jesús no era para que Sus seguidores pudieran obtener la Gran Comisión. Primero, fue así para que ellos pudieran entender quién es Él y cómo ellos realizarían todo aquello que Él les enviaría a hacer. Segundo, fue así para reorientarlos respecto al reino práctico y realístico de la muerte, hacia el reino sobrenatural y transformador de la resurrección. La pequeña comisión de venir al monte a ver y adorar, los preparó para la Gran Comisión. Le enseñó a Él, antes que a ellosque la suficiencia de ellos no estaba en ellos mismos, sino en ¡el Cristo resucitado!

¿Qué mejor lugar que un monte para que Jesús se revelara a Sí mismo para reorientar la vida de Sus seguidores en la adoración de la resurrección, y en el servicio hacia Él? La montaña es un detalle importante en el Evangelio de Mateo. En un monte alto Jesús apartó la última tentación de Satanás antes de comenzar Su ministerio, y también allí fue revelada Su gloria en la transfiguración (4:8; 17:1). Sobre una montaña cerca del mar de Galilea, Jesús se retiró a solas para orar, y allí fueron sanadas y asombradas las multitudes de la llegada del reino de Dios (14:23; 15:29).

Lo más significante, llamar a Sus discípulos a una montaña específica al final del Evangelio, los trajo a un círculo completo marcado desde el comienzo de su discipulado con el Maestro: “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él Sus discípulos” (5:1). La Gran Comisión de hacer discípulos de todas las naciones — bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, y que les enseñaran a obedecer todo lo que Jesús había enseñado — fue dado en un contexto similar al del Sermón del Monte. Allí fue donde ellos aprendieron lo que significaba ser un discípulo fiel al Señor Jesús (Mateo 5-7).

Ahora, en este lugar, en esta montaña al otro lado de la cruz, del sepulcro y resurrección, ellos no sólo llegarían a ser discípulos del Rey que ellos estaban destinados a ser, sino que también voltearon el mundo al revés al hacer discípulos de todas las naciones para Su reino venidero. Ellos triunfarían en esto, sólo porque pusieron atención a la pequeña comisión y vinieron a adorar y aprender que Jesús es todo en todo.

Yendo a Jesús

Si la Gran Comisión es para todos los discípulos de Jesús, en todos los tiempos y todos los lugares, entonces quizá la pequeña comisión sea para nosotros también. Si los once discípulos necesitaron la primera para poder realizar la segunda, ¿no será igual con nosotros? Si Jesús dijo, “Ven a mí” antes de decir, “Id,” quizá debiéramos oír Su llamado a seguirlo a la montaña. Si algunos dudaron en ese entonces, necesitando reafirmar la resurrección de Jesús, entonces quizá algunos necesiten lo mismo hoy. Sea cual sea nuestro nivel de confianza, probablemente todos necesitemos venir nuevamente a Él y ser reorientados y renovados en el poder de Su resurrección.

¿Estamos nosotros menos desorientados y abatidos de lo que estuvieron aquellos discípulos o las mujeres por todas las formas en que la muerte lleva cautivos nuestros corazones y manos? No lo creo. Aquellos que nos detenemos en incertidumbre ante la Gran Comisión, o nos lanzamos ambiciosamente, debemos regresar a la pequeña comisión. Porque regresar a Jesús es dejar atrás lo que el mundo ofrece, junto con todas nuestra mejores ideas y esfuerzos. Regresar a la montaña del Resucitado es ver, adorar, y ser transformado.

En la pequeña comisión de Jesús nos preparamos para su Gran Comisión. En nuestra fidelidad a la primera, encontramos éxito en la segunda. Porque ¿cómo podemos no compartir a Aquel que ha destruido la muerte y es nuestra vida, y la vida misma?

Así que, antes de salir, vaya a Él.

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Jason Overman is Editor of Publications of the Bible Advocate Press. After 24 years in the publishing industry (in sales and management) with the Harrison Daily Times, Jason left his general manager’s position to join the BAP family in 2015. He has served in ministry for 30 years and currently pastors the Church of God (Seventh Day) in Jasper, Arkansas, with his wife, Stephanie, and two children, Tabitha and Isaac. Jason enjoys spending time with family and friends, traveling, reading theology, playing his guitar, and taking in the beautiful Ozark Mountains he calls home.

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