El Evangelio según Isaías

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Los cristianos, con mucha razón, dan énfasis al Nuevo Testamento como su principal fuente de doctrina y su guía para la vida cotidiana. Los cuatro evangelios describen claramente la vida, muerte y resurrección de Jesús y establecen un patrón para que los discípulos en cada generación lo sigan. Las epístolas así como los libros de Hechos y Revelación, proporcionan información e instrucciones adicionales.

Pero tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento componen la Palabra de Dios, y ambos contienen revelación divina y amonestación para aquellos que reconocen a Jesucristo como su Salvador y Señor, y que buscan vivir en comunión con Él.

Dispersos a lo largo de los Salmos y los Profetas se encuentran decenas de referencias a la encarnación de Jesús y lo que Él logrará tanto en el tiempo como en la eternidad. Pero en ninguna parte del Antiguo Testamento se explican más claramente las buenas nuevas de salvación que en la profecía de Isaías. Algunos eligen llamarlo el evangelio según Isaías.

Una de las citas más conocidas que George F. Handel incluyó en su famosa declamación Mesías, dice: “Por lo tanto, el Señor mismo te dará una señal: la virgen concebirá y dará a luz a un hijo, y lo llamará Emmanuel [Dios con nosotros]” (7:14). Escrito casi siete siglos y medio antes del nacimiento de Jesús, este texto habla inequívocamente y con certeza de la Encarnación.

Juan el Bautista, el principal precursor de Cristo también se encuentra en Isaías 40:3-5: “Una voz proclama: ‘Preparen en el desierto un camino para el Señor; enderecen en la estepa un sendero para nuestro Dios. Que se levanten todos los valles, y se allanen todos los montes y colinas. Entonces se revelará toda la gloria del Señor. . . .”’

Al comienzo de Su ministerio terrenal el mismo Jesús llamó la atención a la profecía de Isaías. En su Evangelio, Lucas (4:16ss) cuenta que Jesús fue a la sinagoga en Nazaret y leyó del rollo del profeta Isaías:

El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor. (Isaías 61:1, 2).

Entonces Jesús no dejó ninguna duda de que la profecía se refería a Él: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21).

El maltrato y rechazo de Jesús es anunciado en Isaías 53:3: “Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos”.

La imagen algo confusa pero precisa se completa con la referencia de Isaías a la Crucifixión: “Ciertamente Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores. . .Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre Él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a Sus heridas fuimos sanados (Isaías 53:4, 5)

 

Gracias a Dios por el Nuevo Testamento. Este señala claramente el camino de la salvación a través de la fe en Cristo crucificado, y resucitado. Pero también agradezca a Dios por el mensaje consistente del evangelio presentado de manera tan dramática y directa en el Antiguo Testamento, y particularmente en el evangelio según Isaías.

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