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Mientras Esperamos

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Los hijos de Dios reciben preciosas promesas sobre el futuro. Se nos promete un lugar eterno (Juan 14:2-4), puertas de perla y calles de oro (Apocalipsis 21:21), un río cristalino que sale del trono de Dios (22:1), árboles frutales con hojas de curación (v. 2), reuniones familiares (1 Tesalonicenses 4:13-18) y, lo más esperado, morar con Dios Todopoderoso en un cielo nuevo y una tierra nueva para siempre (1 Reyes 8:30; Apocalipsis 21:3, 22).

Este hogar eterno es el destino que anhelan los creyentes. Cristo nos llama a venir y ver nuestro glorioso futuro con Él. Sin embargo, hasta que Su glorioso reino se establezca en la tierra, ¿cómo viviremos mientras tanto? Todo el capítulo de 1 Tesalonicenses 4 nos dice cómo: Vivimos para agradar a Dios.

Pero, oh, cómo nos quedamos cortos ante los problemas de la vida, las tentaciones y el desprecio cada vez más descarado hacia la autoridad y la virtud en nuestra cultura. No obstante, anímense, queridos cristianos. Vengan y vean su futuro en Cristo mientras siguen Sus instrucciones. El elocuente discurso de Pablo en 1 Tesalonicenses 4 insta a los creyentes a elevar su vida aún “más y más” para la gloria de Dios:

Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús (vv. 1, 2).

Amor y sexo

Pablo continúa nombrando dos áreas específicas, que al vivir para Cristo, quizá necesiten “lijarse” para ser corregidas: la conducta sexual y el amor fraternal. Aunque el sexo es un asunto muy personal, Pablo observa comportamientos en la iglesia de Tesalónica que no honraban a Dios. La inmoralidad sexual no es muy diferente hoy en día que en la antigüedad, y es por eso que Pablo habla con tanta firmeza acerca de practicar el autocontrol: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo” (vv. 7, 8).

De manera similar, el Espíritu Santo nos muestra que amar a los demás más que a nosotros mismos produce una vida santa, fructífera y justa, que agrada inmensamente a Dios. Pablo se complace en elogiar a su audiencia por su amor fraternal en toda Macedonia y, por lo tanto, reitera la petición que hizo antes: “Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más” (v. 10).

Su súplica resuena entre los creyentes a lo largo de los siglos. ¿Cómo mostrarán el amor fraternal en su comunidad, ciudad natal, vecindario o pueblo? ¿Tocando puertas? Sorprendentemente, no. Pablo dice que los creyentes muestran amor llevando una vida tranquila, ocupándose de sus propios asuntos y trabajando con sus manos.

La pasión de Pablo declara que debemos practicar una vida justa, pacífica y santa porque la venida del Señor está más cerca hoy que nunca. ¿Cómo podemos leer 1 Tesalonicenses 4 sin sentirnos animados a ser lo mejor que podamos ser para la gloria de Dios, para nuestro futuro prometido y para el futuro de otros que quizás vengan a Cristo debido a nuestra influencia piadosa?

Poder para la vida

Influido por el poder de la resurrección de Jesús, Pablo asegura a los creyentes comprometidos que tendrán vida eterna, una vida que es más de lo que podríamos esperar o imaginar. ¡Vengan y compruébenlo! “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él” (Romanos 6:5, 6). Nuestros pecados fueron sepultados con Jesús cuando creímos por primera vez. Por lo tanto, a Su semejanza, podemos esperar la vida de resurrección con Él, ahora y para siempre. Ya no estamos esclavizados al pecado, sino que estamos vivos en Cristo Jesús a través de Su vida de resurrección.

En la oración del Padrenuestro pedimos: “Venga tu reino” (Mateo 6:10). ¿Sabías que el reino de Dios está dentro de tí si has dejado que Jesús sea tu Señor? Sí, el dominio está representado por el Espíritu Santo. Él nos guía, nos consuela y nos recuerda lo que Jesús enseñó (Juan 14:26). También nos da poder para vivir cada día para Él.

La vida futura

Juan el Revelador nos dice que toda nuestra vida de justicia en la tierra dará sus frutos un día. Habrá un cielo y una tierra nueva (21:1) con una belleza y una alegría impresionantes como en una celebración nupcial (v. 2).

Entonces Juan oyó una gran voz que decía: ¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios (v. 3, NVI). Juan añade a nuestra alegría: Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir (v. 4, NVI). Aunque nuestro mundo está fuera de control por la impiedad, podemos suspirar con alivio y agradecimiento ante la revelación de Juan sobre la restauración en el reino venidero.

Derechos y recompensas

Aunque las recompensas serán grandes en el reino venidero, es de sorprender que el Señor encuentre a alguno de Sus hijos digno de ellas. Sin embargo, Apocalipsis 22:11, 12 explica por qué las recompensas están reservadas para ti y para mí. Cuando continuamos viviendo para agradar a Dios, Jesús dice: “¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho” (NVI).

Por lo tanto, nuestras recompensas se basan en lo que hemos hecho en la tierra mientras esperábamos la venida de Cristo. Al recibir primero el don de la salvación a través de la fe en Jesús, después sigue el don de la santificación. Tu crecimiento espiritual y emocional es el resultado de vivir para agradar a Dios. Las obras fructíferas se producen al emular la vida de Cristo. Por lo tanto, se conceden recompensas celestiales porque continuamos haciendo lo correcto ante los ojos de Dios.

Una de esas recompensas se describe en 1 Corintios 9, donde Pablo compara su carrera personal con el intenso entrenamiento de un atleta que compite por una corona que no dura: “Yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (vv. 26, 27).

Pablo corrió la carrera de resistencia e integridad como practicante público de los principios de Cristo, predicando apasionadamente el evangelio. Él corrió la carrera para ganar una “corona incorruptible” (v. 25).

“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11).

Nosotros también recibiremos algún día una corona incorruptible. Mientras tanto, podemos vivir como Cristo quiere que vivamos, según Su Palabra. Podemos superar los males del mundo hasta que estemos para siempre con Cristo.

Kathleen Barrett has published numerous news and feature articles in community publications and currently writes a quarterly column in Voice of Truth magazine. She co-authored a pictorial about Israel and has contributed poetry and testimonial in three anthologies, most recently in Embrace the Journey — Your Path to Spiritual Growth. She has also written two children’s books. Kathleen lives in Port Saint Lucie, FL. Visit her website: https://kathybarrettwrites.com/.

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