La Lucha con el Miedo – Mención de Honor

El miedo se apoderó de mi vida a temprana edad. Nunca fui esa niña que jugaba y abrazaba a los perros. Les tenía miedo y me escondía cada vez que veía uno. Durante mis años de escuela primaria y secundaria, tenía problemas para hacer amigos por el miedo a que me rechazaran. Dejaba que mis compañeros de clase cortaran en la línea frente a mí porque sabía que si decía algo, se burlarían de mí.

Así que me quedaba en silencio, permitiendo que el miedo tomara el control de las cosas que había dicho y de las muchas cosas que no había dicho.

Esos miedos no eran nada comparados con los que tenía en la preparatoria. Todas las mañanas antes de que comenzaran las clases, pensaba demasiado en cómo sería el día. Me saltaba el desayuno porque estaba demasiado ansiosa para comer algo. Cuando llegaba la hora de la clase de educación física, temía que la gente me mirara y se burlara de mi forma de hacer ejercicio. En mi clase de álgebra, tenía miedo de pedir ayuda; no quería que el maestro pensara que yo era una «molestia».

Llegué al punto en que ya no podía seguir así y me inscribí en una escuela a la que iba solo unas pocas veces a la semana. Al principio fue emocionante. La idea de no ver a nadie la mayor parte del tiempo me hacía feliz, pero cometí el error de alejarme de la realidad. Los miedos solo crecieron más y más con el paso del tiempo.

Al extrañar la escuela pública, me inscribí de nuevo en mi antigua preparatoria y estaba segura de terminar mis últimos años de preparatoria allí. Al regresar del primer día de clases, fui a pagar el recibo de mi teléfono. Me miré en el espejo, concentrándome principalmente en mi cara. El lado derecho estaba caído – o eso pensé.

Cuando tenía 15 años, me diagnosticaron parálisis de Bell, una afección en la que un lado de la cara se cae o se siente débil. Durante todo el día, eso era lo único en lo que pensaba. Me moví y me masajeé la cara, temiendo que la caída volviera a ocurrir.

Le preguntaba a mi mamá varias veces, «¿se ve diferente mi cara?» Ella respondía, «No, se ve como era antes de que sucediera». Yo nunca le creía. Lloraba todas las noches, temiendo que algo saliera mal, ya fuera en mi cara o en la escuela.

Una noche, abrí mi Biblia y oré. Un verso me ayudó mucho cuando pasaba momentos estresantes y ansiosos como este. Isaías 41:10 dijo, “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”.

Durante esos momentos de preocupación y ansiedad, me había apartado del camino del Padre. Esa noche estudié y oré, recordando el día en que entregué mi vida al Señor. Él era esa paz que necesitaba todo el tiempo.

Ahora mi plan es comenzar la universidad pronto y buscar trabajo. Tengo temor del futuro, pero sé que tengo a Dios a mi lado, guiándome en cada paso que doy.

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Written By

Lizette Ramirez was born and raised in Fresno, CA. Growing up, she and her family attended the Church of God (Seventh Day) in Madera, CA, and still do today. Lizette enjoys writing, reading, and spending the afternoon with her two cats, Ocean and Goldie.

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