© BrianAJackson | istockphoto.com

Dando Un Paso al Frente

FacebooktwitterredditpinterestlinkedinmailReading Time: 4 minutes

N o sucedió de la noche a la mañana. Simón Pedro dio muchos pasos en falso en el camino, pero Dios lo transformó de un pescador ordinario a un predicador dinámico. Su historia nos inspira a discernir el propósito de Dios para nuestras vidas. Podemos dar un paso de fe, aunque nosotros también podamos tropezar en el camino.

La historia de Simón

Andrés, el hermano de Simón, le presentó a Jesús, quien inmediatamente le puso el sobrenombre de Cefas, traducido como “Pedro” y que significa “piedra” (Juan 1:42). Los hermanos eran pescadores, y cuando Jesús les invitó a pescar gente, lo dejaron todo y le siguieron (Lucas 5:11).

Pedro experimentó fracasos en el camino para encontrar su propósito. Antes de obedecer, se resistió cuando Jesús le dijo que remara más lejos y echara la red (v. 5). Luego, cuando Jesús invitó a Pedro y a otros dos discípulos a unirse a Él en Getsemaní mientras oraba, se quedaron profundamente dormidos (Mateo 26:40). Y Pedro negó rotundamente cualquier relación con Jesús cuando fue interrogado antes de la crucifixión (Lucas 22:57).

Aun así, Pedro fue el primero en profesar a Cristo como Hijo de Dios. Y Jesús indicó que “sobre esta roca” — la revelación de Dios a Pedro y su confesión de Cristo — se edificaría la Iglesia (Mateo 16:16-18). Después de que el Espíritu Santo cayera en Pentecostés, este hombre predicó un sermón tan poderoso que tres mil personas se unieron a la comunidad de creyentes (Hechos 2:14-41).

Más adelante, Pedro escribió a los creyentes perseguidos, instándoles a mantener la fe y a utilizar sus dones espirituales: “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas” (1 Pedro 4:10). Este apóstol había descubierto su don espiritual y su propósito, y quería que todos los creyentes encontraran su nicho en la construcción del reino.

Mi historia

El trayecto para encontrar un propósito requiere prueba y error y tiempo. Mi viaje comenzó cuando era una mujer joven que enseñaba en un club bíblico después de la escuela en mi casa. Más de veinte niños del vecindario dificilmente entraban en mi sala todos los miércoles. Después de las galletas y las bebidas, los niños se acomodaban para cantar, escuchar historias bíblicas y de misioneros y jugar un juego.

Con el tiempo, recluté a una vecina para que fuera la anfitriona de nuestras reuniones y otra mujer se nos unió para contar la historia misionera. Atesoro la buena educación bíblica que recibí enseñanndo el plan de estudios que nos condujo a través de la Biblia durante cinco años. Pero como maestra de escuela secundaria, no sentía que me relacionara tan bien con niños que no fueran los míos.

Entonces mi pastor me sugirió que obtuviera una maestría en educación cristiana y me uniera al personal de nuestra iglesia. Como directora de educación cristiana, empecé a enseñar a adultos y a hacer trabajo administrativo para que una congregación en crecimiento siguiera aprendiendo. Allí encontré mi propósito y disfruté especialmente ayudar a otros a encontrar el suyo.

Después de diez años, dejé ese puesto para dedicarme a escribir, y después de publicar un libro, disfruté de un ministerio de oratoria. Al igual que Pedro, mi audiencia, rol y propósito cambiaron a lo largo de los años.

Dones y talentos espirituales

Encontramos listas de dones espirituales en las Escrituras:

Pero teniendo diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; si el de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría (Romanos 12:6-8).

Abundan los inventarios en línea donde los cristianos pueden descubrir sus dones espirituales. Es posible que tengamos preferencias personales que los señalen, o que los amigos nos digan los dones que ven en nosotros. Podemos descubrir nuestros dones a través de actividades que disfrutamos. Por ejemplo, alguien que disfruta compartir el evangelio puede tener el don de evangelizar.

No todos los dones espirituales te ponen en el centro de atención o incluso frente a una clase de jóvenes inquietos. Muchos cristianos devotos sirven entre bastidores. Piensa en el hombre cuyo nombre era José, pero que los discípulos apodaron como Bernabé, que significa “Hijo de consolación”.

A Bernabé lo vemos por primera vez en Hechos 4:36, 37 cuando vendió una parcela de tierra y le dio el dinero a los apóstoles. Más tarde viajó con Saulo a Antioquía: “Cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor” (Hechos 11:23). El don espiritual y el propósito de Bernabé era animar a otros.

Después están nuestros talentos. Las habilidades y aptitudes musicales se pueden usar dentro de las congregaciones, y las personas que son buenas con los números pueden servir como asesores financieros. Incluso nuestra capacitación en el lugar de trabajo podría utilizarse para el Señor. Tal vez hemos desarrollado habilidades informáticas o tecnológicas. Las organizaciones cristianas necesitan gente en esos campos.

Tu propósito puede estar en criar hijos piadosos o en llevar a tu familia a Dios. Christiana Tsai de China llevó a cincuenta y cinco familiares a encontrar una nueva vida en Cristo después de que eligió vivir en el complejo de apartamentos dnde vivía su familia en lugar de aceptar puestos en el lugar de trabajo.

Satisfacción

“Presta mucha atención a tu propio trabajo, porque entonces obtendrás la satisfacción de haber hecho bien tu labor y no tendrás que compararte con nadie (Gálatas 6:4, NTV).

Cada cristiano tiene un don espiritual o un talento que ofrecer al Señor que define nuestro propósito en la vida. Da un paso al frente con fe y encuéntralo. Y a cambio, el Señor llenará tu corazón de paz, alegría y un profundo sentimiento de satisfacción.

Shirley Brosius 
Latest posts by Shirley Brosius  (see all)
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

Shirley Brosius is the author of Sisterhood of Faith: 365 Life-Changing Stories about Women Who Made a Difference. She co-authored Turning Guilt Trips into Joy Rides and contributed to Proverbs for Busy Women. In addition, Shirley has published articles in such magazines as Angels on Earth, Beacon, The Secret Place, the Upper Room, and Mature Living. She lives in Millersburg, PA.