Antes de la Gran Oportunidad

Imagine al hombre más poderoso de un país. Es el rey. Tiene grandes recursos. Su gobierno se extiende a lo largo y ancho. Y es malvado – tan malvado que se dijo que “hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él” (1 Reyes 16:30).

El pasaje continúa diciendo:

Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel . . . y fue y sirvió a Baal, y lo adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de Baal . . . Haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel (vv. 31-33).

Ahora imagine a otro hombre llamado por Dios para enfrentarse a este poderoso y malvado rey: el profeta Elías. Imagínese usted en su lugar. Sintiendo el inconfundible llamado de Dios para hablar contra el flagrante mal, pero sabiendo lo que podría significar ese llamado. ¿Confiaría en Dios?

¿Lo haría? Es difícil decir si yo habría tenido la fe para hacer lo que hizo Elías. Elías fue llamado no sólo a enfrentarse a Acab, sino también a maldecir la propia tierra en presencia de Acab, diciendo: “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (17:1).

Entonces, el profeta de Dios se encontraba en un lugar difícil, pero el Dios al que adoraba no dejó a Elías a su suerte. Él lo llevó a un lugar donde podía esconderse, cerca de un arroyo llamado Querit, y añadió: “Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (v. 4).

La lluvia había cesado en toda la tierra, pero Dios le había dado a Elías un gran lugar para esperar hasta que todo estuviera bien. Incluso tenía algunos pájaros como meseros personales para el desayuno y la cena. Elías podría haber pensado: “Esperaré hasta que llegue la lluvia o hasta que Acab cambie o que muera, lo que ocurra primero”.

Pero nada de eso ocurrió. En cambio, el arroyo comenzó a secarse. El agua, que antes fluía y burbujeaba sobre las piedras y las hendiduras, se convirtió en un escaso arroyo poco profundo. Elías debió observar con gran preocupación la línea de agua que disminuía, bajaba, y finalmente se reducía a un hilito. Y seguía sin haber noticias de Dios.

Esperando

¿Le ha pasado alguna vez? Ha tomado una decisión. Sabe que Dios estaba en ella. Ha sentido Su guía y dirección. Así que avanza, sintiendo que está en la cima del mundo.

Entonces Él dice: “Espera aquí” y lo lleva a un lugar tranquilo. Mira a su alrededor. No pasa nada. De hecho, nada en absoluto, excepto que todo lo que esperaba y soñaba parece estar disminuyendo a su alrededor. Sueños rotos. Esperanzas perdidas. Y no tiene más remedio que esperar y aguantar un poco más.

¿Va a adorar?

¿Va a orar?

¿Seguirá confiando, aferrándose al Único que le ha llevado hasta aquí?

Es en la espera donde a menudo encontramos una fe mayor de la que teníamos antes, una fuerza mayor de la que creíamos posible. Un profundo sentido de adoración que sólo llega a través de los tiempos en los que no podemos ver más allá del arroyo que mengua. Una fe que sólo llega por medio de los tiempos en los que no tenemos otro lugar hacia donde mirar que hacia arriba, hacia el lugar de donde viene nuestra ayuda.

Elías llevó a cabo algunas hazañas sorprendentes en su servicio a un Dios de maravillas y majestad. En los capítulos siguientes, hizo descender fuego del cielo. Mató a cientos de falsos profetas adoradores de ídolos. Resucitó a alguien de entre los muertos. Nunca probó la muerte, sino que fue llevado al cielo.

Pero primero, antes de su gran oportunidad, Elías esperó. Primero, su fe creció. Primero, se quedó quieto y aprendió a reconocer la voz de Dios, no en los cielos estruendosos y la tierra que se estemecía, sino en el más suave de los susurros.

Allí aprendió que nuestro Dios es realmente un Dios de maravillas y que es digno de adoración.

Confianza

Tal vez aún no esté seguro. Está bien. Tal vez su arroyo no esté lo suficientemente seco.

Sólo tiene que esperar un poco más. Y confiar. El Dios que condujo a Elías a un río en el desierto, y luego a través del desierto a un período de mayores logros y éxitos de lo que él jamás pensó que fuera posible, hará lo mismo por usted.

Esta es la promesa del Dios que es digno de adoración:

“El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará . . . Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:12-14).

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David Descubre Completo . . . Santo . . . Con Hoyos ¿Dónde Está el Asombro?

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Bonita Hele is a freelance writer and editor with an MFA in creative writing. She has been published in Seek, Spickety Magazine, Upstreet Magazine and several volumes of Chicken Soup for the Soul. Bonita lives with her husband and three children in Fresno, CA.

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