Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable . . . (Colosenses 3:12).
Pablo insta a los creyentes de Colosas a revestirse de cinco características de Cristo. La compasión encabeza la lista, seguida de la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia. Cada una de ellas es importante para los cristianos, porque así es como el mundo ve el amor de Cristo en acción.
Mi oración es que Cristo manifieste estas cinco características en mí, especialmente la compasión activa. Sin embargo, ahora que tengo más de 70 años, me resulta más difícil llevar a cabo obras de compasión. Si no es el cuerpo dolorido, las limitaciones de tiempo u otras obligaciones, es la batalla continua con las dudas de uno mismo sobre qué, cuándo, dónde y cuánto dar cuando se trata de ayudar los demás.
Mujeres en crisis
Me encontré en esa situación durante la pandemia de COVID.
A dos mujeres, conocidas mías desde hacía mucho tiempo, les diagnosticaron un cáncer en fase avanzada. Cuando me dieron la noticia, no sólo sentí conmoción y dolor, sino también angustia. Rara vez veía o me comunicaba con ellas. ¿Cómo podía mostrarles amor y preocupación sin sobrepasar los límites ni ofenderlas? La precaria salud de mi marido, mis limitaciones físicas y las restricciones de COVID reducían las posibilidades de lo que podía hacer.
En primer lugar, hice lo mejor. Oré al Señor y le pedí sabiduría. Pronto una idea sencilla se abrió paso al frente de los temores que se agolpaban en mi mente: Enviar una tarjeta a cada una para saludarlas. Y así lo hice.
Escribí un mensaje largo en cada tarjeta y les dije lo mucho que ellas significaban para mí. Prometí orar por ellas y por sus familias con regularidad. Y se me occurrió incluir mi número de teléfono. No esperaba ninguna respuesta porque estas mujeres estaban luchando por sus vidas.
Para mi sorpresa, ambas respondieron. Hicieron el esfuerzo de darme las gracias a pesar del trauma físico de sus rigurosos tratamientos contra el cáncer. Animada, les envié más tarjetas y breves mensajes de texto, siempre consciente de su fragilidad física, emocional y mental. Durante las semanas y meses siguientes, fui reconstruyendo poco a poco una relación con cada una de ellas.
El cáncer de la mujer más joven entró en un periodo temporal de estabilización. Cuando se sintió un poco mejor, mi hija y yo tuvimos una sesión de FaceTime con ella. Hablamos de varias cosas, pero también de Cristo.
Demasiado pronto, mi brillante, cariñosa y talentosa amiga decidió pasar a cuidados paliativos. Falleciendo poco después.
La segunda amiga tiene una historia diferente. Cuando le diagnosticaron cáncer, los médicos le dieron sólo unos meses de vida. Al principio de su lucha, tanto física como espiritual, mi amiga compartió conmigo un momento decisivo de su vida.
“Una noche”, recuerda“, por fin le dije a Dios: ‘Tú eres Dios y yo no’”.
Sobrevivió a todas las predicciones médicas y sigue viva tres años después. Después de que se levantaran las restricciones del COVID, la visitamos a ella y a su anciano marido en su casa. Mientras nos alejábamos, oré para que nuestra presencia les diera alegría, fuerza y valor divinos. Todavía sigo en contacto con esta amiga.
Dos mujeres, dos vidas diferentes. Pero a través de mi oración y confianza en Su guía, el Señor me dio una manera de mostrar Su compasión a cada una.
Extienda su manto
Al principio, no pude comprender completamente el significado de la exhortación de Pablo en Colosenses 3:12. Me ayudó a visualizar mentalmente el estar “vestida” como si estuviera envuelta en un gran manto, espacioso y cálido. Cada uno de nosotros debe vestirse, cubrirse con estas cinco características en todo momento, pero para personas como yo, especialmente, la compasión. Confieso que a veces no he permanecido en Su manto. ¿El resultado? Asumo demasiadas cosas, ofendo a personas o paso por alto una obra que Él quiere que haga.
Nuestro Señor es compasivo. Él conoce nuestros límites y que se necesita toda una vida para crecer en sabiduría y disposición para que Él nos use para alcanzar a los demás. Debido a esto, he obtenido cuatro piezas de sabiduría de la Palabra de Dios, de Su pueblo y de las experiencias de mi vida. Espero que le sean de ayuda.
- Pídale al Señor que extienda su manto, para tener más compasión (además de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia) por los que sufren o están en necesidad.
- Cuando se le presente una necesidad, báñela en oración. Pruébela con la Palabra de Dios para que sepa qué hacer y qué no hacer. Después obedézcale.
- Tenga en cuenta sus compromisos personales, su salud espiritual, las necesidades familiares y las limitaciones de salud personal.
- Lleve agradecimiento en su corazón, ya sea que Él abra puertas grandes, pequeñas o ninguna.
Cuando honramos activamente el mandato de nuestro Salvador al poner en práctica Colosenses 3:12, el Señor hace algo maravilloso. Él nos da oportunidades para abrir nuestros mantos y acercar a la gente herida a nuestro corazón.