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Reglas y Revelación

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Cuando pensamos en la revelación de Dios en el Antiguo Testamento, tendemos a pensar en versos como Éxodo 3:14, donde Dios dijo a Moisés “YO SOY EL QUE SOY”. O Éxodo 34:6, 7, donde Dios se describe a Sí mismo como ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado”.

Aunque quizás no pensemos en los Diez Mandamientos como un ejemplo de este tipo de autorrevelación divina, en esa sección de las Escrituras (Éxodo 20:1-17) se muestra mucho más sobre Dios de lo que parece a primera vista. Así lo señala Andrew Wilson en un artículo de Christianity Today (El Cristianismo de Hoy) (“Los Diez Compromisos Detrás de los Diez Mandamientos”, 20 de septiembre de 2021). Wilson señala, de paso, que los Diez Mandamientos no comienzan realmente con un mandamiento, sino con la identidad y la naturaleza de Dios:

[Una] característica de los Diez Mandamientos que… con frecuencia pasa desapercibida, es el hecho de que hay diez afirmaciones teológicas -diez atributos de Dios, si usted quiere- entretejidas en ellos. Si el texto nos dice quiénes debemos ser, también nos dice quién es Dios.

Rey del pacto

Dicho de otro modo, bajo las normas hay revelación. Los Diez Mandamientos nos presentan a Dios tanto como describen Su ley. De hecho, los mandamientos no comienzan con las normas, sino con la revelación: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Éxodo 20:2). Sólo después de esta apertura autorreveladora se nos dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (v. 3).

Del mismo modo, el segundo mandamiento (no hacer ni adorar imágenes de Dios, v. 4) va seguido de un razonamiento más largo que el propio mandamiento: “Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (vv. 5, 6).

Es evidente que aquí se insiste tanto en la naturaleza de Dios como en el propio mandamiento. Del mismo modo, el comentario añadido al tercer mandamiento (honrar el nombre de Dios) subraya la justicia de la naturaleza de Dios, y el cuarto mandamiento destaca tanto la naturaleza creadora de Dios como Su preocupación por el bienestar de los que ha creado.

Aunque es posible que los mandamientos finales no mencionen a Dios directamente, es de esperar que así sea si recordamos que la primera mitad del Decálogo se centra en nuestra relación con Dios y la segunda en nuestra relación con los demás. Pero los mandamientos finales también muestran mucho acerca de Dios, aunque sea indirectamente. Los mandamientos del cinco al diez nos dicen lo que Dios desea ver en nuestra relación con Él y con Sus hijos creados.

Curiosamente, nuestra comprensión de los Diez Mandamientos como revelación de la naturaleza de Dios, así como de Sus leyes, se ve reforzada por otros hechos no mencionados por Wilson. Quizá el más importante sea el contexto histórico en el que se sitúan los mandamientos. Aunque son únicos, su forma como contrato social no lo es. El formato en que se dieron los mandamientos es el mismo que el de muchos tratados y pactos del antiguo mundo bíblico.

Legislador amoroso

En la época del antiguo Israel, las relaciones entre los reyes y su pueblo u otras naciones a menudo estaban selladas por pactos que se formalizaban de una manera particular. La parte dominante — normalmente el rey que celebraba el tratado o pacto — se identificaba en primer lugar y, a continuación, solía hacer hincapié en lo que había hecho para mostrar sus buenas intenciones hacia aquellos con los que se hacía el pacto. A esto le seguía una lista de estipulaciones que especificaban lo que se esperaba de parte de los destinatarios del pacto, que a menudo reflejaban la identidad y las preocupaciones de quien hacía el pacto. El rey también podría agregar una lista de bendiciones dirigidas a la otra parte por guardar el pacto y maldiciones por no cumplirlo. Los Diez Mandamientos claramente coinciden con este tipo de pacto:

Identificación de quien hace el pacto: “Yo soy Jehová tu Dios” (v. 2).

Beneficios proporcionados por el hacedor del pacto: “Te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (v. 2).

Estipulaciones y responsabilidades de aquellos con quienes se hace el pacto: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (vv. 3-17).

Bendiciones por guardar el pacto y maldiciones por romperlo: ver Levítico 26; Deuteronomio 28, etc.

Así pues, Dios dio los Diez Mandamientos al antiguo Israel utilizando el “formato del documento” legal establecido de la época.

Cuando entendemos este trasfondo de los mandamientos dados en el Sinaí, nos damos cuenta de que, en lugar de ser simplemente una lista de lo que se debe y no se debe hacer, pretendían ser pautas para una relación con el Dios cuya identidad y naturaleza se revelan en los mandamientos mismos. Cada mandamiento habla de algún aspecto de la majestad, la bondad y la rectitud de Sus caminos. En resumen, los mandamientos no sólo nos muestran lo que Dios desea sino también cómo es Dios mismo. Cada uno nos muestra algo del corazón y del deseo de Dios para aquellos a quienes les da Sus leyes.

Pero, por supuesto, no debemos limitar esta comprensión a nuestra lectura de los Diez Mandamientos. La verdad es que cuanto más miramos cualquiera de los mandamientos de Dios, más vemos a Dios mismo. Pero requiere una manera diferente de pensar acerca de las leyes de Dios. Como creyentes, las vemos no como el mundo, es decir, como reglas restrictivas, sino como amorosos principios de guianza. Sin embargo, podemos ir más allá en nuestra comprensión de los Diez Mandamientos (y de todas las leyes de Dios) cuando las vemos como leyes dadas para nuestro bien y como expresiones de la naturaleza del amoroso Legislador mismo.

R. Herbert
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R. Herbert holds a Ph.D. in ancient Near Eastern languages, biblical studies, and archaeology. He served as an ordained minister and church pastor for a number of years. He writes for several Christian venues and for his websites at http://www.LivingWithFaith.org and http://www.TacticalChristianity.org, where you can also find his free e-books. R. Herbert is a pen name.