Muchas personas que leen el libro de Rut piensan que se trata de una simple historia de amor, pero en realidad dista mucho de serlo. Y realmente no es una “historia de amor” en el sentido moderno del amor romántico. Sin embargo, este breve libro del Antiguo Testamento es una historia bíblica rica en significado que puede enriquecernos grandemente si lo estudiamos un poco a fondo.
Lo primero que debemos saber es que el personaje central no es realmente Rut, sino su suegra, Noemí. En realidad, el libro nos habla mucho más de Noemí que de Rut. El libro comienza y termina con Noemí, y si miramos con atención, descubriremos que la narración gira en torno a esta mujer durante la mayor parte de la historia. Todos los acontecimientos nos llevan a ella. Podemos ver hasta qué punto Noemí es fundamental en la historia cuando nos damos cuenta de que, de las palabras pronunciadas por todos los personajes del libro, 120 son de Rut, mientras que 225 -casi el doble- son de Noemí. ¡Puede ser difícil encontrar otra historia en la que la supuesta heroína hable la mitad de lo que lo hace uno de los personajes secundarios!
Prefiguración y cumplimiento
Para algunos, la historia encierra significados alegóricos, en los que Rut representa a la humanidad, Booz a Cristo y Noemí a la iglesia cristiana que reúne a ambos. Aunque este tipo de interpretación simbólica puede parecer atractiva, existen variaciones casi infinitas en cuanto al simbolismo que supuestamente está implicado. Para algunos, Noemí representa el antiguo pacto y Rut el nuevo pacto. Otros ven aún significados diferentes. Cuando consideramos todas las posibilidades, nos damos cuenta de que sería difícil discernir qué alegoría, si es que hay alguna, podría explicar adecuadamente el libro.
Por otra parte, si lo analizamos detenidamente, el libro contiene un tema subyacente — dentro de la propia historia — que innegablemente prefigura el Evangelio. Al principio de la historia, Noemí pierde primero su sustento físico en tiempos de hambruna y luego pierde a su marido y a sus hijos. Pero cuando se entera de que el Señor ha devuelto el alimento (literalmente, “el pan”) a Israel (1:6), abandona la región de Moab para regresar a Belén (que significa “casa de pan” o “casa de comida”) en la región de Judá, llamada Efrata (que significa “fecundidad”).
Las palabras de Noemí a sus nueras en aquel momento reflejan su vacío. Les dice: “¿Acaso voy a tener más hijos que pudieran casarse con ustedes?” (v. 11). Al haber perdido su hogar original, a su marido y a sus hijos, Noemí se encuentra figurativamente vacía. Cuando llega a Belén, lo resume así: “Me fui con las manos llenas, pero el Señor me ha hecho volver sin nada” (v. 21).
En Belén, la narración pasa a describir el cambio del vacío a la plenitud, tanto física como figurativamente. El verso 22 dice que estaba empezando la cosecha de la cebada y que Rut va a los campos a recoger el grano sobrante con la bendición de Noemí (2:2). A medida que avanza la historia, vemos que Rut pasa de simplemente espigar en las partes más pobres del campo a recibir más y más en las mejores zonas de la mano de Booz (vv. 14-18).
Esta “llenura” de Noemí con pan físico precede al llenado figurativo que ocurre con la redención de su propiedad y el nacimiento de “su” nuevo hijo, que viene como resultado del matrimonio de Rut y Booz. El llenado del vacío, a través de la gracia de Dios, es la base de todo el libro, el cual comienza enfatizando el vacío y concluye enfatizando el cumplimiento de las cosas buenas.
Cuando vemos la centralidad de este mensaje en la historia de Rut, nos damos cuenta de la importancia de la lista de nombres con la que concluye el libro. Humanamente, es fácil verlo como un simple apéndice que funciona como los créditos al final de una película. Algunos incluso sugieren que esta genealogía final podría haber sido añadida posteriormente. Pero si el libro fue compuesto por Samuel, como creen muchos eruditos, no hay razón para que la genealogía no date de esa época. En cualquier caso, la genealogía constituye el final del libro tal como fue aceptado en el canon de las Escrituras. Esto nos lleva, por supuesto, a David, el rey que se convirtió en el antepasado de Jesucristo.
El Pan de vida
En ese sentido, el libro de Rut prefigura un doble cumplimiento, que se encuentra primero en David y luego en su descendiente, Jesús. Esto se debe a que David era un rey mesiánico (“ungido”) en el antiguo Israel (2 Samuel 23:1), pero también presagiaba un Mesías mucho mayor (Isaías 9:1-7).
Los paralelos entre el David mesiánico, mencionado al final de Rut, y la figura mesiánica posterior de Jesucristo son muchos y obvios. Tanto David como Jesús nacieron en Belén, la ciudad del pan que es el escenario de la mayor parte de Rut. Así como se profetizó que David sería rey de Belén (1 Samuel 16:1), así lo fue el Rey mayor que descendió de él (Miqueas 5:2). David, quien proporcionó pan para su pueblo (2 Samuel 6:19; 1 Crónicas 16:3), prefiguró el “pan de vida” (Juan 6:35) y quién proporcionaría ese pan espiritual para la salvación de Su pueblo (Marcos 14:22).
Tal vez podamos ver una referencia a este cumplimiento final, descrito en Rut, en las palabras de María, la madre de Jesús, cuando anunció de su concepción. Ella exclama que Dios “a los hambrientos los colmó de bienes” (Lucas 1:53). De hecho, este es un resumen perfecto del mensaje de Rut y lo que prefigura: un mensaje sobre el Dios que proporciona no sólo pan físico para aquellos que caminan con Él sino también, a través del eventual descendiente de Rut nacido en la “casa del pan”, el sustento de la salvación. De hecho, encontramos al Dios que provee tanto para Noemí como para todo Su pueblo, física y espiritualmente, tan claramente en el libro de Rut como en cualquier lugar de las Escrituras.
La próxima vez que se sienta vacío, lea el libro de Rut y recuerde hacia quién nos dirige: hacia Jesús, quien satisface nuestra hambre más profunda.