De Antemano

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Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones (Gálatas 3:8)

En el pasaje anterior, Pablo escribe que Dios anunció el evangelio de antemano a Abraham. Es una declaración interesante y que plantea preguntas. ¿Por qué se predicó el evangelio al padre de la fe mucho antes de que Jesús viniera a la tierra? ¿Estaba sucediendo algo que hizo necesario que él escuchara buenas noticias?

Pecado y muerte

Vamos a comenzar desde Adán y Eva. Su desobediencia a Dios resultó en la muerte, algo de lo que Dios les había advertido: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).

El dolor y el sufrimiento causados ​​por el pecado y la muerte golpearon a la familia de Adán cuando Caín, su hijo mayor, desobedeció la palabra de Dios y mató a Abel, su hermano menor. ¡Qué día tan terrible debe haber sido cuando Eva escuchó que nunca volvería a abrazar o hablar con su hijo!

Adán vivió 930 años y murió, dice Génesis 5:5. A partir de ese momento reinó la muerte. No importa cuánto tiempo vivieran los patriarcas, tarde o temprano todos morían. La frase “y murió” se repite ocho veces en Génesis 5. Uno pensaría que la gente habría cambiado su forma de vivir después de darse cuenta de que todos estaban muriendo, pero no fue así. La desobediencia empeoró.

Ya para el tiempo de Noé, Jehová vio que había gran iniquidad en la tierra (6:5) y decidió enviar un diluvio a través del cual “Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió” (7:22). Solo Noé encontró el favor de Dios, y solo él y su familia sobrevivieron en el arca. Pero incluso Noé, después de otros 350 años, murió. Todos mueren.

El punto de retorno

El hecho de que todos han pecado y nadie vive para siempre no es una buena noticia. De hecho, la Biblia dice que después del Diluvio, el tiempo de vida humana se fue acortando cada vez más. En Génesis 11, después de la torre de Babel y antes del llamado de Abram por parte de Dios, cada una de las generaciones tuvo sus hijos a una edad más joven.

Sin embargo, con Abram, fue una situación diferente. Se casó con una hermosa mujer que era diez años más joven que él, y parecía que iban a ser una familia bendecida. Pero las cosas no resultaron así. La muerte acechó la casa de Abram cuando su hermano, Harán, murió y cuando su padre, Taré, murió al final de Génesis 11. Además de esto, Abram se enteró de que su esposa, Sarai, era estéril (vv. 27-31).

Esa no es una imagen agradable, no lo fue en ese entonces ni lo es ahora. Debido a la desobediencia de Adán y Eva, la mala noticia del sufrimiento y la muerte se convirtió en una realidad para todas las familias de la tierra. Pero gracias a Dios, Él no dejó las cosas así. Génesis 12 (en la versión en inglés) comienza con la palabra Ahora, indicando un nuevo comienzo y contraste con lo que hubo antes. Dios convirtió las malas noticias, la triste y cruel realidad de la muerte, en esperanza y bendición. Aquí, como Pablo cita en Gálatas, Dios tiene buenas noticias para Abram: “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (vv. 2, 3).

A través de Abraham, Dios prometió transformarlo todo.

La liberación

Más tarde, la familia de Abraham viajó a Egipto y vivió allí. En ese país extranjero, Dios los exaltó: “Y los hijos de Israel . . .  se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra” (Éxodo 1:7).

Pero por la mano de Faraón, Israel se vio obligado a trabajar sin compasión. En esclavitud, sus vidas se amargaron por sus crueles demandas. Llegó el día en que los israelitas ya no podían soportar tanto dolor y sufrimiento en la esclavitud, y clamaron a Dios pidiendo ayuda. Cuando Dios escuchó sus gemidos, se acordó del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob. Miró a los hijos de Israel y se preocupó por ellos (2:23-25).

Dios tuvo más que compasión; Él planeaba actuar y liberarlos. Vio su aflicción, escuchó su clamor, conoció su angustia y descendió con un doble propósito: librarlos de la opresión y llevarlos a un lugar mejor (3:7, 8). Así como Pablo predicó en Antioquía, Dios sacó a Israel con brazo levantado (Hechos 13:17). Dios también los soportó durante los cuarenta años que caminaron por el desierto. Les dio una herencia en una tierra nueva y luego les dio jueces por 400 años. Y cuando pidieron un rey, eligió a Saúl. Cuando su reinado terminó en desastre Dios les dio a David, a través de quien Dios prometió un heredero eterno. Pablo les da la buena noticia de que mil años después, según la promesa, Dios levantaría a Jesús como Salvador de Israel (vv. 18-23).

¿Notan todo lo que Dios da en estos pasajes? Los dones de Dios culminan en el don del evangelio de Dios en Jesucristo. Como concluye Pablo, “hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación” (v. 26).

La salvación

El evangelio de Dios pertenece a Dios. Nada escapa a Su conocimiento y poder: “Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios” (Isaías 44: 6).

Cada hora mueren aproximadamente 6.400 personas en todo el mundo; y 107 personas cada minuto. Esto significa que cada segundo, dos personas mueren alrededor del mundo. La medicina, la ciencia y la tecnología han avanzado, pero no pueden ni evitarán la muerte. Nuestra realidad es que la muerte está en todas partes, porque la paga del pecado es muerte.

Pero Dios ve y actúa por nosotros. Las buenas nuevas declaradas de antemano a Abraham se manifestaron en Jesucristo. Por medio de Él, Dios ha cambiado todo.

Ese es el evangelio de salvación que Pablo predicó en Antioquía. En ese momento de la historia, él afirma que se había enviado la palabra de esta salvación. Él habla de la muerte injusta del Salvador Jesús y de que Dios lo levantó de entre los muertos. Dice que en ese mismo momento ellos, los testigos de Jesús, estaban anunciando el evangelio de la promesa, hecha primero a Abraham.

El evangelio de Cristo “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Tiene el poder de convertir el dolor y el sufrimiento en paz y esperanza, y la muerte en vida. Ese es el evangelio prometido desde el principio:

El evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos (vv. 1-4).

El evangelio de Dios es la respuesta al viejo problema del pecado y la muerte que comenzó mucho antes de Abram. El cual nos da vida eterna en Cristo Jesús porque Él venció la muerte.

Más adelante

Lea las maravillosas noticias del evangelio, prometidas para el futuro:

“He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:3, 4).

El evangelio continúa siendo escuchado y compartido por la “obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre” (Romanos 1:5), tal como lo hizo Abraham. Este evangelio de Dios da vida abundante para que podamos vivir en libertad y obediencia mientras Él nos transforma para Su gloria.

Daniel Flores
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Daniel Flores is pastor of the McAllen, TX congregation. He currently serves on the board of the Southwest District, on the board of directors, and as president of the North American Ministerial Council of the General Conference of the Church of God (Seventh Day). Daniel lives in Mission, TX, with his wife, Kerenha, and four children: Salma, Isaac, Josue, and Daniel.