¿Cuándo Entró el Rey?

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“De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios —dijo Jesús” (Juan 3:3, NVI).

“Por favor prepárense para compartir un breve testimonio la próxima semana sobre cómo llegaron a conocer al Señor”. Nuestra líder de estudio bíblico miró alrededor de nuestro pequeño círculo de mujeres y sonrió. “Estoy segura de que aprenderemos algunas cosas interesantes una de la otra”.

Me quedé en silencio mientras recogía mis cosas y me ponía el abrigo. ¿Qué podría compartir la semana siguiente? No tenía una historia de conversión dramática que contar.

Debido a que nací en una familia cristiana, mis primeros recuerdos de la iglesia eran de figuras para franelógrafo y usando una túnica blanca con estambre dorado en el cabello como un ángel en los concursos de la iglesia. Asistimos a la iglesia durante toda nuestra etapa de crecimiento, y hacerse miembros a una edad apropiada era una transición esperada.

Los primeros recuerdos

Más tarde esa semana después del estudio bíblico, me senté en mi sala con un bolígrafo y abrí mi cuaderno en una página en blanco. Habiendo caminado con el Señor durante muchas décadas, busqué en mi cerebro recuerdos del comienzo.

¿Cuándo llegaste a mi corazón, Señor? ¿Fue cuando me uní a la iglesia?

Me enfoqué en una imagen. Estaba sentada en nuestra sala con mis padres y mi hermano gemelo en la primavera de nuestro octavo grado. Nuestro pastor, un amable hombre de Dios de cabello gris, hizo preguntas acerca de nuestras creencias. ¿Creíamos en Dios? ¿Sabíamos que habíamos pecado?

Oh sí, ciertamente sabía que había pecado. Una perfeccionista de corazón, me esforzaba mucho pero nunca podía hacer nada bien. Incluso si hacía nueve cosas bien, mi padre tenía la habilidad de notar la única cosa que había hecho mal y me la señalaba. Algunas de mis actitudes y comportamientos ciertamente no eran ni piadosas ni santas.

¿Creíamos que Jesús había muerto y resucitado? ¿Que pagó el precio por nuestros pecados? Sí. ¿Estábamos dispuestos a ser bautizados y unirnos a la iglesia? Sí, ambos estuvimos de acuerdo.

A la semana siguiente, mi hermano gemelo y yo fuimos al frente para declarar nuestra fe. El pastor nos roció con las aguas del bautismo y nos dieron la bienvenida como miembros de la iglesia.

La vida parecía continuar como antes. Sin emociones fuertes ni cambios. ¿Era esto todo lo que había?

Muy pensativa, tomé mi bolígrafo y miré por la ventana a los gorriones que revoloteaban alrededor de donde poníamos comida para pájaros. La indecisión vacilaba dentro de mí.

Mmm. . . ¿Podría ser este realmente el momento cuando Jesús entró a mi vida?

Crisis de fe

Otra escena pasó por mi mente, un momento de dudas e indecisión.

Estaba en mi primer año de la universidad. A lo largo de los años habían surgido serios conflictos en mi relación con mis padres. Las dudas sobre mi fe llegaron a un punto crítico cuando un amigo cercano exploró otra religión y mi profesor de sociología expuso sobre la evolución, despreciando las creencias sobre la creación.

Confundida, cuestioné mucho lo que sabía y creía. Caminaba por el campus una noche con lágrimas en el rostro, mirando hacia el cielo estrellado y le rogué a Dios que me guiara a la verdad.

Una tarea requerida en una clase de escribir sobre la familia hizo que surgieran sentimientos reprimidos de dolor e ira, lo que me llevó a la consejería. Las vacaciones me dieron la oportunidad para una dolorosa pero necesaria reconciliación con mis padres.

Una enfermera que había sido nuestra asesora del grupo de jóvenes en la preparatoria me escribió una larga carta sobre su etapa de preguntas y las respuestas que encontró. Hablé con mi pastor y estudié las Escrituras. Gradualmente, Dios guió mi corazón hacia las respuestas curativas y espirituales que necesitaba.

Llegó la primavera. Apenas una semana en la iglesia, caminé por el pasillo para volver a dedicar mi vida a Jesús. En un soleado día de abril fui bautizada por inmersión.

A la mañana siguiente, mientras me bañaba, experimenté un momento de alegría desbordante. Mientras el agua caía sobre mí, oleadas internas de dicha hicieron que las lágrimas rodaran por mis mejillas. Un toque indescriptible del Espíritu Santo lo confirmó. . . Yo era Su hija amada.

Este debe ser el momento cuando el Señor entró a mi vida, pensé.

Campamento de la iglesia

De repente, una Voz habló a mi corazón. ¿Qué con la fogata?

Sorprendida por esa pregunta, cerré los ojos. Un recuerdo olvidado hacía mucho tiempo salió a la superficie. Estaba sentada en un banco de madera con todos los demás campistas, reunidos alrededor de una fogata junto al lago. Los grillos cantaban.

Era el verano después del quinto grado, la última noche de una semana del campamento de la iglesia.

Un joven, uno de los consejeros juveniles, se paró frente a nosotros con la luz de la fogata reflejada en su rostro. Habló de cuánto Jesús nos amaba a cada uno de nosotros y de cómo había muerto por todos nuestros pecados, pagando con Su sangre un precio que nosotros nunca podríamos pagar.

Nos contó la historia de Nicodemo, un sabio maestro de los judíos, que vino a ver a Jesús de noche. Jesús lo sorprendió cuando dijo: “Tienes que nacer de nuevo”. ¿Cómo puede pasar eso?

El consejero continuó. “En Apocalipsis 11:3, Jesús dice que está a la puerta de nuestro corazón llamando. Él prometió que si abrimos la puerta, Él entrará y vivirá en nosotros. ¿Quieren ser perdonados y pedirle a Jesús que entre en su corazón? Sólo repitan después de mí.

Incliné la cabeza y oré. Sinceramente arrepentida y creyendo, le pedí a Jesús que viniera a mi corazón y fuera mi Señor.

Transformación

El recuerdo se desvaneció y lentamente abrí los ojos.

El Rey había entrado.

Lo había olvidado, pero Jesús no lo olvidó. Él supo el momento exacto en que entró en el corazón de una niña de diez años. E incluso cuando dudaba y buscaba y caminaba por mi propio camino a veces, la transformación sucedió a medida que crecía en conocimiento y en fe. Él nunca me había dejado. Él nunca se había dado por vencido conmigo.

Sí, tenía una historia que contar.

Yvonne Kays
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Yvonne Kays  writes inspirational short story and poetry and co-facilitates Writing from the Heart, a Christian writing support group that meets monthly. Since retiring from substance abuse prevention work in 2010, she has been published in LIVE, God’s Word for Today, The Plus Years, The Christian Journal, Chicken Soup anthologies, and James Stuart Bell’s book, Encountering Jesus. Yvonne is married and lives in Bend, OR.