por Bob Hostetler
Matthew Emmons apuntó su rifle hacia el blanco por última vez. Estuvo a un tiro de su segunda medalla de oro olímpica en Atenas. Apretó el gatillo. Fue un tiro perfecto. Desafortunadamente, había apuntado al blanco equivocado, un error vergonzoso y de descalificación que lo hizo caer del primero al octavo lugar en la prueba de tiro al blanco de cincuenta metros de tres posiciones con rifle.
Mucha gente hace algo similar cuando aspira al éxito. Trabajan duro y logran mucho, sólo para descubrir que estaban apuntando al blanco equivocado. Buscan el éxito sin detenerse a definirlo, sin asegurarse de que están apuntando al verdadero éxito.
En ese sentido, son como el antiguo sabio cuyos escritos se conservan en el libro de Eclesiastés. Escribiendo desde la cima de sus logros — un rey en un trono, el hombre más sabio y rico del mundo — describe cómo intentó perderse en el trabajo, acumulando dinero y posesiones y persiguiendo todos los placeres del mundo, como si el éxito en esas áreas fuera a satisfacer sus anhelos. Sin embargo, con el tiempo aprendió cuál es el verdadero éxito en la vida — el blanco al que los sabios deben apuntar.
Vive responsablemente
Algunos lectores y comentaristas consideran que Eclesiastés es un libro escéptico. Puede que sea cierto, pero su característica más destacada es la ironía. Es un libro que advierte contra la escritura de libros. Su sabiduría consiste en mostrar que la búsqueda de la sabiduría carece de sentido. Y es el historial de un hombre que aprendió el significado del verdadero éxito sólo a través de la experiencia de primera mano, que esperaba transmitir mediante instrucción de segunda mano.
A los nueve capítulos y medio de las memorias sobre su búsqueda de la plenitud en la vida, el sabio empieza por fin a impartir algunos secretos del verdadero éxito. Él escribe:
¡Ay del país cuyo rey es un inmaduro y cuyos príncipes festejan desde temprano!
¡Dichoso el país cuyo rey es un noble y cuyos príncipes comen cuando es debido, para reponerse y no para embriagarse! (10:16-17).
En la cultura de esa época, los gobernantes y los jueces celebraban sus juicios por la mañana. Por la tarde y por la noche se celebraban banquetes. Cuando los llamados responsables invierten el orden correcto de las cosas,
cuando los gobernantes son irresponsables, autoindulgentes y egoístas, todos pierden. Pero todos ganan, dice el sabio, cuando reyes y presidentes, propietarios y empresarios, líderes y administradores, son responsables.
Él continúa diciendo:
Por causa del ocio se viene abajo el techo y por la pereza se desploma la casa (v. 18).
En otras palabras, ¿cuál es la medida del éxito? Ocuparse de los asuntos. Pagar la renta a tiempo. Darle mantenimiento a tu propiedad. Limpiar lo que ensucias. Vivir responsablemente.
Pero vivir responsablemente no es sólo cuestión de cortar el césped y pagar las facturas. Unos versos más adelante, el sabio dice:
No maldigas al rey ni con el pensamiento, ni en tu cuarto maldigas al rico, pues las aves del cielo pueden correr la voz. Tienen alas y pueden divulgarlo. (v. 20).
Esta es una amonestación para ser responsables en lo que decimos, y es una clave para el éxito: No digas cosas de las que después te arrepentirás — aunque nadie te esté escuchando, ni siquiera en tus pensamientos, ni siquiera en tu propia habitación.
Muchas relaciones se arruinan por palabras descuidadas: cosas dichas con enojo, comentarios fuera de lugar, palabras susurradas “en confianza”. Hay gente que ha perdido su trabajo por esas cosas. Se han roto familias. Las iglesias se han dividido. Todo por culpa de alguien que no supo mantener la boca cerrada.
Vive responsiblemente, dice el sabio. En tu vida cívica, en tu vida en casa, en tu tiempo libre, y en tu forma de hablar.
Vive generosamente
El próximo objetivo a alcanzar es vivir con generosidad:
Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra (11:1, 2, RVR 1960).
En otras palabras, practica la generosidad a manos llenas. Da libremente a las necesidades de los demás.
La frase “Echa tu pan sobre las aguas” era probablemente un proverbio árabe para lo que parecía un gasto inútil. Nadie tomaría buen pan y lo arrojaría al río o a las olas del océano. Eso sería como “tirar el dinero a una madriguera de ratas” o “tirar el dinero bueno después del malo”.
Pero el sabio recomienda precisamente eso. No sugiere que gastemos como marineros borrachos, sino que seamos generosos — incluso incómodamente — cuando veamos una necesidad. En la sabiduría y el propósito de Dios, puede que algún día, de alguna manera, vuelva a tí cuando lo necesites.
El sabio continúa sugiriendo cuatro razones para vivir con generosidad:
Porque la generosidad es el manantial natural de una vida plena, como nubes que se llenan y se vacían, una y otra vez (v. 3). Dios llena las nubes, no para que se hagan cada vez más grandes sino para que se vacíen una y otra vez. Si Dios te ha bendecido, lo hizo para que puedas vaciarte, así como las nubes del cielo.
Porque al ser generoso, es más probable que cumplas las razones de Dios para haberte puesto en donde estás. La mención que hace el sabio del árbol que cae hacia el sur o hacia el norte (v. 3) puede ser su manera de decir: “Dondequiera que Dios te haya puesto, suple las necesidades a tu alrededor. Pon atención a las razones que Dios pueda tener para colocarte donde estás”.
Porque cada etapa de la vida es idónea para ser generoso. El sabio escribe: “Quien vigila al viento no siembra; quien contempla las nubes no cosecha” (v. 4). Es decir, no esperes el momento perfecto para dar. No pienses que necesitas tener tanto en el banco antes de empezar a dar. No esperes a que los niños crezcan. No esperes al próximo aumento de sueldo. Porque hoy, siempre es el momento de ser generoso.
Porque no sabes todo lo que Dios hará a través de tu generosidad. El sabio dice que no sabes de dónde viene el viento ni cómo se forma el cuerpo de un bebé en el vientre de su madre. Tampoco sabes lo que Dios hará con tu generosidad ni lo que Él hará algún día por ti como resultado (vv. 5, 6). Tu no sabes si el diezmo que juntas con tanto esfuerzo en un momento de necesidad puede volver a ti en el momento más oportuno. No sabes si tu bondad con un amigo puede lograr una bondad aún mayor. Tu no conoces el poder de Dios ni el tiempo de Dios. Él cambia y bendice vidas; Él cambia la historia del mundo por el fenómeno de la generosidad piadosa.
Vive consideradamente
El sabio menciona un objetivo más al que hay que apuntar si se aspira al éxito:
Grata es la luz, y ¡qué bueno que los ojos disfruten del sol! Mas si el hombre vive muchos años, y todos ellos los disfruta, debe recordar que los días tenebrosos serán muchos y que lo venidero será vanidad (vv. 7, 8).
La luz y el sol son símbolos de la vida vivida en el amor de Dios. Así como nos encanta salir cuando vemos salir el sol en un día nublado y sombrío, así podemos disfrutar del amor de Dios, la sensación de Su aceptación, el gozo de Su presencia, el conocimiento de que somos aprobados y aceptado por Él, el don de la justicia por la fe. Eso es éxito.
Pero esas líneas también contienen una advertencia. El sabio no está de llorón ni de pesimista cuando dice que disfrutes los años que se te han dado, pero recuerda los días oscuros. Él está diciendo: “Aprovecha al máximo los días buenos, porque todos tenemos días malos”.
Eso es sentido común. La idea es no dejar que la lluvia de ayer o el pronóstico de mañana arruinen el desfile de hoy.
Pero el sabio no sólo dice: “Aprovecha al máximo los días buenos, porque todo el mundo tiene días malos”. También está hablando de prepararnos para el final de nuestra vida terrenal. En los versos 9 y 10 dice que cuando seas joven, uses tu energía ilimitada, disfrutes de tu buena apariencia, sigas tus sueños, aproveches las oportunidades y aproveches la juventud. Pero recuerda que, aunque hay grandes puertas abiertas de oportunidades (que no tendrás más adelante en la vida), abórdalas consideradamente, teniendo en cuenta que muchas personas pasan toda la vida recuperándose de malas decisiones. Algunas incluso pasan una eternidad sufriendo por causa de ellas.
El éxito consiste en tomar decisiones y vivir la vida con la conciencia de que esta vida no es todo lo que hay. El verdadero éxito requiere pensar no sólo en esta vida sino también en la venidera.
No importa cuál haya sido tu pasado o cuál pueda ser tu futuro, puedes vivir con éxito si apuntas bien al blanco correcto. El verdadero éxito es vivir con la conciencia de que no todo lo que se hace “bajo el sol” es todo lo que se hace. El éxito es vivir de manera responsable, generosa y reflexiva en esta vida, mientras aspiramos y anticipamos la próxima.