por Brian Franks
Jesús es el Rey venidero, el Mesías, el Elegido, el Hijo mismo de Dios. Si los humanos hubieran escrito la historia, seguramente este Salvador habría hecho una gran entrada, una que mostrara Su grandeza y gloria, una historia digna del héroe más grande. En cambio, leemos estos detalles, expuestos en la Palabra de Dios, en lugar de ocultarlos:
El nacimiento de Jesucristo fue como sigue: estando Su madre María comprometida para casarse con José, antes de que se llevara a cabo el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo. Entonces José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo denunciarla públicamente, quiso abandonarla en secreto (Mateo 1:18, 19).
Sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su Hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón (Lucas 2:6, 7).
La madre de Jesús se encontró embarazada de Jesús, antes de comenzar su matrimonio con José. ¡Ay, el escándalo! Si Jesús hubiera sido concebido de manera normal, María habría sido apedreada por la comunidad. Si José hubiera sido un hombre normal, habría sido el testigo clave para testificar sobre su infidelidad. Sin embargo, opta por separarse silenciosamente para que María no sea asesinada ni avergonzada.
Mateo 1:20 cambia abruptamente de rumbo. Dios le habla a José sobre Su evento único en el universo y que está bien. María le ha sido fiel.
Como se profetizó, Jesús nace durante un viaje de regreso al hogar ancestral de José y María, Belén, el lugar de nacimiento del rey David (Miqueas 5:2). Pero hay un detalle que llama la atención: No hay lugar en la posada, así que Jesús nace en un humilde establo y envuelto en el pesebre de un animal.
El plan de Dios
Es fácil saturarse en esos detalles de la historia cristiana y pasar a los matices y doctrinas que parecen más importantes. Sin embargo, debemos asegurarnos de que los detalles de la historia aún lleguen frescos a nuestros corazones y mentes. El Mesías no nació en una mansión real, un hospital elegante, un hotel o incluso una casa común y corriente. A Él lo pusieron en un pesebre.
¿Por qué es esto importante y por qué Lucas lo incluiría? Porque Su humilde nacimiento preparó el escenario para Su ministerio. Jesús dejó en claro que Él es el Salvador de todos — no sólo de los ricos y privilegiados, sino de cualquiera que creyera (Juan 3:16). Jesús tenía una preocupación particular por los necesitados y un fuerte reproche a los privilegiados que se enseñoreaban de los pobres. Como resultado, Él se aseguró de que todos tuvieran las mismas oportunidades de acercarse al trono de la gracia (Hebreos 4:16).
Estos detalles muestran el plan perfecto y glorioso de Dios para el Mesías. El Salvador que llevaría a la gloria a muchos hijos e hijas (2:10), quien reconciliaría a la humanidad con el Creador, comenzó Su viaje como un hijo “ilegítimo”, nacido en un granero.
Siervo exaltado
¿Por qué los primeros cristianos se gloriarían en estos humillantes detalles? Porque la verdad es mucho más maravillosa que el posible escándalo. Jesús es el Hijo de Dios, concebido por el poder del Espíritu Santo.
Aunque cualquiera que esté familiarizado con el relato evangélico pueda encogerse de hombros ante tales detalles, éstos llenan de gratitud y asombro a cualquier cristiano comprometido. Filipenses 2:6-11 refuerza esos sentimientos.
Aquí, Pablo dice que aunque Jesús era Dios, se hizo siervo y nació “a semejanza de los hombres”. Se humilló aún más al morir en una cruz (vv.6-8). Luego Pablo escribe:
Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús SE DOBLE TODA RODILLA de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (vv. 9-11).
Note la respuesta del Padre. Jesús es honrado sobre todo, y toda la creación se inclinará ante Él. Lo mejor que podemos hacer es permanecer en la presencia de Dios, realmente asombrados por lo que ha hecho; sobrecogidos por el perdón de nuestros pecados gracias al sacrificio de Jesús; sirviendo a un Dios que nos ama tanto. Él pagó el precio para reconciliarnos por nuestros pecados contra él.
Al entregar nuestras vidas ante Dios, como lo hizo Jesús, no encontramos nada más grande que saber que el bebé nacido en un humilde pesebre es Cristo Jesús nuestro Señor.
Transformación
Por todos sus escritos, por todos sus viajes, por todas sus pruebas y jactancias, por todas sus revelaciones y logros, Pablo llegó a la misma conclusión:
Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo (3,7.8).
La verdadera prueba de esta revelación no es si estás de acuerdo en que sería una buena forma de pensar o en que Pablo dice la verdad. La verdadera prueba es que quién Cristo es ha cambiado tanto tu vida que ya no puedes concebir ninguna otra identidad o punto de anclaje. El fruto de creer en este hecho radical de Jesús como Hijo de Dios, nacido en un pesebre, nuestro Salvador, es la transformación de estar en comunión con Dios cada día, por lo que Jesús ha hecho. Que así sea, Señor.