Cosmos y cosmético — dos palabras que no parecen tener mucho en común, pero comparten una raíz griega común. La palabra griega tiene dos significados primarios: orden y belleza. Aunque estas ideas podrían parecer dispares para nosotros, en griego están estrechamente relacionadas. Las cosas en el orden apropiado, como el cosmos, fueron hermosas. Las cosas hermosas fueron bien ordenadas. Así como un rostro simétrico o una concha de caracol que muestra la espiral dorada, también el orden de la naturaleza fue hermoso, y la belleza en su orden. En muchas versiones del Nuevo Testamento, la palabra griega kosmeo se traduce como “adornar.” Algunas veces se refiere a organizar y limpiar un cuarto. Otras veces, habla de una novia embellecida. Orden y hermosura.
El caso que me impacta se encuentra en Tito 2:10. Aquí, Pablo identifica el propósito de sus instrucciones tocantes a la vida cristiana para jóvenes y viejos, mujeres y hombres, siervos y amos, esposas y esposos. Con ecos de Jesús “así alumbre vuestra luz” (Mateo 5:16), Pablo insta a los creyentes a vivir vidas santas, “para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.” Es decir, nos instruye a vivir vidas que muestren el orden y la belleza del evangelio. Este es un recordatorio que vivir vidas santas no es simplemente para nosotros, sino que de hecho está dirigido a otros, y logra la misión de Dios de redimir toda la creación. También es un reto para vivir y hablar en maneras que hagan del evangelio tan atractivo como sea posible. ¿Cómo enfrentamos este desafío en una creciente cultura post-cristiana?
Recientemente leí una encuesta del Grupo de Investigación Barna que descubrió que “Casi todo el no cristiano . . . y los cristianos que han caído . . . tienen un amigo o un miembro familiar que practica o prioriza el cristianismo — pero que estos creyentes pueden no ser las personas ideales para conversar cuando se trata de la fe.” Leer esta investigación fue fascinante pues pone en claro que muchos no cristianos y cristianos que han caído no perciben el evangelio como algo ordenado o hermoso en sus interacciones con los cristianos.
¿Qué, si pudiéramos cambiar eso? ¿Qué, si nos tomáramos el tiempo para oír lo que nuestros vecinos dicen y les demostráramos amor al responderles?
Para hacer eso, veamos a las características que los no cristianos y los cristianos que han caído identificaron como lo más importante. Estas características representan formas en que nosotros podemos hacer del evangelio algo ordenado y hermoso para aquellos que necesitan oír.
Juicio
Seis de diez de esos encuestados deseaban un compañero de conversación que escuchara sin juzgar, pero sólo tres de diez sintieron que sus amigos cristianos demostraron esta característica. Tristemente, muchos cristianos creen que debemos juzgar a los incrédulos sin importar que la Escritura lo contradiga. Aquellos que no aceptan el evangelio ya han sido juzgados. Jesús ha venido a ofrecer la salvación a aquellos que crean (Juan 3:16, 17). Este es nuestro rol como Sus embajadores — no jueces de los incrédulos (1 Corintios 5:9-13), sino compartir el mensaje y ministerio de la reconciliación con ellos para que sean reconciliados con Dios (2 Corintios 5:14-21).
¡Juzgar a un incrédulo por sus pecados individuales es como criticar a una persona que sufre de cáncer por un síntoma menor! No es nuestra responsabilidad condenar sus pecados, sino ofrecerles la salvación. Aquellos que responden a la convicción del Espíritu Santo recibirán el evangelio como el regalo que es. Aquellos que no lo hagan, sólo serán rechazados aún más por nuestra condenación.
Conclusiones
La siguiente característica trata con las conclusiones. La mitad de los encuestados dijo que ellos deseaban platicar con personas que no impongan sus propias conclusiones, y casi el mismo número dijo que apreciaban a aquellos que permitían que otros sacaran sus propias conclusiones. Aquí es donde debemos recordar que la fe en Dios es una respuesta personal profunda de creencia y confianza. No es algo para ser discutido ni coaccionado. Tal como dice el viejo refrán, “un hombre convencido en contra de su propia voluntad, continúa en la misma opinión.” Al compartir con otros las convicciones que profundamente sostenemos, debemos dejar espacio para alcanzar las convicciones de ellos y llegar a una fe genuina a través de sus propias luchas con preguntas y opciones difíciles.
A lo largo de estas líneas, otros dos resultados de la encuesta fueron significativos. El veinte por ciento expresó una apreciación por aquellos que estaban conscientes de las inconsistencias en sus propios puntos de vista, y sólo el quince por ciento apreció a alguien que fue “bueno para debatir temas.”
Algunos que abogan por el evangelismo vía apologética, pretenden que debemos tener respuestas para cada pregunta y debemos ser expertos en debates para convencer a otros del evangelio. Pero la información pinta un cuadro diferente. La mayoría de gente hoy en día no busca un debate abstracto sobre la existencia de Dios o el problema del mal. Ellos no son convencidos por aquellos que “tienen todas las respuestas” o saben cómo ganar un argumento. Más bien, ellos responden ante aquellos que tienen confianza en sus propios puntos de vista, pero conscientes de las inherentes paradojas en toda declaración de fe. O sea, ellos quieren gente que sinceramente crean lo que creen, pero que también reconocen los misterios de la fe y los límites de la razón y la lógica cuando se trata de asuntos sobrenaturales. La fe tiene su base en la evidencia, no en pruebas. Nuestra creencia finalmente descansa en un Dios de gracia que no podemos en su totalidad comprender o explicar, y no en argumentos herméticos que pueden contrarrestar cualquier objeción.
Mutualidad
La tercera característica tiene que ver en cómo nos relacionamos. Un tercio de los encuestados estuvieron de acuerdo en la importancia de que sus compañeros de conversación “confíen en compartir sus propias perspectivas,” como también demuestren “interés en la historia o vidas de otras personas.” Esto nos recuerda la importancia de la mutualidad y la autenticidad en nuestra interacción con los no cristianos o cristianos que han caído. En contraste con los enfoques “de pasada” o “presentaciones de venta” para evangelizar que fueron populares en décadas pasadas, nosotros somos llamados a un acercamiento mucho mas relacional y personal.
Pablo modela esto en su compromiso de llegar a ser todas las cosas para toda la gente, si por algún medio poder ganar a algunos (1 Corintios 9:19-23). Por un lado, él estaba comprometido en compartir el evangelio confiado en la creencia de su Salvador. Por otro lado, él estaba comprometido a construir puentes para la gente, entendiendo sus perspectivas, y entrando en sus contextos y vidas por causa del evangelio.
Estos son los dos componentes inseparables del evangelismo bíblico. Desafortunadamente con frecuencia son separados. No es suficiente sólo sostener nuestras convicciones con confianza o ser como nuestra audiencia. Debemos encontrar formas en hacer ambas sin sacrificar una por la otra. Así como el Hijo vino a ser carne, nosotros entramos al mundo de aquellos que esperamos alcanzar, mientras vivimos y hablamos el mensaje en formas que ellos pueden entender y recibir.
En esta aventura, debemos ser animados para construir nuevas relaciones. Muchos de los encuestados valoraron las conversaciones con gente que mostraron más interés en sus historias que en aquellos que ya la conocían. Debemos estar abiertos a aprender más, tanto sobre aquellos que ya conocemos, como aquellos que Dios pondrá en nuestro camino.
Preguntas
Un número similar de los encuestados estuvieron particularmente interesados en el tema de las preguntas. Ellos deseaban dialogar con gente que fueran buenos para hacer preguntas y que a la vez se enfocaran en los detalles de las preguntas que hacían. Ambas características son vitales para entender y responder a las necesidades únicas de la persona con quien estamos hablando.
Esto nos advierte en contra de enfoques genéricos o formulados para compartir el evangelio que son popularizados en métodos pasados, como la ilustración del puente o el Camino de los Romanos. Aunque estas versiones enlatadas del evangelio pueden aún ser útiles, no obstante su efectividad es limitada al abordar gente real en estados complejos de entendimiento y creencia. Es mucho mejor acercársele a cada persona como individuos únicos y buscar primero entender quienes son ellos, lo que creen, y que preguntas les interesa.
El evangelismo es muy parecido a otras formas de comunicación: escuchar es más importante que hablar. ¡No hay duda porque Dios nos dio dos oídos, pero sólo una boca! Tristemente, sólo un cuarto de los cristianos encuestados se consideraron a sí mismos buenos para hacer preguntas, y aún menos de la mitad sintieron ser buenos para mostrar interés en la vida de los demás. Estas son habilidades que pueden practicarse. Al hacer preguntas, arrancamos los pensamientos y sentimientos de aquellos ante los cuales estamos testificando. Al escuchar atentamente a estas preguntas y elaboramos nuestras respuestas para determinar con precisión sus preocupaciones especificas, nosotros demostramos amor (Colosenses 4:5, 6; 1 Pedro 3:13-17).
Escuchar atentamente incluye responder a las preguntas que se hacen, en vez de leer en ellas asunciones y actitudes provenientes de otras experiencias y conversaciones. Sólo uno de diez esperó que su compañero de conversación se enfocara en las emociones detrás de la pregunta. En otras palabras, lo que ellos buscan es a un buen oidor, no a un lector de mentes.
¿Practique lo que predica?
La respuesta más sorprendente para mí en la encuesta, fue que menos de dos en diez (15 por ciento) de los que respondieron dijeron que ellos valoraban a un compañero de conversación que “exhibiera una fe vibrante propia.” Esto es especialmente llamativo, puesto que el 57 por ciento de los cristianos creían que esto era una característica importante al compartir nuestra fe. Casi números idénticos demostraron una brecha similar entre el valor que los cristianos depositan en ayudar a otros a tener una experiencia espiritual con Dios por sí mismos (53 por ciento), y el valor que los incrédulos y cristianos que han caído situaron en esta habilidad (13 por ciento). Así que ¿cuán importante es para los cristianos practicar lo que ellos predican y ser capaces de ayudar a otros a tener experiencias espirituales?
En esto, somos guiados por la Escritura en relación a lo que los demás esperan de nosotros. Recordamos las palabras de Jesús y los apóstoles que atan nuestro estilo de vida a la efectividad de nuestro testimonio. No queremos ser hipócritas predicando una cosa y practicando otra. Sea que los incrédulos y los cristianos que han caído valoren o no si nosotros vivimos nuestras creencias por el bien de la conversación, si nos damos cuenta de la importancia de ello para que esas conversaciones lleven fruto y le den gloria a Dios.
Vivamos vidas que demuestren la realidad de nuestras palabras. Esto acerca la gente a Cristo. Esto trae gloria a Dios. Esto combina el mensaje y el ministerio de la reconciliación. Esto hace del evangelio algo ordenado y hermoso para aquellos que lo oyen.