A lo largo de mis ocho años como profesora de educación empresarial, capacité a estudiantes para que fueran exitosos en sus carreras. Se graduaron como contadores, auxiliares administrativos o de otras areas de empleo en oficina. Décadas después, me sigo encontrando con ex-alumnos que me cuentan como sus conocimientos de mecanografía y sus habilidades de oficina han sido de bendición para su vida personal y profesional.
Hace algunos años, una mujer se me acercó en un evento religioso y me agradeció por invitarla a formar parte del equipo del anuario cuando estaba en segundo de bachillerato. Me dijo que no se habría atrevido si yo no la hubiera animado. Y realmente disfrutó mucho esa experiencia.
Tiempo y confianza
Para ayudar a los alumnos a que tuvieran éxito, les enseñaba conceptos y métodos. Marcaba sus trabajos con tinta roja para señalarles los errores. No lo hacía para herirlos, sino para ayudarles a convertirse en adultos competentes que pudieran salir adelante y que supieran ganarse la vida.
Pero para llegar a ese punto, tenían que pasar tiempo conmigo aprendiendo a confiar en lo que yo les decía y creciendo en conocimiento y madurez. Lo mismo pasó con los discípulos de Jesús. Y es lo mismo para nosotros si queremos crecer en la fe.
Cordero expiatorio
Cuando Juan el Bautista señaló a Jesús como el Cordero de Dios, él había recibido una revelación de Dios: Así como los sacrificios del Antiguo Testamento cubrían los pecados de la gente en aquel tiempo, asi Jesús daría Su vida como sacrificio para cubrir los pecados de toda la gente por la eternidad.
Juan lo comparó con el cordero de Pascua. Su sangre salvó la vida de los primogénitos hebreos cuando el ángel de la muerte pasó por encima de ellos antes del Éxodo (Éxodo 12:13).
Tiempo con el Maestro
Cuando Jesús le preguntó a dos de Sus discípulos lo que querían, Juan dice que se dirigieron a Él como Rabí, «que significa maestro» (Juan 1:38) y le preguntaron dónde se alojaba.
En aquel tiempo los discípulos de los rabinos pasaban tiempo con ellos para aprender los conceptos y las doctrinas de la fe y para que observaran la fe del rabino en los hechos cotidianos. Jesús invitó a esos discípulos a «venir y ver». En esencia: «Vengan y pasen tiempo conmigo. Observen lo que hago. Conózcanme y aprendan de Mis enseñanzas». Jesús nos invita a hacer lo mismo.
Oración
Yo conozco a los miembros de mi familia mejor que a nadie porque paso tiempo con ellos. Luego están mis amigos, a algunos los conozco mejor que a otros porque pasamos más tiempo juntos. No hay vuelta de hoja. Para conocer bien a Jesús, debo pasar tiempo con Él. Debo «venir y ver».
Así que paso tiempo cada mañana a Sus pies. Empiezo alabando a Dios por Su creación, alabando a Jesús por mi salvación, por ser el Cordero que se sacrificó por mis pecados. Luego alabo y doy gracias al Espíritu Santo por ser mi inspiración y por atraerme hacia Dios. Confieso los errores que he cometido antes de continuar con mi oración.
Ayuda divina
Así como yo señalaba los errores a mis alumnos en años pasados, el Espíritu de Jesús señala los errores en mi vida: Ser tacaña. Ser rencorosa. Albergar un espíritu que no perdona. Hacer comentarios sarcásticos. Usar un lenguaje inapropiado.
No lo hace para lastimarme, sino para ayudarme a superar mis debilidades, a desarrollar un estilo de vida mejor, más agradable, más satisfactorio. Lo hace porque me ama.
Platicando con Jesús
Mientras pasamos tiempo juntos, hablo con Jesús sobre lo que tengo en mente. Oro en voz alta, o al menos en un susurro para mantener mi mente centrada.
Oro por el bienestar de mi familia, por nuestra salud y nuestro bienestar. Le platico al Señor de los problemas por los que mis amigos están atravesando y le pido que ayude a los misioneros, a los funcionarios del gobierno y por los que están sufriendo desastres. También le agradezco por Su gracia que me otorga cada día. Y le alabo.
Escuchando y alabando
Después escucho. Por lo menos así lo deseo. Desafortunadamente, esta es una área en la que tengo que mejorar. Yo tengo la tendencia a hablar más de mis preocupaciones que a escuchar Su interés por mí y por mis seres queridos. Pero trato de escuchar la voz del Espíritu de Dios hablando a mi espíritu. Justo esta mañana me inspiró para ser generosa con una ofrenda para mi iglesia.
Muy a menudo concluyo el tiempo que paso con Dios cantando un himno. En su libro de Praying: Finding Our Way Through Duty to Delight (La Oración: Encontrando Nuestro Camino del Deber al Placer) J. I. Packer y Carolyn Nystrom nos dicen que los primeros metodistas usaban un himnario junto con su Biblia cuando oraban en privado (p. 287). Cantar a Dios siempre me levanta el ánimo, y cuando termino con mi devocional, me siento fortalecida y confortada.
De vez en cuando oro usando las oraciones de Pablo, como la de Filipenses 1:9-11. Si no sé exáctamente cómo orar por una necesidad, siempre será apropiado orar por el desarrollo espiritual de alguien.
Caminando y platicando
Después de mi devocional en las mañanas, continúo caminando y platicando con mi Señor a lo largo del día. Al menos eso es lo que quiero. Tengo una mente unidireccional y no puedo mantener mis pensamientos enfocados en Él mientras cocino, escribo o hago papeleo.
Aún así, Su Espíritu me hace regresar si me desvío del camino, si me siento tentada de alguna manera. Si me enfado con mi marido, me reprende inmediatamente. Jesús ha sido fiel conmigo incluso cuando yo me olvido de Él.
La promesa del Espíritu
Jesús atrajo a Sus discípulos hacia Sí mismo para prepararlos para el servicio (Marcos 3:14). Ellos amaban tanto Su presencia que cuando habló de dejarlos para ir con Su Padre, se quedaron perplejos y muy probablemente no podían imaginarse ejerciendo el ministerio sin Su dirección.
Pero Jesús les aseguró que enviaría al Espíritu Santo para ayudarles (Juan 14-15). Lo mismo nos dice hoy a nosotros.
Desperdiciando el tiempo
Recientemente nuestro pastor nos desafió a “desperdiciar” tiempo con Jesús. Es posible que sintamos que el tiempo dedicado a la oración no es productivo. Como la ocupada Marta, preferiríamos estar trabajando todo el tiempo. Pero nuestro tiempo con Jesús puede ser la parte más importante de nuestro día, ya que Él modela nuestro estilo de vida para mantenernos en sintonía con Él.
Jesús es nuestro Maestro. Así como yo enseñaba ciertas habilidades a mis alumnos, y espero, integridad de carácter, Jesús nos enseña cómo vivir como cristianos. Es un proceso que dura toda la vida, pero Él nos acepta como alumnos sin importar nuestra edad, estado o condición.
Algunos nos sentimos fracasados. Otros van cargando resentimientos. Nuestro Señor sabe todo y nos ama a todos, a cada persona que viene a ver.