Por lo tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar (Hebreos 12:1-3).
¿Alguna vez ha probado salsa de chocolate caliente hecha en casa vertida sobre biscochos horneados en casa? Simplemente no hay nada que se le iguale, ni nada más dulce, especialmente si es hecho amorosamente por su madre. Al crecer, las mañanas con este delicioso desayuno se convirtió en algunos de mis mejores recuerdos.
Los únicos recuerdos más dulces de esa vida hogareña son el amor de mi padre y mi madre, y sus enseñanzas de la Palabra de Dios. Éstas incluyen dosis amplias y regulares de lectura Bíblica tocante a la gozosa resurrección de Jesús y Su promesa de ella. Ahora a los 75, considero la dulzura de la promesa de esa resurrección como lo más valioso, excediendo incluso aquellos preciosos recuerdos de la salsa de chocolate y los biscochos. Por medio de nuestra fe en Jesucristo, ¡esa promesa excede como uno de los mejores regalos de todos los tiempos!
Dulzura del Antiguo Testamento
Job conoció la dulce promesa de Su Redentor y Su poder de resurrección. Ese conocimiento le dio a Job el valor para asirse fuertemente a la fe a través de los problemas y pruebas que el enemigo interpuso en su camino. Esto quizá fue unos dos mil años antes de la muerte de Jesús en la cruz y la gloriosa resurrección. ¿Cómo, entonces, fue posible que Job haya conocido y adoptado en su sistema de fe esta verdad que cimenta confianza? Mediante el Santo Espíritu de Dios, Job dijo:
Yo sé que mi Redentor vive,
y al fin se levantará sobre el polvo;
Y después de deshecha esta mi piel,
en mi carne he de ver a Dios;
Al cual veré por mí mismo,
y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí (Job 19:25-27).
El capitulo 14 habla de esta verdad prometida en mayores detalles. Job pregunta, “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” Luego concluye, “Entonces llamarás y yo te responderé” (vv. 14, 15).
Dulzura del Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento, Hebreos provee una teología de fe detallada que construye sobre la verdad de la resurrección revelada a Job.
Hablamos de Hebreos 11 como el Capitulo de la Fe, aunque esta presentación de la fe más bien comienza en Hebreos 10:19 con las palabras Así que. Allí comienza una apelación a que construyamos nuestra vida de fe aferrándonos fuertemente a nuestra esperanza de la resurrección que le dio a Job su valor. Esta enseñanza acerca de la fe no termina sino hasta que leemos por tanto en Hebreos 12:1: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos. . . .” Todo lo que cae dentro de estas dos expresiones trata de la valiente perseverancia de fe: de la nuestra y la de aquellos que vinieron antes de nosotros.
Es, pues, la fe la certeza de lo que espera, la convicción de lo que no se ve . . . Por la fe Abel . . . Por la fe Enoc . . . Por la fe Noé . . . Por la fe Abraham . . . Por la fe también la misma Sara . . . Todos ellos seguían viviendo por fe cuando murieron, sin haber recibido lo prometido; sino mirándolo de lejos . . . (11:1-13).
Ahora en el presente vivimos con esta maravillosa fe. Sin ella, no tenemos ninguna esperanza que nos sostenga. ¿De qué manera construimos en forma personal nuestras vidas sobre esta fe y esperanza? El Capítulo de la Fe nos da la respuesta. Éste provee recordatorios que nos fortalecen para aferrarnos a nuestra relación con Jesús y Su gozosa promesa de la resurrección.
Dulzura personal
Hebreos 11 en mi Biblia tiene mucho más nombres que la suya. Hace unos cuarenta años que le empecé a agregar en los márgenes los nombres de aquellas personas fieles que impactaron mi vida. El primero que agregué fue el de Davy Crowson de Monroe, Oregón. Este joven tenía distrofia muscular y estaba confinado a una silla de ruedas. No creo haberlo visto alguna vez sin una hermosa sonrisa.
Davy y yo fuimos bautizados juntos en 1962 cuando yo tenía 18. Lo cargué para llevarlo al río, donde cerca de unos treinta fuimos bautizados ese día. Dios usó ese mismo momento para llamarme a ser pastor. Después de que Davy murió un tiempo después, yo escribí su nombre en Hebreos 11 como un recordatorio de su esperanza y la mía. Espero con ansia el día en que nos levantemos para recibir a Jesús juntos en la resurrección de vida. Esta esperanza es un súper, y solido regalo prometido de vida eterna de parte de Dios.
Ahora ya tengo los nombres de nueve miembros de la familia, doce miembros de la iglesia, y cinco ministros en mi capítulo de fe. El compromiso personal de fe de cada uno impactó mi vida y me dio un coraje y una fortaleza más profunda para aferrarme al poder prometido de la resurrección de Jesús. Mis fieles padre y madre, sus tres fieles hijas, y sus cinco hijos (quienes todos fueron pastores) estarán en esa resurrección. Mi madre quizá nos llame a todos a la mesa y prepararnos salsa de chocolate y biscochos.
Yo me siento como se sintió Job: “¡Aunque mi corazón desfallece dentro de mí!”