El 15 de diciembre de 1967, el Puente de Plata en Point Pleasant, Virginia Occidental, se derrumbó y muchos murieron. La investigación mostró que el puente llevaba mucho más peso del que estaba diseñado para transportar. Esto se debe a que los automóviles y camiones pesaban más en los años 60 que en 1928 cuando se construyó el puente. Incapaz de soportar el peso de los vehículos de ese momento, el Puente de Plata se vino abajo.
Esto generó una preocupación generalizada sobre la infraestructura de nuestro país y subrayó la importancia de los puentes para nuestra vida doméstica. De hecho, mucho de lo que hacemos depende de ellos.
Usando el incidente del Puente de Plata como una ilustración, el Dr. James Earl Massey escribió lo siguiente en un artículo de Christianity Today (Cristianismo Hoy en Día) de 1994: “Cada líder es un puente que conecta a las personas con significados, relaciones y oportunidades. Mucho de lo que es posible para las personas depende de las personas puente”.
La necesidad de “personas puente” nunca ha sido tan grande como en este momento de la historia. Mientras escribo esta columna a mediados de abril, el brote de coronavirus continúa haciendo estragos en formas nunca vistas en tiempos modernos. Las condiciones en la ciudad de Nueva York son lo suficientemente graves como para requerir que un conocido centro de convenciones sea convertido en un hospital. Los parques infantiles, parques, las bancas y aeropuertos están vacíos. Las salas ahora son salones de clase y oficinas. Los camiones en los estacionamientos de hospitales son morgues improvisadas.
El miedo y la ansiedad resultantes son comprensibles. Las personas lamentan la pérdida del sustento y de sus seres queridos, especialmente aquellos cuyos seres queridos murieron solos en cuarentena y no recibirán un entierro adecuado.
Pero lo más inquietante acerca de esta pandemia es la sensación de la cruda incertidumbre que nos arroja: sus incógnitas, las preguntas que evoca: ¿Cuándo va a terminar esto? ¿Cuáles serán las posibles consecuencias económicas, no solo a nivel nacional sino también para nosotros personalmente? ¿Y cómo será la normalidad cuando la alcancemos?
No hay respuestas No hay libro de jugadas para COVID-19. Es como caminar en la oscuridad. Sin embargo, los tiempos oscuros subrayan la importancia del liderazgo, que nos lleva de vuelta a donde comenzamos. Y teniendo en cuenta que mucho depende de ello, es seguro decir que cada crisis es una oportunidad de liderazgo.
Cualidades de buenos líderes
La ilustración del Puente de Plata plantea esta introspección personal: ¿Es mi liderazgo lo suficientemente fuerte como para soportar el peso de la crisis actual? Tales momentos ponen a prueba nuestro liderazgo, separando a los genuinos de los que pretenden serlo.
En su libro, The Motive (El Motivo), Patrick Lencioni afirma que los líderes lideran ya sea por las recompensas (el premio que obtienen por su arduo trabajo) o por las responsabilidades (la alegría de amar, y servir a los demás). No es de sorprender que sean éstos últimos los que soporten el peso de una crisis. Tal líder ejerce su influencia sobre la situación actual, todo por la alegría de servir a los demás.
Considere algunas de las cosas que tales líderes hacen mejor.
Proveen claridad. La confusión y la incertidumbre son típicas en tiempos de crisis. La responsabilidad del líder es proporcionar claridad. Esto no significa encontrar respuestas; en crisis generalmente no hay respuestas. Más bien, se trata de aclarar el panorama general, conectando a las personas con una visión de la vida más allá de la crisis. En Church Unique (Iglesia Única), Will Mancini escribe: “Para liderar reuniendo a las personas en torno a un futuro mejor, aunque desconocido, se requiere claridad primero”.
El mejor ejemplo bíblico es Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2). Cuando los espectadores escépticos malinterpretaron la obra del Espíritu, Pedro aprovechó la ocasión y les proporcionó claridad, ¡tanto que tres mil personas se convirtieron!
La importancia de la claridad se desarrolla diariamente en nuestras pantallas de TV a medida que continúa la pandemia. Entre más grave sea la situación, más claridad se necesita, y quienes mejor la brindan son los más respetados y admirados.
Demuestran valor moral. Más que mera valentía, esta es la capacidad de hacer lo correcto por la razón correcta ante circunstancias difíciles. Se desarrolla con el tiempo al construir la confianza, el carácter, y la integridad.
Ejemplos clásicos de valor moral son Josué convocando a más de dos millones de cansados vagabundos del desierto para cruzar a Canaán (Josué 1:10, 11) y Nehemías reuniendo a una nación para levantarse y reconstruir sus muros destruidos (Nehemías 2:17-20). Esto sucedió en momentos cruciales en la historia de Israel.
Piensan creativamente. En nuestro mundo tecnológicamente acelerado, lo único constante es el cambio, y los líderes que hacen la mayor diferencia son aquellos que se adaptan al cambio a través de la creatividad y la innovación. Como los resultados de la pandemia ya muestran, no hay forma de evitarlo. El mejor ejemplo de pensamiento creativo en las Escrituras es Jesús. Él era un comunicador maestro porque era magistralmente creativo. Para expresar Su punto de vista, contó historias, dibujó en la arena, sostuvo una moneda romana, y sentó a un bebé en Su regazo. Por eso no es de extrañar que haya cambiado el mundo.
Ofrecen cuidados. A las personas no les importa cuánto sabemos hasta que sepan cuánto nos importan. Entre las razones por las que admiramos al apóstol Pablo está el cuidado que exudaba por aquellos bajo su liderazgo. Cerca del final de su vida, al recordar algunas de las cosas que sufrió, Pablo destacó “el cuidado de todas las iglesias” como la mayor carga de su ministerio (2 Corintios 11:24-28). La capacidad de cuidados de Pablo nos recuerda a los cuidadores en primera línea que con tanta frecuencia se destacan en estos días. Cuando la vida está en juego, los líderes se preocupan.
Comunican esperanza. En su libro Hope Again (Esperanza de Nuevo), Chuck Swindoll escribe: “La esperanza es un maravilloso regalo de Dios, una fuente de fortaleza y coraje frente a las pruebas más duras de la vida”. La verdad es que la esperanza es escasa en tiempos de crisis, a menos que los líderes la comuniquen.
Todos son líderes porque de alguna manera, todos están impactando a aquellos dentro de su esfera de influencia. El liderazgo nunca es más crítico que en tiempos de crisis, y la crisis nunca ha sido tan grande como en la actualidad. La pregunta es, ¿su liderazgo aguantará el peso?
Whaid Rose, ex presidente de la Conferencia General, es decano de Artios Center for Vibrant Leadership (Centro Artios Para un Liderazgo Vibrante) y pastorea la IDD7 Newton, en Carolina del Norte. Él y su esposa, Marjolene, viven en Denver, NC.