Cuando consideramos lo que la Biblia muestra claramente respecto al juicio prometido de Dios sobre el pecado y los humanos no arrepentidos, es fácil ver sólo los tonos más oscuros del cuadro profético. Pasamos por alto las luces altas de la bondad, misericordia y compasión que también están ahí.
En los mensajes de los profetas del Antiguo Testamento, por ejemplo, podemos pasar por alto al Dios amoroso que se esconde tras los castigos que se avecinan. Incluso en Isaías, uno de los libros proféticos más positivos y edificantes, es posible que no reconozcamos el amor en las gráficas palabras de juicio dirigidas a Israel, Judá y las naciones circundantes. Sin embargo, la bondad de Dios está ahí.
Aunque Isaías 13-23 y otros capítulos consisten en los terribles “cargos”, o sentencias, sobre las naciones, debemos fijarnos en la actitud tanto del profeta como del Dios que lo inspiró. Por ejemplo, sobre la prometida destrucción violenta del enemigo de Israel, Moab, Isaías expresa fuertes emociones: “Mi corazón grita por Moab” (15:5); “Por eso vibran mis entrañas por Moab como las cuerdas de un arpa; vibra todo mi ser por Quir Jaréset (16:11). Aquí muestra la profunda y latente compasión divina incluso por aquellos que deben ser castigados en extremo.
Recto y justo
Pero quizás el lugar más claro donde encontramos la actitud de Dios hacia aquellos que deben recibir Su castigo es en el último libro de la Biblia. El Apocalipsis muestra repetidamente que el juicio de Dios contra el pecado y la maldad es final y terrible. Esto lleva a muchos escépticos a afirmar que el Apocalipsis muestra a un Dios “duro”, como afirman que hacen muchos de los libros proféticos del Antiguo Testamento. Pero el Apocalipsis muestra que no es así.
Podemos encontrar raíces de esto en el Antiguo Testamento, el cual reconoce la justicia de Dios en el juicio, como cuando Abraham declara: “¿Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?” (Génesis 18:25). El salmista también declara que “la rectitud y la justicia” son el fundamento del trono de Dios (Salmo 89:14).
Del mismo modo, la palabra griega para justicia utilizada en todo Apocalipsis es dikaiosuné, que tiene la doble connotación de rectitud y justicia. El Apocalipsis afirma que esta justicia se basa en la rectitud de Dios: “Justo eres tú, el Santo . . . Así es, Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios” (16:5, 7, énfasis añadido). La justicia también se basa en la rectitud de Cristo: “Luego vi el cielo abierto, y apareció un caballo blanco. Su jinete se llama Fiel y Verdadero. Con justicia dicta sentencia y hace la guerra” (19:11, énfasis añadido).
Ira amorosa
El Apocalipsis muestra que, a pesar de la paciencia que Dios muestra con los malvados, acabará juzgando y destruyendo el mal. Este tema es la base de los capítulos 6-20, la mayor parte del libro. En dos pasajes dentro de esos capítulos (14:14-20 y 19:11-16) se nos ofrecen resúmenes gráficos y simbólicos del juicio de Dios. Este es uno de los varios indicios de que varias escenas del Apocalipsis pueden ser visiones paralelas de un mismo acontecimiento, en lugar de sucesos secuenciales. Y no es casual que ambos pasajes hablen de la ira de Dios (14:19; 19:15).
Pero este juicio de ira tiene un propósito. Es una ira amorosa dirigida a liberar a la humanidad del pecado, más que una ira vengativa destinada simplemente a castigar a los hijos mortales de Dios.
Para ver esto, debemos observar de cerca las imágenes utilizadas en el Apocalipsis. Los castigos descritos en sus capítulos centrales culminan en las plagas catastróficas derramadas sobre la humanidad en los capítulos 15 y 16. Las imágenes utilizadas en esta parte culminante del Apocalipsis se asemejan mucho a las plagas que Dios trajo sobre Egipto para permitir el Éxodo. Por eso, al comenzar las plagas, se dice que un coro celestial cantaba “el himno de Moisés, siervo de Dios, y el himno del Cordero” (15:3).
A veces se dice que este cántico refleja la ley de Dios (Moisés) y la gracia del (Cordero), pero esto es un error. Moisés supervisó y administró el mismo tipo de plagas sobre Egipto, para liberar a Israel de la esclavitud que el Cordero administrará sobre los poderes que mantienen a la humanidad en el pecado y sobre los que no se someten a Él. Nótese cómo la canción enfatiza la justicia de este castigo:
“Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones. ¿Quién no te temerá, oh Señor? ¿Quién no glorificará tu nombre? Sólo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y te adorarán, porque han salido a la luz las obras de tu justicia” (Apocalipsis 15:3, 4, énfasis añadido).
Una mayor redención
En verdad, las plagas-castigos finales del Apocalipsis concluyen en una redención que es mucho mayor que la de la liberación de Israel de Egipto. Ahora, en vez de que sólo Israel venga a adorar a Dios (Éxodo 8:1, etc.), se dice que todas las naciones se vuelven a Él — por la razón específica de que los actos de Dios han sido revelados y reconocidos como justo juicio (Apocalipsis 15:4). Estas son las mismas naciones de las que se dijo que se enfurecían contra Dios en 11:18, pero el justo juicio de Dios no las destruye. Las libera del pecado y conduce finalmente a su salvación (12:10).
En ningún otro lugar queda tan claro este punto como en el Apocalipsis, pero no es un tema nuevo en la Biblia. El salmista escribió: “¡Canten delante del SEÑOR, que ya viene! ¡Viene ya para juzgar la tierra! Y juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con fidelidad” (Salmo 96:13k, énfasis añadido). El juicio y el castigo de Dios siempre han sido, y siempre serán, hechos con justicia y amor.