¿Alguna vez ha leído la increíble y pequeña profecía de Génesis 49:8-12? Su sorprendente predicción de parte de la historia del evangelio puede no serle tan familiar. Contiene uno de los primeros pronósticos de la obra vivificante de Jesús en la cruz:
Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío.
Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará?
No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh;
Y a él se congregarán los pueblos.
Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto. Sus ojos, rojos del vino, y sus dientes blancos de la leche.
En Génesis 49, Jacob bendice a sus hijos antes de morir. Judá será muy alabado y ocupará un lugar prominente entre las tribus de Israel (v. 8). Se le asemeja a un león (v. 9). Judá será la tribu gobernante hasta que venga Siloh (v. 10). Tanto los teólogos judíos como los cristianos creen que Siloh es el Mesías y, de hecho, un Mesías gobernante a quien la gente obedece. Él montará un burro y un pollino justo antes de lavar Su ropa en vino y en sangre de uvas (v. 11).
Burros y un León
Con esto en mente, es interesante lo que leemos acerca de Jesús en Mateo 21:1, 2. Misteriosamente arregla dos burros para Su entrada a Jerusalén, justo antes de que las multitudes lo reciban como rey y Sus ropas estén cubiertas de sangre en la cruz. También sabemos que Jesús era de la tribu de Judá y que era llamado el León de la tribu de Judá (Apocalipsis 5:5).
Además, como predijo la profecía, Judá fue en verdad la tribu prominente de Israel hasta la época en que vivió Jesús. ¿Podría ser que la mención de Génesis 49:11 de lavar Su ropa en vino y la sangre de las uvas fuera una forma poética de profetizar que el Mesías tendría una muerte sangrienta?
Estoy seguro de que lo es.
Esta profecía temprana, hecha de manera más impresionante antes de que Judá y sus hermanos se establecieran como tribus en Israel, quizás no sea tan conocida como la profecía de los dos burros en Zacarías 9:9:
Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.
Los críticos pueden tratar de restar importancia al esplendor de esta profecía mencionada en Mateo 21:5, al sugerir que cualquiera podría haber arreglado dos burros y proclamado ser el Mesías. Sin embargo, solo alguien especial podría haber generado el tipo de respuesta que Jesús hizo mientras montaba un burro en Jerusalén.
Siervo y Rey
Mateo 21 describe lo que se conoce como la entrada triunfal. Todo en este capítulo clama al Rey Jesús, a quien la gente debe obedecer. La alfombra roja, por así decirlo, se despliega ante Jesús mientras monta el burro y la multitud extiende sus ropas y palmas en el camino frente a Él. Esto recuerda a Salomón, el hijo del rey David, montado en la mula de David cuando asumía el trono como rey de Israel. La multitud en ese entonces gritaba: “¡Viva el rey Salomón!” (1 Reyes 1:38-40). Ahora la multitud clama al Rey Jesús: “¡Hosanna al Hijo de David!” En el relato paralelo de su Evangelio, Lucas los registra gritando: “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del SEÑOR!” (19:38).
Por Sus acciones, Jesús también muestra Su autoridad real al expulsar a los cambistas injustos de la casa de Su Padre (Mateo 21:12-14). Demuestra poder Mesiánico al sanar a los ciegos y cojos allí. Incluso los niños declaran que Él es el Hijo de David. ¡Todo clama, Rey! Por el camino de la cruz a Su muerte, Jesús estaría en camino a ser levantado (resucitado) para sentarse en el trono de David, exaltado a la diestra de Dios (Hechos 2:30-33).
La profecía del evangelio de Jacob en Génesis 49 también es especial porque nos habla de un gran gobernante que se humilla a Sí mismo como siervo debido a Su gran amor por nosotros. Él no solo se sienta humildemente sobre un burro, sino mucho más que eso, se humilla a Sí mismo para morir una muerte sangrienta en lugar nuestro. Él no merecía esta muerte, porque era tan puro, tan blanco como la nieve (quizás un cumplimiento de Génesis 49:12, “sus dientes [siendo] más blancos que la leche”).
Confiando en el Padre
Este tipo de Mesías humilde y comprometido, que caminó entre nosotros y murió por nosotros, es alguien a quien podemos amar y confiar plenamente porque Él comprende nuestra debilidad y dolor y todas las cosas difíciles que experimentamos. Hebreos 4:15 lo expresa bien: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Debido a que Jesús nos comprende y murió por nosotros, el apóstol Juan dio esta hermosa profecía al final de la Biblia:
Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron (Apocalipsis 21:4).
Desde Génesis hasta Apocalipsis, desde la profecía de Jacob hasta la de Juan, puedes confiar en las promesas de nuestro Padre, quien inspiró sus palabras. Ruego que les den fuerza para la vida y una verdadera esperanza para el futuro.