“¿P or qué estás tan triste, David?” preguntó papá. “Parece como si tuvieras el peso del mundo sobre tus hombros”.
“Ahhh . . . Creo que es una tontería hablar de lo que me pasa”, respondió David.
“Pruébame”.
“Quiero ser valiente”, explicó David, “pero parece que cuando me encuentro en situaciones aterradoras, me quedo paralizado. ¿Cuándo llegas al punto en el que ya no tienes miedo de nada?
“Eso no es ninguna tontería”, respondió papá. “Y me temo que la respuesta a tu pregunta es ‘nunca’. Nunca llegas a un punto en la vida en el que ya no sientes miedo. Pero con la ayuda de Dios, puedes impedir que el miedo te controle”.
David frunció el ceño. “No entiendo”.
“Bueno, déjame ver si puedo explicarlo”. Papá pensó por un momento. “¿Recuerdas la historia de la reina Ester en la Biblia?”
“Creo que sí. Ella ayudó a salvar a los judíos en su país cuando un tipo malo quería destruirlos a todos”.
“Así es. ¿Pero sabías que estaba asustada? ¡De hecho, estaba aterrada! Ella no quería ser la que acudiera al rey”.
“¿Por qué no?” David preguntó. “Ella era su esposa. Seguramente era seguro para ella hablar con su esposo”.
“No cuando su esposo era el rey”, explicó papá. “Si alguien se acercaba al rey sin haber sido llamado, lo mataban, a menos que él le tendiera su cetro. Y él no había pedido hablar con Ester desde hacía más de treinta días”.
“¡Vaya! Con razón la reina Ester estaba asustada”.
“Pero su tío Mardoqueo le dijo a Ester que tal vez la habían puesto en el palacio sólo para que ayudara a salvar a su pueblo. Aunque estaba asustada, Ester le dijo que hiciera que todo el pueblo orara por ella. Luego se puso su manto real y fue a ver al rey. ¿Te imaginas lo asustada que debió sentirse? Pero el rey le tendió su cetro real y le perdonó la vida”.
Papá continuó. “Estoy seguro de que su miedo no acabó ahí, porque tuvo que decirle al rey que su ayudante de confianza no era bueno. Este hombre quería matar a todos los judíos, y la reina Ester era judía. Fue muy cuidadosa al explicárselo a su esposo. Además, Dios hizo que el rey releyera algunos relatos históricos, y se enteró de que Mardoqueo nunca había sido recompensado por haber salvado la vida del rey.
“Cuando el rey se enteró, quiso arreglar las cosas con Mardoqueo. Entonces se enteró de que el malvado Amán planeaba ahorcar a Mardoqueo, así que el rey ordenó ahorcar a Amán en su lugar”.
“¡Vaya!” exclamó David. “Ya veo lo que quieres decir. Ser valiente no es no tener miedo. Es tener miedo y aun así hacer lo correcto y depender de Dios para que te ayude a hacerlo”.
Papá sonrió. “¡Sí! Ahora vamos a leer toda la historia”.