David estaba confundido. Su pastor había dicho que debíamos “ser santos como Dios es santo”, pero David no estaba seguro de lo que quería decir o incluso a qué palabra se refería: W-H-O-L-L-Y (COMPLETO), H-O-L-Y (SANTO), o H-O-L-E-Y (ALGO QUE TIENE HOYOS. [Este es un juego de palabras en inglés que suenan casi igual pero que tienen diferente significado]. Estaba seguro de que no era la última palabra. Esa era como los viejos calcetines que mamá le hacía tirar por tener muchos agujeros.
Cuando David buscó la palabra “completo” en el diccionario, la definición hablaba de estar lleno o completo. Eso podría describir a Dios. Él es definitivamente todo; no necesita nada. Él lo creó todo, así que ¿qué le faltaría?
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Después David pensó en la portada de su Biblia: la Santa Biblia. ¿Qué significa “santo”? Volvió al diccionario.
Ah, debe ser esto, pensó. El diccionario decía: “. . . digno de completa devoción como alguien perfecto en bondad y justicia”. Sonaba como Dios. No sonaba como David.
“Es como, ¿en qué universo soy digno de completa devoción, o perfecto?” David se preguntaba mientras estaba sentado en el patio delantero hablando con
Skippy, su labrador color chocolate. Pensó en las veces que intentaba ser bueno -se esforzaba al máximo- pero algo sucedía para estropearlo. Se enojaba o hacía algo que molestaba a los demás, como no entregar su tarea o decirle a su amigo Jason que iría a su casa después del colegio (olvidando que le había prometido a su papá que cortaría el césped).
No, pensó David, estoy muy lejos de ser perfecto, así que no puedo ser santo como Dios. Skippy le miraba con esos ojos de adoración, haciendo que David pensara que no podía hacer nada malo a los ojos de su amigo de cuatro patas. Aunque se olvidara de darle de comer, Skippy seguía ahí, amándolo por completo. Me pregunto si hay una lección ahí, pensaba David, teniendo en cuenta cómo Skippy lo amaba incondicionalmente.
Los padres de David también lo amaban incondicionalmente, aunque se enojaban cuando cometía errores. Su padre siempre decía que había que trabajar duro para conseguir algo en la vida. Tal vez él debía esforzarse más para ser santo.
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Mamá salió al porche para ver por qué David había estado sentado tan tranquilo. Mientras él compartía sus pensamientos, ella sonrió. “Esta es una vez que el trabajo duro no ayuda. Veamos algunos versículos de la Biblia. Empezaremos con Efesios 2:8, 9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Así que tu salvación viene sólo como un regalo de Dios. No puedes trabajar lo suficiente para ser santo”.
“Pero”, protestó David, “quiero ser santo para que Dios me ame”.
Mamá sonrió. “No funciona así. La santidad no es el camino hacia Dios. Dios es el camino a la santidad”. Ella continuó: “¿Recuerdas Juan 3:16? Lo memorizaste el año pasado. ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’. Él ya ha demostrado cuánto te ama.”
“Entonces”, dijo David lentamente. “¿No puedo ganarme el camino hacia Dios siendo bueno?”.
“No, cuando tú aceptes el sacrificio que Su Hijo hizo por ti y le entregues tu corazón por completo, entonces el Espíritu de Dios te enseñará sobre la santidad y cómo ser más como Él”.
“¡Vaya, gracias mamá!” David sonrió. “Eso ayuda mucho. Ahora, una pregunta más. ¿Puedo comer algunas de esas galletas que huelo?
Las citas bíblicas son de la Versión Reina – Valera 1960.