A los dieciséis años, encontré al amor de mi vida en un campamento del Ejército de Salvación. Tres años después, nos casamos. No hay suficientes palabras en el idioma inglés, ni en todos los idiomas del mundo para expresar lo maravilloso que es encontrar al amor de tu vida. Lo considero como el mayor de los logros de mi vida.
No soy un experto pero creo que puedo compartir, no solo desde mi experiencia, sino más importante, desde la sabiduría de la Palabra de Dios, sobre cómo encontrar a la persona que seguirás amando, y que te seguira gustando, después de diez o veinte años, y en nuestro caso, más de cuarenta años. Al mirar los siguientes siete ejemplos de la Biblia, espero darte una sugerencia útil para encontrar al amor de tu vida.
1. Mira más allá de las apariencias
La Biblia cuenta la historia de Sansón, un hombre fuerte que tenía debilidad por las mujeres. Después del relato de su nacimiento, comienza su historia:
Sansón descendió a Timnat y vio allí a una joven filistea. Cuando él volvió, les dijo a sus padres:—He visto en Timnat a una joven filistea; pídanla para que sea mi esposa.
Pero sus padres le dijeron:—¿Acaso no hay ninguna mujer aceptable entre tus parientes, o en todo nuestro pueblo, que tienes que ir a buscar una esposa entre esos filisteos incircuncisos?
Sansón le respondió a su padre:—¡Pídeme a esa, que es la que a mí me gusta!
(Jueces 14:1-3).
La Biblia no dice que Sansón conoció a esa mujer; dice que la vio. Al parecer, no la conocía en absoluto; de hecho, el relato ni siquiera se refiere a ella por su nombre. Eso parece significativo. Su nombre, familia, antecedentes, valores, incluso su religión, aparentemente no eran cosas importantes para Sansón. Solo sabía una cosa: “Él quería a esa mujer”.
La apariencia externa de una persona puede que te atraiga, pero no debería persuadirte. “Amor a primera vista” no es amor; es atracción. Eso no significa que sea malo. Solo significa que está incompleto.
Así que no seas como Sansón. Mira más allá de la apariencia exterior cuando busques al amor de tu vida.
2. Aparta la mirada de alguien que ya tiene un compromiso
Hay muchas cosas sobre David, el rey pastor de Israel, que haríamos bien en seguir y/o imitar. Pero no lo siguiente:
Una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa, por lo que David mandó que averiguaran quién era, y le informaron: «Se trata de Betsabé, que es hija de Elián y esposa de Urías el hitita». Entonces David ordenó que la llevaran a su presencia. (2 Samuel 11:2-4).
David pudo convertirse eventualmente en un hombre conforme al corazón de Dios, pero en esto fue un hombre codiciando la esposa de otro hombre. Obviamente, esa no es la forma de encontrar al amor de tu vida. No mires en el techo de otra persona. No coquetees con la novia de otra persona. No trates de tomar a alguien que ya tiene un compromiso.
Aléjate. Busca en otra parte. Busca a alguien que no tenga compromiso.
3. Deja que Dios te dirija
Cuando José el de Nazaret se comprometió para casarse con María, descubrió que ella estaba embarazada. Tal vez pensó que había encontrado al amor de su vida, pero según las apariencias, ella había traicionado su amor y había quedado embarazada con un hijo que no era de él.
Fue entonces cuando Dios entró en escena en una forma grandiosa. La Biblia dice:
Se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». (Mateo 1:20, 21).
Eso sucedió solo una vez, por supuesto, pero todavía hay una lección al respecto. Si quieres encontrar al amor de tu vida, deja que Dios te guíe. Déjalo hablar. Involúcralo en la decisión. No te adelantes, deja que Dios dirija. Pídele ayuda. Acepta Sus reglas. Y acepta Su tiempo.
4. Aprende todo lo que puedas
Booz vivía en Belén y estaba ocupándose de sus propios asuntos (literalmente) cuando una mujer apareció en su campo de cebada. Se fijó en ella, pero a diferencia de Sansón, no dijo: “La quiero” o “Tráiganme a esa mujer”. En cambio, la Biblia relata lo siguiente:
¿De quién es esa joven? —preguntó Booz al capataz de sus segadores.
Es una joven moabita que volvió de la tierra de Moab con Noemí —le contestó el capataz—.
Ella me rogó que la dejara recoger espigas de entre las gavillas, detrás de los segadores. No ha dejado de trabajar desde esta mañana que entró en el campo, hasta ahora que ha venido a descansar un rato en el cobertizo.
Entonces Booz le dijo a Rut: Escucha, hija mía. No vayas a recoger espigas a otro campo, ni te alejes de aquí; quédate junto a mis criadas (Rut 2:5-8).
Booz estaba interesado, por lo que comenzó haciendo las preguntas correctas, escuchando atentamente y aprendiendo de las respuestas. Si encontraras al amor de tu vida, haz las preguntas correctas, aprende todo lo que puedas, haz lo que te corresponde hacer, dale tiempo. Explora. Discute. Observa. Medítalo.
Esta es una de las razones por las que las relaciones sexuales prematrimoniales perjudican una relación. Cuando las parejas tienen intimidad física antes del matrimonio, tienden a descuidar las conversaciones de corazón a corazón que construirían una verdadera intimidad, sin nunca hacer las preguntas correctas porque sustituyeron la intimidad física por la intimidad espiritual y emocional.
5. Busca en todos los lugares correctos
Mientras Booz observaba a la viuda Rut, Rut se fijaba en él también. Y la suegra de Rut, Noemí, se dio cuenta de que ambos se fijaban el uno al otro:
Un día su suegra Noemí le dijo: Hija mía, ¿no debiera yo buscarte un hogar seguro donde no te falte nada? Además, ¿acaso Booz, con cuyas criadas has estado, no es nuestro pariente? Pues bien, él va esta noche a la era para aventar la cebada. Báñate y perfúmate, y ponte tu mejor ropa. Baja luego a la era, pero no dejes que él se dé cuenta de que estás allí hasta que haya terminado de comer y beber. Cuando se vaya a dormir, te fijas dónde se acuesta. Luego vas, le destapas los pies, y te acuestas allí. Verás que él mismo te dice lo que tienes que hacer.
—Haré todo lo que me has dicho —respondió Rut. (Rut. 3:1-5).
El consejo de Noemí suena extraño en nuestra cultura, pero esa era época de cosecha. Cuando se terminaban las labores, se celebraba una gran fiesta, y todas las familias llegaban y acampaban alrededor de la trilla. Después de la fiesta, los hombres dormían alrededor del grano para protegerlo, con la cabeza hacia el grano en el centro y los pies sobresaliendo como varillas. Noemí simplemente le estaba diciendo a Rut que se pusiera en el camino del mejor candidato para el “amor de su vida”.
En su libro Finding Mr. Right, Steve Arterburn y la Dra. Meg Rinck escriben:
Si buscas un músico… ve donde los músicos pasan el rato. Si quieres un erudito, lo mejor es buscar en un entorno universitario. Todos hemos escuchado la queja de que “no hay buenos hombres por ahí”, pero a veces la razón por la que no encuentras un buen hombre es porque no buscas en donde están los buenos hombres.
No busques el amor “en los lugares equivocados”, como dice la canción popular; busca en los lugares correctos.
6. Déjalo dormir
El rey Salomón no es el modelo ideal para las buenas decisiones románticas. Él tuvo varias esposas y concubinas, pero se le atribuye haber escrito el incomparable poema de amor de la Biblia, el Cantar de los Cantares. Ese poema sobre la pureza y la belleza de la sexualidad matrimonial contiene sabiduría para cualquiera que desee encontrar al amor de su vida. Tiene la forma de poema en estribillo, un pareado que aparece tres veces en el libro:
Yo les ruego, mujeres de Jerusalén,
que no desvelen ni molesten a mi amada,
hasta que ella quiera despertar. (Cantar de los Cantares 8:4).
Quizás Salomón cometió suficientes errores en el amor para finalmente tener un acierto. Si quieres encontrar el amor de tu vida, no te impacientes. No te apresures a hacer nada. Tómate tu tiempo. La paciencia puede retrasar los sueños unos meses, incluso años, pero es más probable que la impaciencia los descarrile. Deja que el amor duerma hasta que llegue el momento.
7. Mírate a ti mismo
El libro de Génesis cuenta la historia de Jacob, el patriarca. La primera parte de su historia lo retrata como un niño mimado, mentiroso e intrigoso que tuvo que escaparse de la ciudad para evitar la ira de su hermano gemelo. Corrió hasta la casa de un familiar donde conoció a Raquel y se enamoró. Ya que Jacob tenía poco que ofrecer, él y el padre de Raquel, Labán, acordaron que Jacob le daría siete años de trabajo a cambio de la mano de Raquel en matrimonio.
Siete años después, sin embargo, Labán se desdijo. Cuando Jacob le quitó el velo a su nueva esposa, no era Raquel sino su hermana, Leah, con quien se había casado. Entonces Jacob trabajó siete años más, y finalmente, catorce años después de enamorarse, se casó con el amor de su vida. En su viaje de regreso a casa, la Biblia dice:
Quedándose solo. Entonces un hombre luchó con él hasta el amanecer. Cuando ese hombre se dio cuenta de que no podía vencer a Jacob, lo tocó en la coyuntura de la cadera, y esta se le dislocó mientras luchaban. Entonces el hombre le dijo:
—¡Suéltame, que ya está por amanecer!
—¡No te soltaré hasta que me bendigas! —respondió Jacob.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó el hombre.
—Me llamo Jacob —respondió.
Entonces el hombre le dijo:—Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. (Génesis 32: 24-28).
Ahora Jacob era un hombre diferente al tramposo que se había escapado de casa tiempo atrás. Él enfrentó batallas y las supero. Había crecido. Fue nombrado Israel, que significa «luchar con Dios».
Si esperas encontrar al amor de tu vida, mira más allá de las apariencias y aparta la mirada de alguien con compromiso. Deja que Dios te dirija, aprende todo lo que puedas y busca en los lugares correctos. Deja descansar al amor. Y mírate a ti mismo. Esfuérzate, por mucho tiempo que tome, para convertirte en el hombre o la mujer de los sueños de alguien, y será más probable que encuentres al hombre o la mujer de tus sueños.