¿Dónde Está el Asombro?

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El Concilio Ministerial de Norte América se llevó a cabo recientemente en Covington, Kentucky. Durante ese tiempo, la comunidad que rodeaba el lugar del concilio estaba organizando un evento llamado Blink. Cada noche, los edificios importantes se iluminaban con espectáculos de luces láser y, justo fuera del área de reuniones, un gran enjambre de drones creaba una pantalla tridimensional que se transformaba de una imagen a otra, deleitando así a los espectadores.

Un edificio cercano, iluminado con láser, presentaba una arquitectura impresionante, incluidas unas torres altas. Una agradable tarde, mi esposa y yo decidimos ver esta exhibición en particular por nosotros mismos. Después de disfrutar del espectáculo de luces, con música, nos dijeron que el edificio estaba abierto para un recorrido, así que entramos.

La exhibición exterior de luz y sonido fue eclipsada rápidamente por la ornamentada decoración del alto techo. Estaba sostenido por columnas macizas, rodeado de vitrales. En un extremo había un increíble órgano de tubos y en el otro extremo un elaborado altar con estatuas de Jesús, los apóstoles y María. Nos encontramos en una gran iglesia católica. Estábamos llenos de emociones mixtas de asombro e incomodidad.

Jesús estaba en una exhibición prominente en el edificio, pero Él era solo una parte, y una parte relativamente pequeña de una exhibición elaborada destinada a crear una sensación de asombro. El asombro, sin embargo, parecía dirigido más hacia la institución de la iglesia que hacia el Hijo en la cruz.

Me hizo pensar en mi iglesia y en nuestros servicios de adoración. ¿Quién está en el centro? ¿Hacia dónde se dirige nuestra atención? ¿Hay algún sentido de asombro y maravilla?

Maravilla en la adoración

El profeta Ezequiel sabía algo sobre el enfoque adecuado de nuestra adoración. Su visión del trono de Dios es ciertamente desconcertante, pero hay una respuesta que se percibe con claridad. Estar en la presencia de Dios lo llenó no sólo de asombro y maravilla, sino de reverencia y temor. Observe cómo Ezequiel intenta describir lo que vio:

Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.  Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba (1:26-28).

El propósito de Dios al enviar a Su Hijo a morir no era simplemente perdonar nuestros pecados, sino eliminar la barrera que había separado al Creador de Su creación. Jesús rasgó el velo para que pudiéramos entrar en la presencia del Santo sin ser destruidos.

La cuestión que me llamó la atención mientras contemplaba la arquitectura y la decoración de la iglesia católica fue si queda en nosotros algún asombro y maravilla ante el increíble privilegio que disfrutamos en Jesús. Me pregunté si nuestros servicios de adoración dirigen nuestros corazones hacia la reverencia a Dios o hacia algo menos.

La mayoría de nuestras iglesias no se jactan de tener columnas doradas, vitrales ornamentados u órganos tubulares gigantes. Pero tal vez sí sentimos la presión de producir un servicio de adoración inspirador, con un grupo completo de buenos músicos que toquen los cantos más populares o de transmitir en vivo un servicio con buena iluminación y producción. Existe el peligro de que nuestros esfuerzos tengan como objetivo impresionar a los visitantes con nuestra iglesia en lugar de con nuestro Salvador.

Consideremos la promesa de Jesús: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí mismo” (Juan 12:32). Jesús hablaba de la cruz, por supuesto. Pero creo que el paralelismo con las prioridades de nuestra iglesia local es válido. Si el enfoque de nuestro corazón es aumentar el honor y la reverencia al nombre de Jesús, Él estará presente, trabajando para que por medio del Espíritu, atraiga a los corazones que sienten condenación, a su Salvador.

Cambiando el enfoque

Los reformadores intentaron corregir la autoexaltación de la Iglesia católica restaurando la predicación de la Palabra de Dios al centro del servicio religioso. Se eliminaron las estatuas y, a veces, también toda la decoración y los instrumentos musicales, por seguridad. La clara proclamación de la vida y la enseñanza de Jesús debían ser el principal foco de atención, y la respuesta de la persona en forma de canto y oración debía ser la ornamentación del santuario.

En nuestra iglesia local, estamos buscando refrescar el aspecto del santuario, actualizar el equipo de audio y video, e incluir más instrumentos para los momentos de alabanza. En cada uno de estos esfuerzos, nuestro mejor motivo es expresar reverencia por nuestro Salvador, comunicar mejor el evangelio y aumentar la participación en la adoración.

Nuestro reto, sin embargo, es no enamorarnos de un espectáculo de luz y sonido, ni enorgullecernos de nuestras instalaciones. Si las cosas se hace bien, todo esto se desvanece en el fondo, eliminando las posibles distracciones para que el evangelio pueda ser escuchado más claramente, para que Jesús pueda ser conocido más plenamente, y nuestro Salvador más sinceramente adorado.

El deseo del pastor

Mi oración para la iglesia local en la que sirvo es que anhelemos entrar en la presencia de Dios cada semana, que estemos asombrados por Aquel con quien nos reunimos, que estemos abrumados por el precio del privilegio. Mi estímulo para el equipo de adoración cada semana es que no busquen impresionar a nadie con su habilidad. Por el contrario, deben invitar a cada persona que asiste a expresar amor, gratitud y reverencia al Creador, que dio a Su Hijo para reconciliarnos con Él, y a predicar con el ejemplo.

Mi oración es que cualquier persona que asista a cualquiera de nuestros servicios se vaya diciendo, “Ciertamente la presencia del Señor está en este lugar” y que hubieran deseado poder haberse quedado un poco más en Su presencia, impacientes por tener que esperar otra semana para hacerlo de nuevo.

Cuando alguien salga de cualquier iglesia de la ID7, que piensen en algo más grande que “Que bonitas instalaciones” o “Disfruté los cantos que cantamos”. Espero que sus corazones sigan cantando la majestuosidad y el misterio de Dios, Su maravilla y Su santidad.

Loren Gjesdal
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Loren is husband to Nickki for more than 30 years and father to 2 adult children and 1 teen. He lives in Oregon where he is co-pastor of the Marion Church of God (Seventh Day), part time property manager, and Artios Christian College Co-Director.