¡Naufragio!

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Aventurarse en las carreteras y caminos solitarios de Asia Menor en los días de la iglesia primitiva ponía a los viajeros en riesgo de ladrones, golpizas y otros peligros. Los que viajaban por mar también enfrentaban múltiples peligros, y el apóstol Pablo los experimentó todos, tanto en tierra como en el mar. Quizás lo más difícil que tuvo que soportar fue la traición de alguien cercano a él, uno que había trabajado con él en la viña del Señor solo para volverse en su contra.

En las propias palabras de Pablo, “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague . . . ” (2 Timoteo 4:14). Pablo no tenía mucho más que decir sobre Alejandro, pero posibles pistas podrían ampliar nuestro conocimiento y comprensión.

Bajo el liderazgo de Demetrio, los trabajadores metalúrgicos de Éfeso levantaron un gran alboroto contra este gigante apostólico y sus enseñanzas. El trabajo de la iglesia en su ciudad disminuyó las oportunidades comerciales de los herreros cuando la gente empezó a adorar al Señor en lugar de su diosa local, Diana.

Durante el alboroto, pusieron a Alejandro para que hablara con la multitud para calmar la situación, pero lo callaron son sus gritos porque era judío (Hechos 19:34). Es posible, pero no está comprobado, que este Alejandro era el mismo hombre que más tarde causó problemas en la iglesia de Éfeso y fue expulsado de la comunidad junto con Himeneo (1 Timoteo 1:20).

Aunque comenzó bien, evidentemente Alejandro cometió algunos errores graves con respecto a su fe, que al final, lastimaron a Pablo. El necesitaba recordar a la persona y obra de Cristo y mantenerse firme en su fe hasta el final.

 

Reconciliación por medio de Cristo

Preeminente en todas las cosas, Cristo reconcilió todas las cosas consigo mismo, haciendo así la paz a través de su sangre. Los judíos habían tenido poca consideración por las naciones gentiles, los extranjeros y los ajenos a la riqueza de una relación con Dios. Pero los cristianos ahora creen que la muerte de Cristo logró dos cosas: la reconciliación cuando el “muro divisorio” entre judíos y gentiles fue derribado (Efesios 2:14) y la deuda de nuestros pecados fue pagada por completo. Solo tenemos que reclamar el recibo del pago que garantice nuestro futuro al aceptar a Cristo como Salvador y Señor de nuestras vidas.

La venida del Mesías con Su mensaje del evangelio reveló las riquezas de ese misterio generado por el Génesis: Cristo en nosotros, quien da esperanza para un futuro glorioso a toda la humanidad. Las instrucciones finales de Cristo para Sus discípulos fueron ir a cada rincón del mundo haciendo discípulos. En el mismo lugar donde la adoración de Diana había reinado en forma suprema, Pablo y sus compañeros de trabajo hicieron algunas incursiones serias con este mensaje del evangelio. Entonces parece que Alejandro tuvo un buen comienzo.

Pero hay más en el evangelio. Aún en nuestra naturaleza pecaminosa, fuimos invitados a morir con Cristo en el bautismo, poniendo fin a nuestra esclavitud al pecado y después siendo creados nuevamente en Él (Romanos 6). En lugar de las pesadas ordenanzas de los sacrificios de animales, nos convertimos en sacrificios vivos, siguiendo lo que dicta el Espíritu Santo.

No podemos hacer esto sin la ayuda de Dios. Jesús sintió la necesidad de una comunión diaria con Su Padre. Esa misma renovación diaria en la presencia de Dios es necesaria para que nosotros podamos estabilizar el curso de nuestras vidas. Tal vez eso es algo que le faltó a Alejandro. Sin ese contacto con el Padre, podemos volver fácilmente a los viejos lugares y hábitos, quedar atrapados en las trampas comunes de todos los días, incluso hasta convertirnos en enemigos del evangelio.

 

Advertencia

Es por eso que la historia de Alejandro es tan preocupante, y queda como una advertencia. En el día del juicio, algunos se sorprenderán al escuchar que han sido rechazados. Después de todo, ¿no han profetizado en el nombre de Jesús, expulsado demonios y realizado muchas maravillas en su nombre? Sin embargo, Jesús declaró que les dirá: “Lo siento, no te conozco, porque ignoraste Mis palabras y seguiste tus propios caminos” (ver Mateo 7:23). Los efectos de la reconciliación nos cambian y nos ponen en conformidad con la voluntad de Dios. Parece que Alejandro no se ajustó a la voluntad de Dios. No se dio cuenta de que, aunque todavía estamos en nuestros pecados, Jesús nos salvó de nuestros pecados y ofrece una nueva vida en Él. Aunque hemos sido creados nuevamente para realizar buenas obras, es solamente la gracia por medio de la fe la que nos salva.

Si no tenemos cuidado, también nosotros podemos terminar como Alejandro, sin un compromiso total en nuestra fe. ¿Qué nos detiene de total devoción y servicio a nuestro Padre celestial? ¿Divisiones en la Iglesia? ¿Personalidades? ¿Doctrina? ¿Trastornos familiares? ¿Atracciones mundanas? ¿En dónde nos encontramos? ¿Estamos tambaleándonos en una cerca floja o estamos parados firmemente sobre los cimientos de los apóstoles y profetas, apoyándonos en esa Roca: Cristo la Piedra Angular, nuestra esperanza de gloria?

Habiendo comenzado con fe y buena conciencia, Alejandro se tambaleó y su fe naufragó (1 Timoteo 1:19, 20). Con un pie en una iglesia nueva y el otro aún involucrado en su oficio, Alejandro deseaba lo mejor de ambos mundos. Como resultado, desperdició la herencia prometida que podría haber disfrutado en Cristo.

Lo mismo nos puede pasar a nosotros. Sin la paz que la reconciliación trae a través de Cristo, estamos perdidos y deshechos. Nuestro amor a Dios y a nuestro prójimo es primordial para lograr esa paz: “[Cristo] mismo es nuestra paz . . .” (Efesios 2:14). ¡Espero que todos podamos reclamar hoy esa paz, y la podamos mantener, por la gracia de Dios!

Dorothy Nimchuk
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Dorothy Nimchuk has a life-long love of writing. She has written intermediate Sabbath school lessons (current curriculum), stories for her grandchildren, and articles. She has self-published six books, proofread BAP copy while her husband Nick attended Midwest Bible College, served as Central District secretary-treasurer and as NAWM committee representative for the Western Canadian District women. Dorothy edited WAND (Women’s Association News Digest), Ladies Link (Western Canadian District women), and Afterglow, a newsletter for seniors. She assisted her husband, Nick, in ministry for thirty-four years prior to his retirement in 2002. The Nimchuks live in Medicine Hat, Alberta.