Moviéndose más Allá de la Información

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Pizarras, salones de clases, y libros abiertos, dominan los resultados de búsqueda en la web por ilustraciones relacionadas a la enseñanza. Cuando incluimos la palabra cristiano, entonces pulpitos, bancas y la Biblia se unen a la mezcla.

Debido a que somos los herederos de la ilustración y ciudadanos de la Era de la Información, nuestro concepto de discipulado y enseñanza con frecuencia está combinado con la noción de compartir información. Pensamos, “Ellos no hacen debido a que no entienden. Debemos decirles. De seguro, una vez tengan la información correcta, la aplicarán.” Esta es la forma que usualmente enfocamos el discipulado. Empacamos nuestros sermones y clases de escuela sabática con tanta información que nadie puede recordarlo todo, mucho menos practicarlo.

Cuando Jesús instruyó a Sus discípulos a que hicieran más discípulos “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado,” el compartir información habría sido sólo una pequeña parte del cuadro que ellos tenían en mente (Mateo 28:20b). ¿Qué se imaginaban? Probablemente laderas y sanidades, parábolas y fiestas, pozos de agua y campos de trigo, y caminar millas en caminos polvosos. Los discípulos entendieron que el Señor pasó cada minuto de cada día y noche enseñándoles. La clase nunca fue despedida porque mientras Jesús estuvo con ellos, la escuela estaba en sesión. Él trasformó sus vidas, no dándoles mucha información nueva, sino invitándolos a un nuevo capítulo de lo que Dios estaba haciendo en la tierra. Esto modificó su entendimiento de Dios y les mostró cómo caminar en los senderos del reino de Dios.

Siendo que el mundo del siglo veintiuno es enormemente diferente a la Judea del primer siglo, el estudio de la Era de la Información ha revelado un número de técnicas de enseñanza efectivas e ilimitadas. Sea que usted enseñe a adultos desde un púlpito o a sus propios hijos en el asiento delantero de su auto, estas herramientas añadirán mas dimensión a su práctica de hacer discípulos.

Arraigue su enseñanza en una historia contextual. El arco narrativo de la Biblia es la historia del reino de Dios. Los estudiantes de Jesús estuvieron arraigados en esta historia. Los estudiantes suyos, sin embargo, quizá no estén tan familiarizados con la forma en que Dios estableció Su reino y gobierno en el Edén y determinó bendecir la tierra completa al expandir este reino. Sin embargo, todo lo demás que usted les enseñe encontrará su contexto si ellos ven donde encajan dentro de esta narración.

Acorte lo que usted necesita enseñar, y concéntrese en estas cosas. ¿Cuáles aspectos del reino de Dios (como encarnados en Jesús) aún no son una realidad para sus estudiantes? Anótelos. En nuestra enseñanza, con facilidad podemos desviarnos de las tangentes y podemos “enfocarnos en los menores.” Cuando Jesús enseñaba, Él se concentraba en equipar a Sus discípulos para aquello que necesitarían cuando Él partiera. Él no se permitió ninguna distracción en su tarea.

No limite la enseñanza al salón de clase o al púlpito. Los maestros que son efectivos ven el mundo como su salón de clase. Conscientes de que los estudiantes siempre están observando, ellos aplican lo que enseñan en la línea de probabilidad, en el teléfono, en la tienda de comestibles, y en sus hogares. Cuando es apropiado, usan las palabras.

Asocie las lecciones con los objetos físicos. Un gorrión es sinónimo de la enseñanza de Jesús que ni siquiera puedo escuchar la palabra gorrión sin pensar en el cuidado de Dios por nosotros. Como resultado de un sermón que escuché acerca del tiempo, usé mi reloj al revés por dos años para recordarme que la forma como Dios ve el tiempo es diferente a la nuestra. ¿Qué objetos cotidianos podrían usarse para recordar a sus estudiantes lo relacionado a los principios del reino?

Use dichos fáciles de recordar. Dudo que algún escriba estuviera presente para registrar el Sermón del Monte de Jesús. Entonces ¿por qué les fue fácil a Sus estudiantes recordarlo? Además de las poderosas imágenes, Jesús usó técnicas lingüísticas como la poesía y la hipérbole. Su estructura facilitó a los oidores recordar lo que Él dijo. Aunque no vivimos en una cultura oral, no obstante cuando escuchamos los mismos dichos y frases con frecuencia ¡entonces los recordamos!

Cuente historias. Se dice que una imagen describe mil palabras. Lo mismo se puede decir de las parábolas de Jesús. Estas historias comunicaron verdades complejas e hicieron que las emociones se conectaran con estas verdades. Pese a nuestra propensión a elevar la objetividad, conectar con las emociones es una clave para incitar una acción. Cuando contamos historias, invitamos a los estudiantes a encontrarse a ellos mismos dentro de estas narraciones. Las historias se convierten en parte de ellos, aumentando la posibilidad de que actúen en sus vidas.

Enseñe lo mismo en contextos múltiples. Las enseñanzas de Jesús no sólo cruzan la barrera del tiempo, sino que también son aplicables en el hogar, el trabajo, la iglesia, la escuela, y alrededor de la comunidad. Sin embargo, los estudiantes con frecuencia necesitan ayuda para asociar la enseñanza con los contextos múltiples. Entre más lugares ellos conecten con una enseñanza, más penetrante viene a ser la enseñanza.

Ensúciese las manos (y las de ellos). ¿Recuerda los demonios que los discípulos no pudieron expulsar? Jesús dejó que Sus discípulos hicieran el intento y fracasaran. Él les enseñó cómo hacerlo, luego se los permitió. Sin embargo, cuando los discípulos necesitaron más ayuda, Él se las dio. Todo ministerio en su iglesia es una oportunidad para que los líderes de ministerios proveen este tipo de enseñanza y entrenamiento.

Si el discipulado fuera acerca del conocimiento, entonces todos estaríamos destinados al fracaso. Nunca conoceremos tanto como el Verbo, a través de y por medio de quien el mundo fue hecho. El objetivo de Jesús fue invitar a los discípulos a Su vida, para caminar en Sus sendas. Cuando hacemos esto y enseñamos a otros a hacer lo mismos, entonces también nosotros tomamos parte en esta gran tradición del discipulado.

Amber Mann Riggs
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Amber Mann Riggs lives near Eugene, OR, with her husband and four daughters. She writes at ambermannriggs.com.