Historias de Pastores

FacebooktwitterredditpinterestlinkedinmailReading Time: 5 minutes

Eran las 2:38 a.m. y solo dieciocho grados afuera. Estaba durmiendo profundamente en mi cálida y cómoda cama cuando escuché un gruñido profundo y fuertes ladridos en nuestro patio. Dos perros grandes estaban atacando a nuestros corderos y a nuestro caballo de tres meses.

El escenario de la pesadilla de todo pastor estaba sucediendo frente a mis ojos. ¿Qué podía hacer? Para cuando me vestí y salí corriendo, la batalla de supervivencia había comenzado. Como pastor, usé el poder a mi disposición para terminar con uno de los perros que atacaba y ahuyenté al otro.

Esta vez ganó el pastor, y los animales estuvieron a salvo con otro día de vida. ¿Pero, y la próxima vez? ¿Voy a estar siempre allí para mi pequeño rebaño de ovejas?

David también era pastor. Él entendió mi trabajo y como aplicarlo a las personas. Es por eso que a menudo recurro al Salmo 23 para alentarme. Aqui hay algunas observaciones.

 

Jehová es mi pastor; nada me faltará.

Todos los días debo cuidar a mi pequeño rebaño. Debo trabajar con ellos, consolarlos, protegerlos, alimentarlos y darles agua fresca y nutritiva para su sed. A mi rebaño nada le “faltará”.

Los inviernos son muy fríos en Montana. El primer cordero que tuvimos nació afuera cuando la temperatura estaba a menos seis grados. Ver “corderos congelados” es un espectáculo triste: corderitos congelados que nunca podrían levantarse de la nieve. Un pastor intenta estar allí en todo momento para que a su rebaño no le falte nada, pero no siempre puedo estar allí. Sin embargo, Jesús, nuestro Pastor, siempre está ahí para nosotros. Nunca nos dejará ni nos abandonará. Él es mucho más pastor de lo que cualquiera de nosotros podría ser para las ovejas.

En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará.

Los pastos verdes son lujosos, cómodos y se pueden comer. Muchas tardes de primavera, cuando se pone el sol y los pájaros empiezan nuevamente a cantar al anochecer, me encuentro sentado en “verdes pastos” con mi pequeño rebaño de ovejas y corderos. Todo está en paz. La tarde está tranquila; Las ovejas están contentas. Estoy relajado. Mi día ha terminado.

Mientras me siento en la pila de paja, las ovejas se acercan a su pastor. Las acaricio, hablo con ellas y las consuelo. Ellas dan un balido como respuesta. Una por una les llamo por su nombre, y una por una me responde. Una oveja llamada Eva pone su cabeza sobre mi hombro y no me deja hasta que la haya sobado detrás de las orejas. Cuando me detengo, con su patita delantera me golpea, pidiendo más. Ella siempre gana. Sus bebés se sientan en mi regazo hasta que corren a saltar y jugar.

Las “aguas tranquilas” crean la sensación más satisfactoria, apagando la sed. Las aguas cercanas a los verdes pastos mantienen vivas a las ovejas. El agua fresca, clara, limpia y tranquila es lo que las ovejas necesitan. En pastos verdes, cerca de aguas tranquilas, reina la paz, hasta que un coyote o perro entran en escena. Entonces el pastor debe hacer lo necesario para proteger al rebaño de los males de este mundo malvado. De la misma manera, nosotros, como el rebaño de Dios, confiamos en el Buen Pastor para recibir el consuelo, el refrigerio y la protección que solo Él puede dar (Juan 10:1-9).

 

Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

Las ovejas son tímidas por naturaleza, fáciles de matar y temen al peligro.

A menudo, simplemente se agüitan, y mueren semanas después de que un perro las ataca. Solo un buen pastor puede “restaurar su alma”. Hago lo mejor que puedo, pero ningún consuelo parece curarlas después de que un feroz animal ha hecho pedazos a su pequeño corderito.

Las ovejas no tienen un alma como nosotros. No tienen “vida eterna” como la que nuestro Pastor nos dará a su maravilloso regreso. Pero como nuestro Pastor, Jesús restaura nuestras almas todos los días de nuestra vida. Tenemos Su Espíritu, Su amor, Su bondad, Su pastoreo en nuestras vidas. Yo llevo a mis ovejas para que tengan comida física y agua; Él nos lleva a la vida eterna. Él es nuestro ejemplo de justicia. Lo que Jesús hace por nosotros no se puede hacer por mis ovejas reales. Su pastoreo nos lleva a la perfecta paz.

 

Si, aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

El día que mi hija cumplía 11 años, era un lluvioso día de junio. Triste. Lluvia torrencial. Truenos. Viento. Metimos a la casa a Leo, nuestro perro ovejero, porque el clima estaba espantoso.

Por distracción, éste pastor había bajado la guardia. Encontramos cuatro corderos en la esquina del campo a pocos metros de nuestra puerta principal. Cuatro hermosos corderitos amontonados en un rincón, junto a una cerca, estaban muertos. A uno le arrancaron la garganta. Otro fue destripado por un coyote. Las mamás ovejas estaban aterradas en otra parte del pequeño campo.

Gracias a Dios, nuestro Pastor nunca baja la guardia. Todos los días caminamos por el “valle de sombra de muerte”. Es parte de la vida; todos moriremos Pero Jesús está ahí para nosotros en todo momento.

Por lo tanto, “No temeré mal alguno”. ¿En serio? Mis ovejas temen al mal. ¿Cómo podemos vencer el miedo? Confiando en nuestro Pastor.

 

Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores: Unges mi cabeza con aceite mi copa está rebosando.

Protección. Comida. Agua. Incluso frente a perros, coyotes, lobos o leones y osos, así como David enfrentó, un pastor debe asegurarse de que el rebaño sea fuerte y saludable. Bien alimentado. Vigilado. Cuidado. Noche, día, fines de semana, días festivos, vacaciones, debo estar allí para ellos. ¿Con qué frecuencia Dios hace esto por nosotros? ¡Cada día!

¿Aceite en la cabeza de una oveja? ¿Qué puede ser eso? ¿Medicina para garrapatas y gusanos? ¿Ungüento calmante que los protege de los elementos? Tal vez es un bálsamo curativo del pastor físico como yo, como rebaño de Dios, tenemos la presencia y los poderes curativos de su Espíritu. Nos unge con aceite, el símbolo de Su Espíritu, Su protección calmante y amorosa de los elementos, tanto físicos como espirituales.

Nuestro Pastor nos ama tanto que se entregó a sí mismo para salvarnos a todos. Nuestro Cordero de Pascua, Dios en la cruz. Amor tan grande y fantástico que “rebosa” para toda la humanidad: Pastor, Juan 3:16.

 

Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.

La bondad y la misericordia para las ovejas son inusuales. Los perros no tienen piedad de las ovejas. Los perros no son malos; solo siguen su instinto. ¡Los perros no entienden la bondad y la misericordia, pero los pastores sí! Cuidamos a nuestro rebaño porque lo amamos. Un buen pastor es amable y cariñoso con sus ovejas. Pero nuestro Pastor es bueno, como solo Dios puede serlo (Lucas 18:19). Él nos da todo lo que es. Su casa. Su poder. Su protección. Su Majestad. Su vida para que podamos tener vida con Él por siempre jamás: “Yo soy el buen pastor: el buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10:10, 11).

A menudo pienso en nuestro Cordero de Dios. Él nos cría, nos cuida, nos cura, nos alimenta, nos da las medicinas físicas y espirituales que necesitamos, nos protege de ese león rugiente, Satanás. Pelea por nosotros cuando hay peligro presente. Nos sostiene en sus brazos amorosos de gracia cuando somos pequeños y hermosos, y también cuando somos viejos y canosos.

Nosotros somos diferentes de las ovejas. Una vez que una oveja muere, vuelve al polvo para siempre. Pero nuestro Pastor nos da Su resurrección a la vida eterna en Su reino (1 Corintios 15:50-53). Se asegura de que vivamos para siempre con Él en perfecta armonía sin pensar en el peligro o la muerte. Se deleita en darnos Su reino. Él es nuestro Pastor de vida por vida: “Estoy contigo siempre, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:20b).

Mike Wallace
Latest posts by Mike Wallace (see all)
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

Mike Wallace is the senior spiritual advisor for the Colorado Springs CoG7 and leader of the Montana Fellowship of the CoG7. He is an elder in the Church of God (Seventh) Day and serves a territory about the size of Ukraine. Mike and his wife, Bonnie, reside in Florence, MT. They have five children and six grandsons. On occasion, Mike has been known to raise a sheep or two.