Una Persona de Prosperidad

Aprendiendo el camino de la sabiduría bíblica.

por Dr. David Downey

Uno de mis himnos favoritos (confieso que tengo muchos “favoritos”) es “Salvador, Como Pastor Guíanos” — en parte por su hermosa melodía en tono menor, pero sobre todo porque Jesús ha tenido un tremendo impacto en mi vida con Su tierna guía. Muchas veces he vagado por ahí, intentando ser fiel a Su liderazgo, pero sin saber qué pasos dar. Luego, en retrospectiva, pude ver que el Pastor me guiaba todo el tiempo, cerrando y abriendo puertas. Reconocí Su maestría después de dar los pasos y tomar las decisiones.

Me intriga el tema bíblico de la prosperidad. He estudiado la Palabra de Dios a fondo para ver si había algo que me faltaba — algún secreto, alguna pista. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera para encontrar esta prosperidad bíblica, y creo que Dios sabía que yo estaba dispuesto a que me la revelara. Gran parte de lo que aprendí me llegó al estudiar el primer salmo. Me concentraré en los tres primeros versos, ya que es todo lo que puedo tratar en este artículo.

Qué no hacer

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado (Salmo 1:1). 

Tendemos a considerar que caminar requiere más compromiso que sentarse. Podríamos considerar el Salmo 1:1-3 como una simple repetición. Sin embargo, está escrito de otra manera, ya que estos versos tienen un impacto creciente. Las personas caminan y se comprometen para hacerlo, pero se deben mantener firmes. Por otra parte, una vez que las personas se sientan, en cierto sentido, se han unido a ese camino toda su vida. El salmista es claro: ¡Qué dichoso el que se niega a hacerlo!

Si deseamos seguir la sabiduría bíblica, primero nos daremos cuenta de que la rebelión no es una opción. Hemos elegido un camino, y no es el de desobediencia. La prosperidad nunca se encuentra al rechazar la guía de Dios. En su comentario sobre este salmo, Charles Spurgeon dice que de este texto fluyen el resto de los salmos. Se prometen bendiciones para quien esté dispuesto a rechazar el camino de las tinieblas y elegir el camino de Dios.

En una conferencia, escuché a un pastor relatar uno de los eventos más memorables de su vida como joven granjero. Su padre le había enseñado a retorcerle el cuello a un pollo, algo que no le gustó para nada. Él le retorció el cuello, pero su padre olvidó decirle que quizás el pollo podría seguir corriendo un rato más. 

Aterrorizado, el niño también se echó a correr. Casualmente, a dondequiera que iba en el corral, el pollo lo seguía. Él giraba y el pollo giraba. Zigzagueaba y zigzagueaba. El tropezó y cayó, y el pollo corrió justo sobre su espalda. El padre, tratando de consolar al niño traumatizado, dijo: “Hijo, está muerto. Simplemente aún no lo sabe”.

Esta es una imagen apropiada de nosotros. La Escritura dice que estamos “muertos al pecado”. Sin embargo, quizás debamos recordárnoslo. Nosotros debemos rechazar el camino de la muerte.

Qué hacer

“Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (v. 2).

Tomás de Kempis dijo: “No tengo descanso, salvo en un rincón, con el libro”. Una persona así se deleita en la ley. Sigue siendo la ley, y aún conlleva un yugo, pero es un yugo “fácil” y una carga “ligera”.

Cuando Jesús llegó predicando a Su pueblo, la gente decía: “¿De dónde tiene este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? (Marcos 6:2). Su sabiduría, Su autoridad para enseñar y Sus obras milagrosas estaban unidas a Su completa obediencia a Su Padre.

Jesús también meditaba en las Escrituras, como se evidenció al usarlas con tanta prontitud tanto en Sus tentaciones como en Sus enseñanzas. Él dedicaba mucho tiempo a la oración, a menudo saliendo mucho antes del amanecer para orar, retirándose a orar o incluso antes de realizar alguna gran obra. Jesús hacía estas cosas porque se deleitaba en la ley de Dios (Mateo 4:1-11).

Una persona piensa en lo que le gusta. Si somos sabios, no nos detenemos en pensamientos aterradores o desagradables por mucho tiempo. La palabra meditación significa literalmente “gruñir” o “hablar en voz baja”. Recordamos las palabras de Dios que leemos en la Biblia y las aplicamos a diario a nuestra vida. Cuando tenemos un momento de tranquilidad, podemos incorporar estos pensamientos y aspiraciones. Podemos optar por iniciar una acción que ya hemos planeado. A veces, por la noche, cuando no podemos dormir, deberíamos aprovechar esos momentos para orar, meditar e invocar a Dios. Pronto podremos recuperar un sueño reparador.

Joseph Caryl, un ministro puritano en Inglaterra, escribió en 1647 sobre la lectura de las Escrituras:

Puede ser que, al leer o mirar, veamos poco o nada; como el criado de Elías fue una vez y no vio nada; por eso se le ordenó mirar siete veces. ¿Y ahora qué? dice el profeta, “Veo una nube que se eleva, como la palma de la mano de un hombre;” y poco a poco, toda la superficie del cielo se cubrió de nubes. Así también, puedes mirar brevemente una Escritura y no ver nada; medita en ella con frecuencia, y verás una luz, como la luz del sol.

Promesa

Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará (Salmo 1:3).

Observe que la Escritura dice que esta persona será como un árbol “plantado”. No se trata de un árbol silvestre, sino de uno específicamente plantado y cultivado para que produzca. Es una planta selecta, plantada junto a las aguas que nutren, preparada para la buena obra del Maestro. Por eso, el árbol da fruto a su tiempo. El fruto temprano no tiene todo su sabor y es amargo. El fruto pasado se echa a perder. Pero quienes caminan con Dios en Su Palabra producen exactamente cuando deben hacerlo. Permanecen firmes tanto en las pruebas como en la prosperidad, siempre fuertes y útiles.

El salmista concluye con nuestro tema: “Todo lo que hace prosperará”. Aquí no hay “si”, “y”, “pero”, “podría”, “debería”. La persona que abandona el llamado de la carne y abraza la Palabra de Dios prosperará. Sabemos que la Escritura nos recuerda orar creyendo y basar nuestra fe en las promesas de Dios más que en nuestros propios deseos. Cuando oramos por lo que ya se nos ha prometido, ¡lo pedimos con valentía y certeza! Se nos ha prometido prosperidad si abandonamos la compañía de los rebeldes y meditamos en la Palabra de Dios. Así que pedimos prosperidad, creemos que llegará, ¡y vivimos en ella!

Prosperidad del alma

Sin embargo, debemos escuchar con atención, o nos dejaremos engañar por nuestros propios deseos. El salmista sabía que hay tiempos de amargura y pérdida, al igual que hay tiempos de júbilo. Cuando era más joven, solía mirar este salmo y bailar en sueños de riqueza y éxito. A medida que fui creciendo, aprendí que ser próspero no significa necesariamente bailar.

La prosperidad que anhelamos es la de nuestras almas. Si Dios quiere, puede darnos progreso, salud o riqueza, porque Él se deleita en dar a Sus hijos. Pero lo que verdaderamente anhelamos es Su presencia, Su favor y que seamos útiles. Esto es lo que nos revela la meditación de Su Palabra.

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El Amor Propio es Importante

Written By

Dr. David Downey is a freelance writer who has published work in Creation Illustrated, Seek, Precepts for Living, Light and Life, War Cry, and The Lookout. He has also published curriculum in QuickSource (Explore the Bible Series) and has published a book, His Burden is Light: Cultivating Personal Holiness, on Amazon. Dr. Downey lives in Burleson, TX.

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