La perseverancia de Pedro, el pescador.
por Daniel Flores
Una noche, Simón Pedro estaba decidido a pescar junto al lago de Genesaret, cerca de donde vivía. Así que preparó sus redes y su barca y se fue a pescar. Quizás le dijo a su esposa que estuviera lista para cocinar el pescado cuando regresara.
Pedro entró al agua y echó la red por primera vez, con la esperanza de pescar. Pero la red vacía demostró que tendría que volver a echarla.
Decidido, Pedro echó la red una segunda vez, y el resultado fue el mismo: ningún pez. Sin duda era un hombre perseverante, pues echó la red durante otra hora y seguía sin pescar. Quizás pensó que no debía volver a casa con las manos vacías. ¿Qué ejemplo daría a su familia?
Así que durante las siguientes horas, Pedro continuó con el mismo ejercicio con el mismo resultado hasta que finalmente dijo: “Una vez más. Si no pescamos nada, nos vamos a casa”.
Cansado, tuvo que sacar la barca y lavar las redes antes de regresar a casa sin ningún pez. Pero por allí pasaba Alguien que le daría a Pedro una lección que le serviría para el resto de su vida: que la verdadera perseverancia del discípulo comienza por escuchar y obedecer la Palabra de Dios.
La palabra de Jesús
El Señor también estaba junto al lago de Genesaret, y una multitud se reunió para escucharlo. Él se subió a la barca de Pedro y le pidió que se alejara un poco de tierra para poder enseñar desde allí. Pedro obedeció, aunque estaba listo para irse a casa sin un solo pez.
Después de hablar a la multitud, Jesús le dio a Pedro una instrucción específica: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. (Lucas 5:4).
Pedro, cansado y quizás desanimado tras una noche infructuosa, respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red” (v. 5).
Este momento marca el comienzo de una lección de perseverancia que transformaría la vida de Pedro y de quienes lo rodeaban. Sin duda, era un gran trabajador, ya que se necesita determinación para intentar hacer lo mismo una y otra vez durante toda la noche. Pero él necesitaba escuchar a Jesús y obedecerle para tener una pesca abundante.
Lucas 5 nos muestra los sorprendentes resultados de la obediencia de Pedro: “Encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía” (v. 6). La misma red que Pedro había lavado se estaba rompiendo. Quizás ya no la necesitaría para esa labor. Ahora se dedicaría a otra clase de pesca: la de hombres (v. 10).
Confiar y obedecer
Este acto de obediencia refleja la importancia de perseverar, incluso cuando nuestra propia fuerza y experiencia nos dicen que no vale la pena intentarlo.
La perseverancia no se trata solo de esfuerzo, sino de confiar en la voz de Jesús de que hay un propósito mayor, aunque no lo veamos de inmediato. Pedro no sabía que este acto de fe conduciría a un milagro que cambiaría su vida.
A veces, en nuestras vidas, enfrentamos momentos en los que parece que nuestros esfuerzos son en vano, pero Lucas 5:1-11 nos recuerda que debemos seguir adelante, confiando en que los resultados llegarán en el momento oportuno.
Cuando Pedro y sus compañeros obedecieron a Jesús y echaron sus redes al mar, la pesca fue tan abundante que las redes comenzaron a romperse. Llenaron dos barcas hasta el punto de que casi se hunden. Este milagro demuestra no solo el poder de Jesús, sino también la recompensa de la perseverancia al escuchar la voz del Señor.
Del fracaso a la abundancia
Nosotros somos como Pedro. ¿Cuántas veces has intentado salvar tu matrimonio? ¿Cuántos años has pasado intentando superar ese pecado que te ha dominado y desanimado? ¿Has intentado repetidamente disciplinar a tus hijos, pero sin éxito? ¿Has anhelado ser un mejor padre o madre, pero sigues fallando a tu familia? ¿Cuántas veces has intentado motivar a la iglesia a evangelizar, discipular, cambiar actitudes o ayudar a otros, pero sin ver resultados?
Los frutos de la perseverancia pueden no ser inmediatos ni evidentes en nuestras vidas, pero este pasaje nos llama a creer que incluso cuando ya estamos lavando nuestras redes o a punto de retirarnos sin éxito, escuchar y obedecer la palabra de Dios trae bendición. Pedro y los demás pescadores pasaron de una noche de fracaso a una mañana de abundancia, gracias a su disposición de intentarlo una vez más — no con sus propias fuerzas, sino con las de Jesús.
Esa mañana, había más gente en la barca con Pedro. La pesca era de todos, y ante lo sucedido, todos tenían miedo. Pero solo Pedro se arrodilló ante Jesús y reconoció su propia indignidad: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (v. 8). Si ya has lavado tus redes y te has dado por vencido, escucha hoy la voz de Jesús y obedece Su palabra. Con un corazón bueno y recto, aférrate a ella.





