Francia es famosa por sus iglesias y catedrales, y admito que como cristiano e historiador de menos calidad, me fascinan. En unas vacaciones recientes a París dos semanas después del incendio en Notre Dame, mi familia visitó algunas de las maravillas góticas de siglos de antigüedad siendo testigos de su increíble belleza. Su capacidad para conmover e inspirar con el cristal y piedra abovedados es innegable. Pero a pesar de lo grandioso que fue, lo más destacado de nuestro viaje fue el sábado que pasamos en adoración y compañerismo con una pequeña congregación de creyentes cristianos en 120 Boulevard Voltaire.
Fue sólo un corto trayecto en metro desde nuestro apartamento en el Sena a Voltaire, pero la mañana lluviosa y nuestra falta de familiaridad con el área dificultaron encontrar la iglesia. Saliendo del «tubo» en una rotonda donde convergen seis calles, mi esposa Stephanie e hijos, Tabitha e Isaac, se inclinaron hacia el viento con los paraguas en la mano y caminaron por la calle equivocada. Exploramos los seis antes de encontrar nuestro camino – media hora más tarde – hasta las grandes puertas dobles en 120, donde el hermano Jean Marc nos estaba esperando y saludándonos con la mano.
Con cálidos abrazos y un beso en cada mejilla nos condujeron a través de un patio y al edificio donde la adoración ya estaba en marcha. Recibidos y acomodados por Deacon Simion, nos pusimos cómodos. Con el servicio en francés la hermana de Jean Marc, Fabienne, tuvo la amabilidad de traducir para nosotros. No olvidaré pronto su incontenible sonrisa mientras comunicaba los procedimientos. La música fue dirigida por la hermana Roselyne, con dos hermanos acompañando con sus guitarras. Aunque no reconocimos los cantos me di cuenta a mitad de un hermoso himno en donde el Señor Jesús es alabado, el lenguaje no es una barrera en absoluto. Estábamos en casa.
El servicio procedió con u miembro de cada familia puesto de pie para leer una escritura o solicitar un canto. Nos invitaron a participar. Leí el texto favorito de mi hija, uno muy presente: 2 Corintios 5:17-21. El versículo 17 dice: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación; lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo”. He aquí había un momento de “nueva creación.” Aunque extraños para nosotros, en Cristo y en este lugar, éramos familia.
Un receso antes del servicio de predicación nos permitió presentarnos. La mayoría de la congregación hablaba inglés bastante bien. Nuestro «Bonjour, mon frere» nos emocionó. Cada uno nos saludó con un beso en cada mejilla. En casa nos saludamos con un abrazo o nos damos la mano en la iglesia. ¡Me gusta la manera francesa!
Antes del sermón, el pastor Phedre me dio la oportunidad de compartir los saludos de la Iglesia de Dios en Norteamérica y de hablar sobre el Abogado de la Biblia. Repartí algunas de las revistas y me preguntaron cuándo estaría disponible la versión en francés.
El pastor Potorel predicó de Malaquías 3 y Proverbios 3 sobre temer y honrar al Señor en todas las cosas, especialmente con nuestros recursos. El mensaje del sábado fue consistente con el tono de todo el servicio: agradecido y reverente.
Tuvimos la oportunidad de visitar el día en que celebraron la Cena del Señor. Tomar la comunión con estos dulces hermanos y hermanas fue una experiencia especial y selló nuestra comunión. Luego vino el almuerzo. No puedo llamarlo comida a la canasta (potluck), después de todo, este es Paris. Todos estábamos sentados en una mesa, y Deacon Simion y su hermano Christian sirvieron. Seis cursos, Primero una ensalada. A continuación, quiche. Esto fue seguido con pollo al curry con frijoles y arroz. El cuarto plato fue el queso. La fruta fue quinta. Para cuando se sirvió el postre, yo estaba demasiado lleno para comerlo. Envolvieron nuestro pastel y tarta, y los llevamos con nosotros.
La hora en una mesa como esta anticipa el reino de Dios mejor que cualquier otra cosa que hagamos como compañeros discípulos de Cristo. Ellos deseaban saber todo sobre nuestra iglesia y nuestra vida en los Estados Unidos, y nosotros deseábamos saber todo sobre la vida en Francia. Biblia, política, comida y cultura – hablamos de todo. Recuerdo la risa sobre todo. Nos reímos y reímos mientras contábamos historias y nos conocíamos. La alegría y la hospitalidad fueron tremendas.
Nos despedimos y nos dirigimos por el Boulevard Voltaire hasta el metro. El nombre de la calle me hizo sonreír. El filósofo francés Voltaire fue un famoso crítico del cristianismo. Criticó la Biblia, en particular y predijo que dentro de cien años sería olvidada. Nuestro sábado en París es evidencia de lo contrario. La gente del Libro está viva y bien en París. Allí, en “120” hay una catedral viva, no de cristal y piedra, sino de gracia y verdad que está en Jesucristo.
Si está de vacaciones en París, asegúrese de visitar Communauté Chrétienne Foi Et Oeuvres, CCFO
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