Todo líder cristiano está bien familiarizado con la palabra necesidad. Ésta penetra la atmosfera de la iglesia mientras contemplamos nuestra cultura. Tira de nuestros corazones al igual que saca nuestras lágrimas y recarga nuestros hombros. En ocasiones, nos pone en competencia contra el tiempo que debilita nuestra habilidad de respirar.
Pareciera que tan pronto podemos señalar el fruto de nuestro ministerio, aparentemente otras necesidades lo borran de nuestra consciencia. Algunas veces leemos las palabras “Ve y hazlo,” y nuestras entrañas reflexivamente se ahogan diciendo, “¡Estoy tratando!”
En momentos como éste, nuestra mayor necesidad es sumergirnos en la fe que inspiró a Pablo al proclamar que la iglesia es “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23).
A través de las aguas
Ni usted, ni los miembros de su congregación son gente ordinaria. Por el contrario, usted es parte de una enorme tradición de hombres, mujeres y niños que han permitido que Dios los saque de un estilo de vida, y mediante la fe, milagrosamente han atravesado un cuerpo de agua y emergido hacia otra forma de vida.
Cuando Josué y los Israelitas miraron al otro lado del Río Jordán, vieron, tanto la tierra prometida, como también la nueva forma de vida que eso significaba. Cuando Dios apartó las aguas para que pudieran pasar, ellos dejaron atrás un desierto de necesidades.
Durante el relato esencial del Éxodo, Dios emancipó a Moisés y a una procesión de esclavos hebreos muy agotados a través del Mar Rojo. Después los llevó a un lugar donde Él se les revelaría y les enseñaría Sus caminos.
Abraham fue considerado extranjero en la tierra de los Cananeos porque pocas personas en ese tiempo cruzaban los ríos que separaban sus tierras de la región de Babilonia. Noé y su familia también fueron traídos a un nuevo lugar como resultado de un cruce de agua.
Sin embargo, esta tradición se remonta aún más atrás, a un tiempo cuando “las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la paz de las aguas” (Génesis 1:2). De esas aguas Dios produjo vida.
Y Él lo sigue haciendo hoy en día. Cuando consideramos el bautismo a través de esta lente, éste se convierte en un acto más que simbólico. Reconocemos que nosotros, también, hemos cruzado un cuerpo de agua hacia un nuevo lugar, y que ese lugar milagroso está dentro del cuerpo de Cristo. El mismo cuerpo está haciendo todas las cosas nuevas, y comenzando con nosotros, está reconciliando toda la creación para Sí mismo hasta que consuma la historia con la renovación física de todas las cosas en el cielo y en la tierra.
Con esta confianza Pablo aseveró, no sólo que la iglesia está alcanzando “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo,” sino que también Cristo nos está dando lo necesario para lograrlo (Efesios 4:13).
Nueva vida juntos
Cristo le ha dado a la iglesia lo que ella necesita. Específicamente, nos ha dado el uno al otro. Sin embargo, también nos ha dado aquello que no estuvo disponible a la gran nube de testigos que existieron antes de nosotros. Mediante Cristo, Él nos ha dado el Espíritu Santo internamente. Y este Espíritu ha dotado a cada miembro — portadores de la imagen, que ha pasado a través de las aguas del bautismo hacia una nueva forma de vida. La intención de Cristo nunca fue que el peso de la responsabilidad del ministerio sea la carga de una persona o de un puñado de miembros conocidos como líderes. Más bien, debe extenderse entre el sacerdocio de todos los creyentes.
Juntos encarnamos la plenitud de Cristo en la tierra y llevamos a cabo las funciones de Su iglesia. Juntos nos edificamos unos a otros para la obra del servicio. Y solamente juntos [alcanzaremos] toda la medida de la “plenitud de Cristo.”
Por lo tanto, de todas las necesidades físicas que podamos señalar, ¿cuál es la que mas necesitamos? Nos necesitamos unos con otros. Dios ha dotado a la iglesia con todo lo que ella necesita para prosperar y esté saludable: Él nos ha dado unos a otros. Este ímpetu es el núcleo del discipulado y de la transformación personal. Al ir Dios aumentándonos en número, nosotros compartiremos con Él la plenitud de Su propósito desde el principio de la creación para reflejar Su dominio sobre toda la tierra.
Recuerde, reflexione, responda
¿Se siente abrumado? Recuerde su bautismo. Reflexione en las formas únicas que Dios le ha dotado para edificar la iglesia. ¿Qué tipo de servicio para Dios lo conectan más a usted con el gozo de Cristo? Entonces ayude a sus hermanos y hermanas en Cristo a recordar sus bautismos. Comparta con ellos cómo usted ha notado que Dios les ha capacitado para la edificación de la iglesia. Pregúnteles qué tipo de servicio para Dios los conecta mejor a ellos con el gozo de Cristo, y ayúdeles a encontrar formas para involucrarse más plenamente en ese servicio.
Cuando leemos las palabras “Id y haced” con esta perspectiva, podemos pedir sabiduría para moldear la iglesia en una comunidad que haga discípulos a miembros de todas las edades preparándolos para llevar a cabo maduramente las funciones de la iglesia — operaciones para satisfacer necesidades de Cristo. Afortunadamente, sabemos que cuando carecemos de sabiduría, podemos “pedirla a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche . . .” (Santiago 1:5). Hasta que Su paz impregne la atmosfera de la iglesia.
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