Siendo las manos y los pies visibles de Jesús.
por Jamin Teran
Cuando a alguien en la iglesia le preguntan: “¿Cuál es tu don?”, el noventa por ciento de las veces responden, el “Servicio”. La mayoría de las personas se consideran capaces de ayudar a los que necesitan ayuda.
Esta respuesta encaja con el modelo bíblico para los creyentes. Las palabras siervo, servicio y servir aparecen en la Biblia (NVI) más de mil veces. El servicio es la naturaleza del Rey mismo. Jesús dijo: El Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir” (Mateo 20:28).
Con esta actitud, la iglesia debe seguir teniendo un impacto hoy en día. Jesús quería dar a conocer Su reino a los demás. Pero en un mundo quebrantado, sin Dios, necesitamos brindar oportunidades para que las personas sientan la presencia de Dios. Esto lo hacemos a través del servicio. Nosotros somos las manos y los pies visibles de Jesús — aquellos que dan a conocer Su voluntad y Sus caminos de generación en generación.
Auto-servicio
Aunque parezca simple, muchos cristianos han perdido el sentido del servicio, y en cambio buscan complacerse a sí mismos.
Aunque nos consideremos modernos, la raza humana sigue representando lo que la historia siempre ha sabido: Nosotros estamos en constante conflicto con el “yo”. A medida que las redes sociales siguen moldeando la sociedad actual, vemos a millones de personas que se sirven a sí mismas satisfaciendo su necesidad de validación y de sentido de pertenencia. Ellos hacen realidad las palabras de Jesús: “Ningún sirviente puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro o querrá mucho a uno y despreciará al otro” (Lucas 16:13).
Servir a Dios y a los demás no puede quedar eclipsado por servir a nuestras propias necesidades. Esa ambición interminable de ser reconocidos distorsiona el llamado de Jesús para nuestras vidas. Al buscar la fama (Génesis 11), nos alejamos de nuestra relación con Dios y perdemos la oportunidad de ministrar en el plan de Dios.
Características bíblicas
Un grupo de mujeres en los Evangelios nos muestra un camino diferente. Lucas 8:2, 3 dice que ministraron y sirvieron junto a Jesús. Después de encontrarlo como Señor y Salvador, respondieron a Su llamado. A través de su ejemplo, vemos tres rasgos importantes que inspiran el servicio.
Gratitud. Lucas nos dice que estas mujeres estaban agradecidas por lo que Jesús había hecho por ellas. Cada una tenía gran quebrantamiento, físico y espiritual. El verso 2 destaca a María Magdalena, de quien Jesús sacó siete demonios. Habiendo sido salvas por Jesús, ella y otras mujeres se convirtieron en Sus discípulos leales, sirviéndole a Él y a los demás.
Jesús ha hecho lo mismo por nosotros. Fuimos restaurados de nuestro propio quebrantamiento con el gozo de la salvación. Jesús eliminó la esclavitud del pecado que corrompía nuestros corazones y mentes. Cuando estamos agradecidos, encontramos formas de servirle con nuestro tiempo y nuestros dones.
Dar. El ministerio de Jesús requirió que Sus discípulos viajaran con Él durante tres años, así que lo dejaron todo (familia, ingresos) y lo siguieron. No tenemos un registro de mil comidas milagrosas en la Biblia para alimentar a estos hombres todos los días, pero sí tenemos un registro de estas mujeres que satisfacían las necesidades del grupo. Cada una de ellas dio de sus propios recursos y habilidades para poner el reino de Dios al alcance de los demás. Esto sentó el ejemplo de lo que vemos más adelante en Hechos 4, cuando los creyentes compartían sus recursos entre ellos. Cuando damos, como lo hicieron estas mujeres, servimos a las necesidades de los demás.
Entre las mujeres mencionadas en Lucas 8 estaban Juana, cuyo nombre significa “Dios es misericordioso”. Su esposo, Cuza, ocupaba un puesto de autoridad en la casa de Herodes, y Juana probablemente pertenecía a una familia judía prominente que también servía a Herodes. Su disposición a participar en el servicio del reino de Dios apoyando el ministerio de Jesús es algo que hay que destacar. No sabemos cuánto proveyó para Jesús y Sus discípulos, pero su constancia en hacer algo con lo que tenía habla muy bien de ella.
Fidelidad. Aparte de María Magdalena, no se encuentran muchas veces en los Evangelios mujeres como Juana, Susana u otras de este grupo mencionadas. Ellas siguieron a Jesús sin fanfarrias, aun cuando era inconveniente y peligroso. Nunca lo abandonaron, ni siquiera después de Su muerte. Estas mujeres sabían que el servicio era una respuesta a su amor genuino por su Señor y Salvador. Incluso cuando los discípulos abandonaron a Jesús, ellas permanecieron con Él hasta el final. La fidelidad, aunque no es fácil, es un fruto del Espíritu. Estas mujeres no estaban ansiosas por ser vistas o escuchadas; estaban ansiosas por permanecer fieles a su Señor y por servir.
Obedeciendo el llamado
Tan pronto como Jesús transformó las vidas de estas mujeres, ellas se comprometieron con Él hasta el final. Ellas sabían que eran siervas del reino y estaban preparadas para ministrar en cualquier forma que su Maestro requiriera, esperando estas palabras a Su regreso: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mateo 25:23).
Ahora vemos por qué el Señor usó a estas mujeres para anunciar Su resurrección a Sus discípulos (Lucas 24:9-12). Espero que todos estemos dispuestos a servir al verdadero Maestro, como lo hicieron estas mujeres, para hacer que Su llamado al reino sea una realidad en nuestras vidas y una extensión de Su reino en la tierra. Cuando servimos al Señor con gratitud, generosidad y fidelidad, Él hará grandes cosas a través de nosotros.





