Fue más que caótico. Las multitudes se habían reunido por la noche alrededor del juzgado central y vieron cómo el gobierno condenaba al Hombre. Tal juicio estaba en contra de la ley del país, pero las circunstancias eran tan amenazantes para el gobierno que los líderes creyeron que necesitaban juzgar a ese Hombre.
Sin que se presentara ningún consejo para la defensa, procedieron a burlarse de Él y ridiculizarlo. Sus crímenes fueron considerados tan escandalosos que solo la pena de muerte sería suficiente. Hasta ese mismo día, las multitudes habían gritado Su gloria y triunfo. Después esas mismas personas se volvieron contra Él.
Afortunadamente, este no es el final de la historia. Como veremos en las Escrituras, uno de los hombres más cercanos a Jesús le fallaría en Su hora más oscura. Pero su cambio nos anima a difundir el evangelio, sin importar nuestras debilidades.
Pedro niega
Unas horas antes en esa noche, uno de Sus jóvenes seguidores le había jurado lealtad. Este mismo hombre perdió la fe cuando vio y escuchó a la multitud de burladores, y cuando vio cómo golpeaban y azotaban a su amigo. El discípulo estaba incluso avergonzado y asustado cuando el gobierno lo juzgó.
Pedro se acobardó. Jesús le había dicho: “Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces” (Lucas 22:34). Sin embargo, más tarde en la noche, después de presenciar el juicio y la burla hacia Dios en la carne, Pedro negó a Jesús por tercera vez. Y después escuchó el canto del gallo. “Y saliendo de allí, lloró amargamente” (vv. 54-62). ¡Se arrepintió!
Pedro espera
Fueron cincuenta días largos y desgarradores después del asesinato de Jesús. Habían pasado muchas cosas desde que Pedro se había “acobardado”. Jesús fue crucificado. Estuvo en la tumba durante tres días y tres noches, después había resucitado y había sido glorificado a Dios. Él se había convertido en nuestro último sacrificio para nuestra salvación eterna (Hebreos 9:11-15).
Pedro y los demás discípulos pasaron cuarenta días con Jesús después de Su resurrección, aprendiendo todas las cosas sobre el reino de Dios. Se les mandó esperar en Jerusalén hasta que viniera sobre ellos el poder del Espíritu Santo (Hechos 1:3, 4, 8).
Pedro predica
En el Día de Pentecostés, los discípulos esperaron juntos en Jerusalén y los milagros de Dios comenzaron a suceder. Un fuerte viento se precipitó en la casa donde estaban reunidos, y lenguas de fuego divididas se asentaron sobre la cabeza de cada discípulo. En ese momento, todos fueron llenos del Espíritu Santo (2:1-4). Joel había profetizado este evento mucho antes, y ahora el Espíritu de Dios se estaba derramando sobre toda la humanidad (vv.16-21). Siendo lleno del Espíritu Santo, Pedro cambió. Justo cincuenta días antes, había perdido la fe y se había acobardado.
Pero Pedro se convirtió en un valiente ese día. Cantó como el gallo y despertó a Jerusalén. De pie con los Once, levantó la voz y pronunció el mayor sermón de su vida. Lo que Pedro predicó llegó a ser conocido por la iglesia de Dios del primer siglo como la “doctrina de los ‘apóstoles” (v. 42).
El mensaje de Pedro
El mensaje que Pedro dio en ese primer Pentecostés del nuevo pacto es el mismo mensaje que debemos proclamar hoy en día. Al repasar su sermón en Hechos 2:14-36, vemos la doctrina de los apóstoles explicada para nosotros, paso a paso:
- Puso a Cristo en el contexto bíblico y cultural de su época.
- Confesó que Jesús es el Señor y que Su reino estaba por llegar.
- Proclamó que el Espíritu Santo había venido para guiar a la iglesia de Dios.
- Afirmó que el Espíritu Santo fue introducido a todos los pueblos para salvación a través de Jesús, cuando nos arrepentimos y somos bautizados para la remisión de los pecados.
¡Qué notable transformación para el apóstol Pedro! Ese día, tres mil personas se arrepintieron, fueron bautizadas y recibieron el don del Espíritu Santo (v. 41). Pedro, de ser un cobarde pasó a ser un valiente, como el gallo, cantó el evangelio de Dios: Jesucristo, crucificado y resucitado después de tres días y tres noches para la gloria de Dios en propiciación por nuestros pecados, para nuestra salvación.
El ejemplo de Pedro
Este mismo mensaje de la doctrina de los apóstoles se repite a lo largo del Nuevo Testamento. Pedro, Santiago, Juan, el diácono Esteban y Pablo continuaron compartiendo una versión de este original sermón.
Pedro repitió el mensaje de salvación por medio de Jesús solo a los gobernantes de Judea en Hechos 4:8-12 y nuevamente a los nuevos gentiles convertidos en Hechos 10:34-48. Esteban lo predicó en Hechos 7, y fue asesinado por ello.
Pablo escribió: “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas” (1 Corintios 15:3-5). Aquí, Pablo repitió la doctrina de los apóstoles, registrada en Hechos 2:42. Al final de su vida, unos treinta y cinco años después de la crucifixión de Jesús, Pablo terminó su tiempo apostólico en la tierra “predicando el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo sin impedimento y sin temor alguno” (Hechos 28:31).
Los apóstoles y los líderes de la iglesia de Dios del primer siglo “cantaron” el evangelio de Jesucristo y Su reino. Proclamemos el mensaje de Jesucristo crucificado, resucitado de entre los muertos para salvación de toda la humanidad. ¡Tengamos la fe del Espíritu Santo para cambiar y contarle al mundo sobre la venida del maravilloso Rey de la tierra: Jesús, nuestro Señor y Salvador!