Me siento convencido de que debo reconciliarme con un hermano en la iglesia, pero no estoy seguro de cómo hacerlo. ¿Me puede aconsejar?

Me siento convencido de que debo reconciliarme con un hermano en la iglesia, pero no estoy seguro de cómo hacerlo. ¿Me puede aconsejar?

 

Su situación suena como si se tratara de dos seguidores de Cristo que se han distanciado debido a ofensas, conflictos o malentendidos personales como se menciona en Mateo 5:22-26; Efesios 4:31, 32; y Colosenses 3:12-14. No suena como lo que se menciona en Mateo 18:15-17 o en Gálatas 6:1, donde un hermano es vencido por el fracaso y necesita la intervención de otros creyentes maduros para confrontarlo humildemente acerca de su pecado.

Si éste es el caso, entonces lo correcto ya está hecho a medias. Si no estuviera usted convencido de amar y ser amado — perdonar y ser perdonado — por su hermano, no tendríamos muchas esperanzas de una segunda mitad exitosa. Pero usted está en la iglesia y ha escrito aquí para pedir consejo, así que creo que su convicción viene de Dios a través del Espíritu Santo. Lo único que queda ahora es “apretar el gatillo” — es decir — ceder a la convicción del Espíritu y seguir completamente Su dirección a través de la Palabra escrita en los primeros tres textos anteriores.

Mi consejo es que usted decida en su corazón ponerse en contacto con su hermano de inmediato, antes de que pase otra semana. Hágalo en persona o por teléfono, no por correo electrónico o correo postal. No abra todo el problema ni intente resolverlo en este primer contacto. Simplemente dígale al hermano que Dios lo ha convencido acerca de la relación quebrantada o tensa entre ustedes, y que está listo para corregirla. Espere su respuesta. Luego, sin más detalles, pídale a su hermano que se reúna con usted pronto en un momento y en un lugar neutral donde puedan hablar los dos.

Desde ese momento hasta que se reúnan, debe humillarse y orar, orar, y orar. Su actitud durante la reunión será el factor más importante para decidir el resultado. No debe usted acusar a su hermano ni recordarle sus fracasos. Más bien, escúchele atentamente y asuma la plena responsabilidad de sus propias palabras, pensamientos, acciones y/u omisiones que hayan causado o contribuido al problema. No ponga excusas por su propio comportamiento. Y no diga: “Si dije o hice algo que lo lastimó, lo siento.” Más bien, admita sus pecados contra su hermano, honestamente pídale que lo perdone y busque un acuerdo para que cada uno de ustedes perdone libremente al otro tal como Cristo les perdonó a ambos.

Si ambos se perdonan mutuamente y están de acuerdo en dejar el problema en el pasado, ha ganado a su hermano y ha rescatado su propia alma. Agradezca a Dios y establezca en su mente que siempre le ame, le acepte y le perdone en el futuro, independientemente de las circunstancias.

Si su hermano no le perdona, debe reexaminar sus propios motivos y actitudes antes de concluir que su alma ha sido liberada. ¿Qué hay de su espíritu y de sus palabras que le dificultaron o imposibilitaron que respondiera como usted esperaba? Vuelva a doblar sus rodillas antes de intentarlo de nuevo. Luego, puede solicitar una segunda reunión para seguir discutiendo los problemas y trabajar hacia la resolución total y final. Puede ser útil llevar a una tercera persona sabia con usted — alguien agradable para ambos — para ayudarles en el proceso de reconciliación.

— Anciano Calvin Burrell

 

 

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Él Nunca Me Abandonó May-June 2019

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Calvin Burrell is former editor of the Bible Advocate and former director of G. C. Missions. He retired in 2015 and lives with his wife, Barb, in Stayton, OR. They attend church in Marion, OR.

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