Como ministro, siempre me han gustado las palabras descriptivas y significativas. Cuando aprendí la palabra evangélico por primera vez, me impresionó su definición y me emocionó decir: “¡Soy evangélico!” Aunque todavía me atrae, en los últimos años me he mostrado más reacio a declarar públicamente esa respuesta simple y gozosa del corazón: “¡Soy evangélico!”
¿Qué significa evangélico? Es aquel que cree y difunde el mensaje de Jesucristo según los cuatro Evangelios (Evangels) y el resto del Nuevo Testamento. A partir de esta definición, la profundidad de evangélico se ramifica en varias aplicaciones. Aquí hay tres.
Evangelio: las buenas nuevas de la salvación de la humanidad a través de Cristo. (Cada uno de los cuatro evangelios son las Buenas Nuevas).
Evangelista: aquel que trae, habla y escribe las buenas nuevas de salvación por la fe en Cristo.
Evangelismo: la predicación y difusión del evangelio de Jesucristo.
Durante cincuenta y siete años he predicado sobre la vida, las enseñanzas y el ejemplo de Jesús; Su venida a la tierra para salvarnos derramando Su sangre en la cruz; Su resurrección y la promesa de Su regreso para recibirnos en Su reino eterno.
¡Vivir y compartir la historia de Jesucristo es lo que hace que los creyentes sean evangélicos! Los cuatro evangelios revelan esta verdad. Un evangélico cree, vive y espera en la historia completa de Jesús. Pero en los últimos tiempos lo evangélico se ha torcido y se ha vuelto doloroso para muchos cristianos. En su uso actual, la palabra ahora se asocia más con la política partidista y el poder.
Es difícil imaginar que cualquier verdadero evangélico permitiría que la palabra se usara de una manera que pudiera distraer o denigrar su verdadero significado de evangelizar acerca de Jesucristo. Pero esta palabra profundamente centrada en Cristo ha sido redefinida y abusada por los partidos políticos del mundo y sus candidatos.
Siempre he afirmado ser un evangélico al creer y compartir el mensaje de Jesús que se enseña en los evangelios y el resto del Nuevo Testamento. ¿Y ahora qué? ¿Qué debo proclamar personal y públicamente, considerando que lo evangélico se trata más de un partido político que de la persona de Cristo?
El maravilloso término cristiano evangélico ahora se refiere a aquellos que votan por un partido o candidato en particular. Siendo fiel a mis pasiones evangélicas, lucho para dar la palabra a cualquier partido o político que no pueda vivir a la altura del verdadero valor espiritual de la palabra: alguien que cree, vive y espera en Jesucristo, Salvador del mundo y el Rey que viene.
Entiendo que el significado de las palabras cambian, pero una verdad y un estándar nunca deben cambiar. Está en las Escrituras. Hebreos 13:8 dice: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos”. Aquellos de nosotros que clamamos lealtad a Jesús debemos defender las palabras que reflejan nuestra devoción a Él: Su enseñanza, Su ejemplo, Su sangre derramada para el perdón de nuestros pecados, Su promesa y nuestra esperanza de resurrección; Su garantía de que aquellos comprometidos con Él, que se mantienen firmes, heredarán las promesas.
¡Soy evangélico! Mi voto no está en venta. Voto por mi Señor ¡Jesús! El Salvador y Rey que pronto vendrá.