Mientras crecemos, tenemos grandes sueños de la edad adulta — una visión de llenar nuestros días con cosas que nos traen alegría y satisfacción entre tanto nos permitan hacer una diferencia. Abrazar una vocación.
Pero luego vino el impacto de algunas realidades de la adultez. Los platos se amontonan. Nos encontramos rodeados de montones de ropa sucia que no caben en nuestra “visión.” Esta visión tampoco incluía la inversión de dinero, sudor y lágrimas en una educación para que pudiésemos trabajar días de doce horas antes de caer en la cama en la noche para luego repetir lo mismo al día siguiente.
La palabra vocación viene de la raíz vocare, que significa “llamar.” Es una reflexión precisa de un anhelo humano profundamente arraigado en estar involucrado en una vocación — en una obra. No cualquier obra, sino una que nos llame hacia algo que trascienda nuestra existencia individual. Pero ¿Qué hacemos cuando los sonidos que nos esforzamos por escuchar son amortiguados por las fases desordenadas de la vida?
Clarificando la vocación
Al atleta olímpico cristiano Eric Liddell (Carruajes de Fuego) se le atribuye la siguiente declaración, “Cuando corro, siento placer [de Dios].” En cierto sentido, la vocación tiene que ver con descubrir aquello que nos hace “sentir el pacer de Dios.”
Cuando nuestra cultura habla de la vocación, ésta tiende a ser envuelta en términos místicos. En El Llamado, Os Guinness retira el velo que cubre este misterio al pedirnos que enfoquemos la vocación en dos partes. Él nos invita primero a abrazar un llamado que se retumbe en todo el mundo, el cual es “mediante [Cristo], para [Cristo], y por [Cristo].” Él se refiere a esto como nuestro llamado o vocación primaria. Este llamamiento mediante, por, y para Cristo, pone el resto de nuestras vidas en contexto.
El primer llamado le da contexto al segundo. O sea, en cualquier posición de la vida en la que nos encontremos, “cada quien, en todo lugar, y en todas las cosas, debemos pensar, hablar, vivir y actuar completamente para él.” Dentro de este contexto reflexionamos sobre el concepto de vocación y los aspectos específicos del llamado único para nuestras vidas individuales.
Guinness enfatiza que para darse cuenta de ese poderoso sentido de vocación, el llamado primario debe seguir siendo primordial. Poniendo los dos juntos, él define la vocación como “la realidad de que Dios nos llama hacia Sí mismo para que decisivamente lo que somos, todo lo que hacemos, y todo lo que tenemos, sea invertido con una devoción y dinamismo especial vivido como una respuesta a su citación y servicio.”
Sin embargo, eso nos deja todavía con una pregunta práctica: ¿Cómo “escucho” mi segundo llamado?
Llamado como respuesta
Imaginémonos como se miraría esto desarrollado en un escenario. Cristo sería el personaje principal. Él llama a la gente para que se le una en la actuación de Su historia. En medio de toda esta bulla usted oye el llamado y se une a Él en el escenario. Usted pues ha sido llamado por Él, usted ha venido a Él, y es para Él que usted se le ha unido para actuar en Su historia.
Cristo no nos llama a protagonizar o para ser actores secundarios. Él nos llama para ser miembros del coro — narradores de fondo que ocasionalmente sienten al calor de el centro de atención. En una producción musical, el coro es aquel grupo de cantantes y bailarines desconocidos que llenan el espacio y el sonido en el escenario entre los actores principales. El trabajo del coro — su vocación — es responder al personaje principal. Ellos hacen esto a través de ricas armonías multifacéticas y movimientos únicos que amplifican el significado de la escena.
El llamado secundario, la vocación que le hace a usted “sentir el placer de Dios,” puede ser descrito como las armonías y movimientos únicos que su cuerpo usa para responder a la historia en desarrollo en el escenario central. En ese sentido, el llamado vocacional es más una respuesta a una interacción con Dios y Su historia. Es abrazar Su invitación para unírsele en la narración de esa historia.
Nadie puede entrar en contacto con la historia de Dios sin producir una respuesta a ella. Algunas personas responden con indiferencia, otras con una rebelión absoluta. Aun otros responden con intriga. Seguir a Cristo, sin embargo, es responder e interactuar con la historia de Dios en formas que reflejen el corazón de Dios.
Entonces, ¿De qué manera esta respuesta toma forma en cada esfera de mi vida?
Sea práctico
En casa: el hogar constituye las líneas frontales de la vida cristiana y del liderazgo y discipulado cristiano. De esta manera mi esposo e hijas tienen la prioridad. Además de ayudar a mi familia a interactuar con la vida mediante los lentes del evangelio, una forma en que mi llamado toma forma en nuestro hogar es a través de la educación en casa de mis cuatro hijas.
En el trabajo: como decana de Administración para Artios Christian College, soluciono problemas y formo estrategias de cómo equipar más efectivamente a líderes cristianos mediante nuestro modelo específico de educación.
En mi congregación: como líder de adoración y maestra, invito a personas a que enfrenten y respondan a la historia de Dios a través de la música y el estudio.
En mi comunidad: dar clases para otros estudiantes de mi comunidad que estudian en sus casas, me permite plantar la semilla para un liderazgo Cristo-céntrico dentro de una nueva generación.
Conviértalo en algo personal
Mi respuesta al llamado de Cristo no va a ser igual al suyo. Todas estas cosas me llenan de placer, pero no espero que le llenen a usted con placer. Dios nos diseñó en forma diferente para responder a Su historia en formas únicas. Además, ¡nuestra respuesta puede cambiar al avanzar hacia diferentes estaciones de la vida!
De modo que, póngase usted también en la historia de Dios. Permítase a usted mismo responder al llamado en cualquiera que sea la esfera en la que se encuentre. Pero no se pierda en su propia respuesta. También permítase poder llevar la belleza de la enormidad de Su historia y el vasto alcance de respuestas desarrolladas a su alrededor. Sobre todo, abrace la realidad de que no hay mayor delicia para el placer de Dios, que llegar a ser la fuente de usted mismo.