Fidelidad en el Desierto

Aprendiendo a llevar nuestra cruz.

por Ruhama Assefa

A veces nos sentamos en silencio, inseguros de cómo afrontar la vida. Las cuentas, las calificaciones, el matrimonio, la presión. Todos tenemos nuestros propios problemas. Como cristianos, recurrimos a nuestro Padre celestial en oración, pero hay momentos en que las palabras simplemente no bastan. En cambio, las lágrimas fluyen. Aun así, descansamos en la verdad de que Dios comprende nuestro clamor más profundamente que nosotros mismos.

Recuerdo haber recibido una llamada que me cambió la vida cuando estaba en décimo grado. Una amiga que era como una hermana para mí había intentado suicidarse. Esperaba las palabras: “Fue muy difícil, pero logramos salvarla”. En cambio, escuché lo impensable: Había fallecido. Su familia nunca supo el motivo de su decisión, y las preguntas sin respuesta aún resuenan en sus corazones.

Pero en medio de este dolor, Dios me encontró. Me enseñó a ver la vida de otra manera y me dio la oportunidad de hablar a la vida de los adolescentes, ayudando a muchos a evitar destinos similares. A través de esto, aprendí que vivir para Cristo no se trata de la felicidad constante ni de buscar la alegría mundana. Se trata de llevar la cruz, elegir Su voluntad sobre la nuestra y ser fiel.

Una jornada difícil

Siempre que reflexiono sobre este llamado, pienso en los israelitas en su viaje a Canaán. El camino no fue fácil. Enfrentaron hambre, enemigos, dudas y sus propias quejas. Dios no eliminó todos los obstáculos, pero les dio soluciones. Caminó con ellos. Su presencia fue constante, incluso cuando su fe flaqueó.

Yo solía ​​juzgar a los israelitas. ¿Cómo podían dudar de Dios después de todo lo que había hecho? Pero al mirarme al espejo, vi el mismo comportamiento en mí. Yo también he intentado resolver las cosas por mi cuenta. Yo también me he dado por vencida demasiado rápido. Mucha gente hoy hace lo mismo. Algunos incluso se quitan la vida. Pero Dios nunca prometió un camino fácil.

Este mundo no es nuestro hogar. Abraham vivió en tiendas de campaña, esperando la promesa que Dios le había hecho. Del mismo modo, nosotros somos peregrinos, no colonos. Nuestro verdadero hogar es el reino de los cielos. No fuimos llamados a satisfacer nuestra carne, sino a nutrir nuestras almas mediante la fidelidad al reino. Esto requiere negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir a Jesús — diariamente.

Obediencia instantánea

Tras Su ayuno de cuarenta días, Jesús llamó a Sus discípulos con una invitación sencilla pero profunda: “Síganme”. Algunos pidieron tiempo para arreglar sus asuntos, pero Él los desafió a dejarlo todo de inmediato. Cuando Dios llama, puede que ya tengamos mucho que hacer, pero Su prioridad debe ser la nuestra.

Piensen en Abraham. Tras años de espera, finalmente nació su hijo Isaac. Entonces Dios le pidió que pusiera esa misma promesa en el altar. Abraham no se demoró; se rindió. Esa es la clase de obediencia que Dios busca.

Perseverancia y entrega

A veces pensamos que nuestros problemas son insoportables. Pero recordemos a aquellos en las Escrituras que sufrieron. Jacob luchó con Dios toda la noche. Pablo enfrentó la prisión, la persecución y el hambre. Y Jesús cargó con la cruz, nuestros pecados, nuestra vergüenza y el peso del mundo. Así que, cuando nos sentimos débiles, estamos en buena compañía.

Nuestro camino no se trata de comodidad, sino de fidelidad. No vivimos como turistas disfrutando de unas vacaciones. Vivimos como misioneros enviados con un propósito. Caminamos, no por vista, sino por fe. Perseveramos, no por fuerza, sino por gracia.

Lucas 22:42 muestra el corazón de Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Esto es fidelidad al reino: rendirse por completo a la voluntad de Dios. Marcos 8:34 nos recuerda que debemos negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz. Y en Mateo 25:21, 23, escuchamos las palabras que todos anhelamos escuchar: “Bien, buen siervo y fiel”.

La fidelidad al reino no se trata de sentirse bien. Se trata de terminar bien. Así que la próxima vez que la vida se sienta abrumadora, recuerda la cruz. Recuerda el camino. Recuerda el hogar hacia el que nos dirijimos. Y cuando el peso se sienta insoportable, recuerda descansar en la verdad de que este mundo no es nuestro hogar. Solo estamos de paso.

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Un Cristiano de Alta Fidelidad

Written By

Ruhama Tewodros Assefa is a Christian writer, youth leader, and dental medicine student. With a passion for words birthed from a deep place of worship and intimacy with God, she writes to heal, uplift, and point others to truth. Her journey of faith is deeply rooted in prayer, service, and a desire to see young women walk in identity and godly wisdom. Her article in the July-August issue is her first published piece. Ruhama lives in Addis Ababa, Ethiopia.

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