por Orlando Romero
Para hablar de la misión en Lima, es necesario remontarse al año 2010. Fue entonces cuando la Iglesia de Dios en México tuvo contacto con dos familias que simpatizaban con la doctrina de nuestra iglesia y asistían regularmente a la iglesia en sábado.
Un poco de historia
A principios de 2017, el Congreso Ministerial Internacional (actualmente denominado Federación Internacional) y la Iglesia en Argentina quisieron hacer crecer la misión en Lima, por lo que decidieron formalizar la Iglesia ante el gobierno peruano. Una campaña médica evangelística, llevada a cabo por Ministerios SHINE, estaba planificada para finales de ese año en La Campiña en Lurigancho-Chosica, un distrito en las afueras de la capital de Lima. El 12 de noviembre de 2017, patrocinado por el ministerio Cristo Viene y la Iglesia en México, el hermano José Orlando Romero Ramírez fue enviado a Lima para participar en la campaña.
La semana siguiente, el pastor argentino Jorge Gillig, representante del IMC de la Zona 3 de Sudamérica, viajó a Perú para legalizar nuestra iglesia, ya que no tenía presencia legal. Tres meses después, en marzo de 2018, un misionero llamado Orlando y su esposa, Lucía Santamaría, estaban predicando el evangelio. Gloria a Dios, dos jóvenes, Larissa Biena Huaymacari y Rodrigo Gonzales Cruz, decidieron bautizarse, convirtiéndose en las primicias de la obra.
El proceso para legalizar nuestra iglesia en Perú concluyó en enero de 2019.
Crecimiento de la Misión en Lima
Las primicias de la obra evangelística fueron dos jóvenes de 15 años. Continuó con el bautismo de tres jóvenes más. En 2019, la misión creció a doce miembros. En 2020, durante la pandemia de COVID-19, Orlando y Lucy continuaron predicando respetando los protocolos de seguridad. A finales de 2020 se bautizaron diecisiete personas más.
El año 2021 también fue productivo porque, aún con el aislamiento social obligatorio, el pueblo recibió el mensaje de las buenas nuevas. Dios tocó la vida de cinco personas más que descendieron a las aguas del bautismo. Al día de hoy, la misión de La Campiña ha bautizado a treinta y dos persona, para gloria de Dios.
Oportunidades y desafíos
Predicar el evangelio en este país es un desafío, pero Dios ha sido bueno. Él ha hecho crecer la obra a pesar de la dificultad de predicar a personas con una idiosincrasia particular. En su escrito, “El Ser del Peruano, Ley Médica Peruana (2011), el autor Peña describe cómo es su propio pueblo:
Los peruanos miran los asuntos del país y creen que estos problemas particulares sólo ocurren en el Perú. No entienden que todo es parte de los grandes procesos del mundo . . . . La pobreza y la miseria, incompatibles con la dignidad humana, conducen a una cantidad considerable de personas a un déficit afectivo, espiritual, psíquico, ético, intelectual y a un riesgo evidente de caer en la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia, el contrabando, el terrorismo, etc.
La mentalidad peruana está marcada por el pasado. El saqueo de los recursos del país, perpetrado por los conquistadores españoles, ahora genera sospechas hacia los extranjeros en general. Esto complica la predicación del evangelio por parte de misioneros que vienen de todo el mundo. A pesar de todo esto, Dios sigue obrando. Hay iglesias de varias denominaciones en todo el país.
Por otro lado, la pobreza en algunas regiones alejadas de la capital obliga a los peruanos de provincias a emigrar a Lima con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida. Por ello se han formado nuevas colonias y asentamientos, como es el caso de La Campiña, que cumplirá treinta y un años desde que se fundó el 30 de agosto de 1993.
Aunque dicen ser creyentes, los peruanos tienen costumbres nativas y rituales religiosos dedicados a la Madre Tierra, propios de la cosmovisión inca. Este es un desafío para los misioneros. Al mismo tiempo, también es una oportunidad para hacerles conocer la verdad a través de la Palabra de Dios.
Métodos de evangelización
La evangelización en este lugar se ha llevado a cabo en difrentes formas: por ejemplo, campañas médicas, ayuda y servicio social, folletos, tocando puertas, evangelización de persona a persona, y campañas en las que los miembros de la congregación traen a un invitado a los servicios de la iglesia. Lo hemos intentado todo, y Dios ha bendecido nuestros esfuerzos. Sabemos que esto no depende de la habilidad de los misioneros, ni de la eficacia de los métodos utilizados, sino más bien de Dios. Como dice Hechos 2:47: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.
Creemos que esta obra seguirá creciendo y que no hemos alcanzado nuestra meta. Será necesario que la Iglesia apoye en oración y con recursos económicos. Cuando una iglesia contribuye con las misiones, se une a lo que Dios quiere hacer en el mundo. Leamos lo que el Señor le dijo a Pablo en Hechos 18:
“No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios” (vv. 9-11).
Continuemos con la misión en Perú. Creemos que todavía hay personas escogidas por Dios para ser salvas.
Lo único que nos queda por hacer es ir y predicar.
El pastor Orlando Romero y su esposa, Lucy, han completado dieciocho años de servicio juntos en el ministerio pastoral. Son de Acapulco, México, y tienen dos hijas, Zuri y Jared (casadas), y dos nietos. En 2008, los Romero hicieron su solicitud inicial a la Conferencia Mexicana y al ministerio Cristo Viene para servir como misioneros internacionales.