En un instante, Dios pudo haber hecho un arca para Noé y su familia. Pero no lo hizo.
En lugar de eso, Dios le ordenó a Noé que la construyera. Noé pasó décadas construyéndola.
Fue un trabajo agotador. Cortar árboles. Transportar la madera. Asegurarse de que todas las piezas encajaran perfectamente. No solo trabajó con sus manos, Noé también encontró tiempo para predicar sobre la justicia (2 Pedro 2:5). Fue un sacrificio. Pero ¡cómo valió la pena!
Trabajar para el Señor es una bendición que se derrama como una cascada sobre la familia. Cuando Noé y su familia finalmente terminaron el arca, entraron en ella. Después descansaron de sus labores, a salvo de las tormentas externas. Qué irónico que este héroe del Antiguo Testamento, que pasó tantos años realizando trabajos difíciles, se llamara Noé. En hebreo, su nombre significa “descanso”.
Al igual que Noé, nosotros estamos llamados a construir el arca de Dios, no un barco, sino una iglesia. Un lugar donde la gente pueda entrar y estar a salvo de las tormentas de la vida. Un lugar de refugio donde las almas heridas encuentren paz. Un lugar seguro. Un lugar de descanso.
Colaboradores en la obra
Jesús podría haberse quedado en la tierra. Podría haber llevado las buenas nuevas al Imperio Romano. Él mismo pudo haber evangelizado al mundo entero. Pero no lo hizo. En lugar de eso, nos dio el privilegio de ser colaboradores en el campo con Él. Como Noé, compartimos la alegría de salvar almas.
Jesús dijo a Sus discípulos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30). Veamos este pasaje con mayor detalle.
Mi yugo:
Los yugos no son comunes hoy en día como lo eran en el tiempo de Jesús. Entonces, ¿qué significa “Llevad mi yugo sobre vosotros”?
Un yugo era una barra de madera que unía a dos bueyes para que pudieran arar o jalar algo que pesaba mucho. Eso les permitía caminar uno al lado del otro, arando los campos. Imagínese un buey sin un yugo en el cuello. Se iría por todas partes, donde quiera que quisiera ir. Incluso puede detenerse y dormir durante unas horas. Un buey sin yugo podría intentar ser productivo, pero sus esfuerzos serían caóticos.
Para obtener una cosecha, la tierra debe ararse de manera uniforme para que la semilla se pueda plantar y dar fruto. De esta manera, entendemos lo que Jesús quiso decir en Mateo 11. Un yugo es un símbolo de nuestra sujeción, dirección y trabajo juntamente con Él.
Así como Noé “caminó con Dios” (Génesis 6:9), de la misma manera nosotros debemos unirnos a Jesús en Su labor en el campo del ministerio. Si queremos experimentar cercanía con Dios en nuestras vidas, entonces vayamos a donde Él está. Jesús siempre se puede encontrar en el campo trabajando para otros. Su yugo es el privilegio de estar tan estrechamente conectado a Él, que está justamente a nuestro lado.
Aprender de Mí:
¿Qué quiso decir Jesús con “Aprended de mí”? ¿Aprender qué?
Como se dijo anteriormente, un buey sin yugo es prácticamente inútil. El yugo de Jesús restringe nuestra dirección en la vida. Cuando estamos unidos a Jesús en el campo del trabajo, aprendemos Sus caminos, Su carácter. Donde Él ara, nosotros aramos. Cuando da vuelta a la izquierda, nosotros damos vuelta a la izquierda. Cuando Él avanza, nosotros avanzamos. Cuando Él se detiene y espera, nosotros también lo hacemos. Al estar en yugo con Él, aprendemos a ser uno con Él, y después llega la cosecha.
Encontrar descanso:
Vemos la ironía en estas palabras. El yugo se usa para trabajar, pero Jesús dijo que con Su yugo “hallaréis descanso para vuestras almas”. No el descanso de la indolencia y la comodidad, sino de la paz de saber que estamos construyendo la iglesia de Dios, un refugio de seguridad en los últimos días.
Fuerte como un buey
Se ha dicho que el fallecido Paul Anderson fue el hombre más fuerte que jamás haya existido.
Siendo un campeón olímpico, Paul dejó el levantamiento de pesas profesional para perseguir su verdadera pasión: el ministerio cristiano. A principios de la década de 1960, comenzó a recorrer los Estados Unidos haciendo exhibiciones de su fuerza y predicando.
Cuando era niño, vi a Paul en una academia cristiana en Florida. Se colocó una mesa en medio del gimnasio y se pidió a un par de docenas de personas de la audiencia que se sentaran encima. Paul desapareció debajo de la mesa. Y después, para nuestro asombro, levantó la mesa del suelo, con las personas arriba y todo lo que ahí estaba. Paul tenía la fuerza de un buey.
Imagínese estar unido a Paul Anderson. Imagine al hombre más fuerte del mundo estando a su lado para ayudarle. Podría decir: Mientras Paul me ayude, no le tengo miedo a nada pesado”.
La buena noticia es que tenemos a Alguien mucho más fuerte que nos ayuda para que no llevemos solos la carga de la obra del Señor: El Todopoderoso Hijo de Dios está a nuestro lado. Él es nuestro Señor resucitado: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).
Él tiene todo el poder que necesitaremos y está dispuesto a ayudarnos. Solo necesitamos tomar Su yugo, sometiéndonos a Su dirección y obra. Cuando lo hagamos, tendremos más fuerza de la que podríamos imaginar.
¡Y descansaremos!