El Sr. Job y Su Esposa

¿Alguna vez ha reflexionado sobre la mujer de Job, o quizá hasta le ha molestado que se burlara de él cuando se encontraba en el punto más bajo de su vida? Esto es lo que dijo la señora de Job “¿Persistes en tu vida piadosa viendo todo lo que Dios te ha hecho? ¡Maldícelo y muérete! (Job 2:9).

Job acababa de perder todas sus posesiones terrenales, incluidos sus amados hijos y sirvientes. Ahora perdía su dignidad ante las desconsideradas palabras de su esposa. En Job 1 se nos dice que él era un hombre justo, intachable y temeroso de Dios. Pero ¿cómo reaccionaría ante la desgarradora devastación de su mundo destrozado? En el momento de desesperación de Job, mientras se rascaba las llagas con trozos de barro, las palabras airadas de su mujer lo terminaron de destruir. ¿Qué diría él?

Antes de responder a esa pregunta, pensemos en la esposa de Job, la madre de sus hijos — también destrozada y afligida. Muchos de nosotros podemos sentirnos identificados con las palabras crueles que salen de la boca de otros en momentos de trauma. Nosotros también podemos decir palabras hirientes que lamentamos haber dirigido a otros.

Por supuesto, sería difícil, si no imposible, proclamar a Dios como protector o como bueno y misericordioso en donde un padre y una madre devotos son despojados de su familia. Los afligidos, comprensiblemente, son incapaces de comprender la bondad de Dios en esa condición.

Sin embargo, aprendamos de Job: Él no reaccionó ante la acusación de su esposa; ¡él respondió! “Hablas como una necia. ¿Pues qué? ¿Hemos de recibir de manos de Dios únicamente lo agradable y nunca lo desagradable?” (v. 10).

A los oídos de Dios Padre, las palabras de Job deben haber sido precisamente lo que esperaba de Su fiel siervo. También se esperaban las duras palabras de su esposa, pero Dios comprendió la profundidad de su dolor y la perdonó. Decimos cosas feas en el calor del momento, pero Dios ve y escucha las palabras escritas en nuestros corazones.

Tanto este padre como esta madre estaban profundamente afligidos por perderlo todo. Uno reaccionó, el otro respondió. Sin embargo, el amor y la misericordia de Dios estaban presentes y palpitaban independientemente de los defectos de uno o de la inquebrantable alabanza del otro.

 

Lágrimas y pruebas

El rey Salomón habría considerado las circunstancias de Job entre aquellas sobre las que escribe en Eclesiastés 4: “Luego observé opresión y tristeza por toda la tierra: lloraban los oprimidos y nadie les ayudaba, mientras sus opresores contaban con poderosos aliados” (v. 1).

La situación de Job fue una de las decenas de miles que ocurren diariamente. Como muchos de nosotros, Salomón, aunque sabio, estaba confundido por muchos de ellos. Él escribe: “Yo también moriré igual que el necio. Entonces, ¿de qué vale toda mi sabiduría? Así reconocí que aun la sabiduría es vana” (2:15).

Tantos asuntos en cuestión contradicen el sentido común. Al final, sin embargo, Salomón resume los asuntos que están bajo nuestro control: “Teme a Dios y obedece sus mandamientos, porque esto es lo más importante para todo hombre y mujer” (12:13). Los preceptos de Dios no son pesados ni irrazonables, sino que están pensados para nuestro beneficio.  

Jesús también nos advirtió en Juan 16:33 que los seguidores de Cristo experimentarían tribulaciones. Nuestro deber sagrado es no reaccionar negativamente, sucumbiendo a los males del mundo. La alabanza, la acción de gracias, el agradecimiento y adoptar los preceptos de Dios son formas de responder, como hizo Job (Job 1:20, 21). Podemos descansar en la verdad de que “Dios nos juzgará por cuanto hacemos, inclusive lo oculto, sea bueno o malo” (Eclesiastés 12:14).

 

Aléjate, acércate

Hasta ese día, el Señor nos da todas las oportunidades para ser transformados mediante la renovación de nuestras mentes para que podamos volver a responder de una manera piadosa. Como la esposa de Cristo, lo hacemos alejándonos de las cosas del mundo y acercándonos a las cosas de Dios. Esto es especialmente cierto si estamos de luto por una pérdida significativa o hemos sido innecesariamente agobiados por los acontecimientos mundiales.

He aquí una forma sencilla y práctica de responder a los problemas de nuestra vida y combatir la tendencia a la depresión y el aislamiento, que conducen a un pensamiento erróneo: ¡la alabanza! Podemos empezar con el Salmo 34.

Alabaré al SEÑOR, pase lo que pase. Constantemente hablaré de sus glorias y de su gracia. Me gloriaré de todas sus bondades para conmigo. Anímense todos los desalentados. Proclamemos juntos la grandeza del SEÑOR, y ensalcemos su nombre (vv. 1-3, énfasis añadido).

Nuestro semblante cambiará a medida que continuemos alabando al Señor por Su bondad para con nosotros. Al hacerlo, podemos recordar la fidelidad de Dios en otros momentos, aumentando así nuestra alabanza y nuestra fe.

 

Cuidado parental

Algunas verdades acerca de Dios pueden ayudarnos a responder, en lugar de reaccionar, a los desafíos en nuestras familias. Como nuestro Padre, Él no reacciona ante nuestros defectos. Él no se sorprende cuando nos equivocamos, pero siempre está dispuesto a responder perdonando nuestro arrepentimiento sincero. Él sabe cuando tenemos necesidad y provee para nosotros. Él sabe que muchas veces seremos infieles mientras Él permanece fiel. Incluso cuando los acontecimientos terrenales están desordenados y desesperadamente equivocados, Él comparte amorosamente Su bondad y misericordia.

Dios también nos responde con el tierno cuidado de una madre. Cuando caemos, Él venda nuestras heridas. Cuando sufrimos, Él también llora. Cuando nos extraviamos, Él lleva a Su corderito de regreso a casa.

Al practicar el crecimiento espiritual intencional, podemos soportar las aflicciones cuando se nos presenten. Nuestro mejor testimonio es responder en la naturaleza completa y genuina de Dios. Sólo somos transformados siguiendo el ejemplo de Dios.

Nuestro amigo Job sabía estas cosas acerca de Dios porque caminaba cerca y humildemente con Él. También pareció percibir rápidamente que las palabras de su esposa eran el tormento de Satanás. Job respondió, diciendo la verdad.

Gracias a las misericordias de Dios, el plan final para el señor y la señora Job se cumplió: “Así el SEÑOR bendijo a Job al final de su vida, más que al comienzo. . . . Job vivió ciento cuarenta años después de eso, y llegó a ver a sus nietos, y también a sus bisnietos . . .” (42:12, 16).

Espero que sigamos el ejemplo de Job cuando la vida se vuelva caótica o cuando los problemas golpeen la puerta de nuestra casa. ¡Se acerca un día mejor!

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Aquí Viene la Novia ¡Que Toda la Tierra!

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