Recientemente tuve el privilegio de entrevistar a una especial mujer llamada Jessica. La conocí en la iglesia cuando tenía alrededor de nueve años, y siempre me conmovía su sinceridad y su serena fortaleza. Jessica aparece en el video de mi boda cuando era pequeña. Hemos tenido una buena relación. Con Jessica, lo que ves es lo que recibes. Es perceptiva y profunda.
Un comienzo problemático
Jessica era una bebé muy enfermiza. Su madre biológica no sabía cómo cuidarla, así que la hermana de su mamá se hizo cargo de ella. Durante muchos años, su padre entraba y salía de la cárcel y era temido por todos en el «barrio» al que él llamaba hogar. El hombre era un criminal profesional, una pesadilla viviente.
A los seis meses de edad, Jessica estaba desnutrida y los médicos pensaban que no sobreviviría. Una y otra vez su tía y su abuela tomaban turnos para tenerla. La casa de su tía era un lugar inseguro. Los abusos y los traumas empezaron a una edad muy temprana.
Violencia en casa
A los cinco años, Jessica fue enviada a vivir con su otra abuela, la mamá de su papá. Allí estaba físicamente más segura, junto a su hermana mayor.
Jessica adoraba a su abuela y siempre se mantenía cerca de ella. Sin embargo, su abuela vivía atemorizada por su hijo biológico (el padre de Jessica). En el pasado ya había golpeado duramente a su madre, golpeándola en la cabeza con un sartén de acero.
Cada vez que salía de la cárcel, la familia temía que el padre de Jessica apareciera y los aterrorizara. El miedo era tan grande que el marido de su abuela temía vivir con su esposa. Ya lo había amenazado en repetidas ocasiones y no estaba dispuesto a que lo agredieran, o algo peor. Permanecieron casados hasta que él murió muchos años después, sólo estaban juntos cuando el hijo de ella permanecía en prisión durante largos periodos.
Una abuela piadosa
Después de algún tiempo, la salud de Jessica mejoró. Su abuela era conocida por preparar deliciosa y auténtica comida mexicana hecha a mano. Aunque tenía sus propios problemas y un pasado, se aseguraba de atender las necesidades físicas de Jessica.
Consistentemente la abuela de Jessica las llevaba a ella y a su hermana a la iglesia. Le encantaba la atención positiva que recibía de parte de los miembros de la iglesia. Disfrutaba de muchas actividades y memorizaba versos de la Biblia.
La mujer de la iglesia
Una mujer de la iglesia en particular llamada Bertie vivía a un par de cuadras. Ella deseaba que Jessica y su hermana tuvieran éxito en la vida, así que se desvivía por ayudarlas en todo lo que podía.
También se había enfrentado al padre biológico de Jessica, un endurecido criminal, y se negó a tenerle miedo. Para sorpresa de muchos, el aceptaba las reprimendas que ella le daba.
Un espíritu crítico
Aunque la casa de su abuela era mucho mejor en varios aspectos, mostraba un espíritu crítico con regularidad. Parecía que por mucho que Jessica se esforzara en complacer a todos los que vivían allí, se burlaban de ella muy a menudo y no le mostraban afecto.
Esto creó en ella sentimientos de enojo que terminaron convirtiéndose en ira. Su corazón perdió la capacidad de confiar.
Actividad sexual
Cuando Jessica cumplió once años, su abuela se marchó un tiempo, dejándolas a ella y a su hermana a cargo de su tío adolescente. Él las dejaba invitar gente a la casa. Durante ese tiempo, Jessica empezó a tener actividad sexual.
Mal comportamiento
Ella también empezó a “portarse mal”.
Poco después, Jessica empezó a faltar a clase y a pasar tiempo con su novio de veinte años porque ya no quería quedarse en casa de su abuela. En su ira y desconfianza, y en su deseo de estar con su novio, acabó viviendo en un hogar colectivo tras fracasar en el intento de regresar a vivir con su madre biológica.
A los doce años, Jessica ya tenía un novio diferente, quien tenía 23 años de edad. Ella le había mentido sobre su edad. Jessica no aparentaba ni se comportaba de acuerdo a su edad, por lo que él pensó que todo estaba bien.
Nuevo comienzo
Decidieron huir de Oklahoma a Nuevo México porque Jessica prefería estar con el nuevo novio y no con extraños en el hogar colectivo. Luchando contra la adicción a las drogas, él se había vuelto abusivo.
En algún momento, Jessica le reveló su verdadera edad. Furioso, se volvió más protector con su amante de doce años.
Su adicción a las drogas empezó a dirigir sus vidas. Jessica se acostumbró a las golpizas que él le daba y perdió el respeto por sí misma. En un momento dado, su novio decidió que iba a robar dinero de las drogas de una pandilla local. Vivían en un motel barato, intentando esconderse, pero la pandilla los descubrió.
Confrontación violenta
Cuando la pandilla fue por el novio de Jessica, lo golpearon salvajemente en presencia de ella. Ella intentaba huir, pero él no la soltaba. Finalmente, un miembro de la pandilla la sacó del lugar.
Cuando se la iban a llevar, su novio salió corriendo como loco. Un tipo sacó una pistola y estuvo a punto de dispararle por la espalda, pero se marcharon rápidamente, dejándola a un lado. «Pudieron haberme llevado y haberme hecho Dios sabe qué», recuerda Jessica, «pero Dios estaba cuidando de mí».
Tras aquella experiencia cercana a la muerte, Jessica y su novio dejaron Albuquerque y se mudaron a Filadelfia, de donde él era. Un día le dio tal paliza a Jessica que le rompió los vasos sanguíneos de la cara.
De regreso a Oklahoma
Los dos se regresaron a Tulsa, Oklahoma. Su novio fue detenido poco después de robar un banco y fue condenado a quince años de prisión.
Bertie, la mujer de la iglesia, acogió a Jessica en su casa con los brazos abiertos. Jessica llevaba un año fuera y había visto más cosas feas a los trece años que la mayoría de la gente en toda su vida.
Bertie sacó a Jessica de su entorno para que pudiera ver algo más que a sí misma. Ella le mostró el valor que Jessica tenía. Pero la realidad de sus incontables experiencias la golpeó cuando descubrió que estaba embarazada. Aunque conmocionada, sabía que deseaba tener a su hijo.
El amor se vislumbraba en el horizonte y surgió de lo más profundo de su ser.
Cuando dio a luz a un niño sano, Bertie se convirtió en la mejor «abuela» y «madre» que Jessica podría imaginar. Bertie formó a Jessica en muchas áreas y fue una roca: siempre ahí, a su lado, siempre cariñosa y extremadamente amable. Jessica volvió a ir a la escuela y a la iglesia, y las cosas parecían ir bien.
Retroceso y cambio de rumbo
A menudo, cuando las personas intentan limpiar sus vidas, sufren retrocesos. Lo mismo le ocurrió a Jessica, de quince años. En ese momento quedó embarazada de su segundo hijo e intentó quitarse la vida.
Como resultado, Jessica fue internada en un hospital psiquiátrico para menores. Bertie cuidó de su hijo mientras ella intentaba recuperarse. Esta mujer tenía una fe inquebrantable en Jessica y no quería que le quitaran a su hijo.
Cuando Jessica regresó del hospital, se sintió renovada y empezó a creer que tenía valor y que era más que su situación actual y su traumática historia. Consiguió un departamento y asistió a un instituto para madres solteras. Encontró un desahogo de por vida: cantar y componer canciones. Jessica escribió canciones para expresar sus pensamientos más profundos y sinceros, y su voz mejoró progresivamente.
Mientras estaba en la preparatoria, Jessica se inscribió en Job Corps y aprendió habilidades comerciales para poder mantener a sus dos hijos. Bertie permanecía a su lado durante esta etapa de crecimiento.
Una conversación que le cambia la vida
Cuando Jessica quedó embarazada por tercera vez de un nuevo novio, Bertie tuvo una conversación con ella que cambió su vida para siempre. «Jessica, ya no puedo seguir haciendo esto», le dijo. «No puedo seguir viendo cómo tomas decisiones autodestructivas».
A Jessica se le hundió el corazón. La única persona que había creído en ella, con un amor sano e incondicional, estaba harta de su comportamiento. Jessica podía oírlo en su voz, y sintió el peso de la decepción en esta maravillosa y bondadosa «madre». Entonces, fiel a su palabra, Bertie puso distancia entre ellas.
Regresando a Dios
Jessica empezó a sentir una soledad extrema que nunca había conocido. Oraba continuamente, y las escrituras que había oído y memorizado de niña inundaron su mente y su corazón. Sentía la presencia de Dios.
Un día mientras oraba y derramaba su corazón ante Dios, Jessica sintió físicamente que los brazos de su Padre celestial la envolvían, removiendo la soledad y trayendo consuelo y amor.
La transformación
De repente, Jessica lo entendió. «¡Dios es real! Dios es real», dijo en voz alta. Se acordó de un pasaje: «Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:11).
El canto «Como el Ciervo» tenía un nuevo significado para Jessica, con su corazón palpitante por el Salvador real, vivo y resucitado. Dios estaba transformando su corazón. Podía sentir la presencia de Aquel que vivía dentro de ella.
Grandes cambios
Mientras comenzaba este nuevo camino con el Señor, se produjeron grandes cambios. Su música pasó al primer plano de su vida, alabando a Dios a través de ella. Sus tres preciosos hijos estaban sanos y crecían bien, y Bertie había regresado a su vida. Empezó a participar activamente en la iglesia y a hacer prácticas en una emisora de radio, como ayudante de un DJ.
Un día, mientras el DJ entrevistaba a un nuevo artista local, Jessica conoció allí a otro hombre que tenía un programa de discipulado que él y su esposa patrocinaban. Ofrecían tutoría cristiana y patrocinio a jóvenes cantantes. El hombre invitó a Jessica a reunirse con ellos y ver si estaba interesada en unirse al programa.
Jessica no estaba muy segura de ello, pero decidió darse una oportunidad. De hecho, conocía a algunas de las jóvenes del programa.
El líder le presentó a un joven llamado Dee, que trabajaba en el equipo de sonido. Jessica no se impresionó. Lo consideraba un muchacho guapo y él lo sabía.
Pensando en matrimonio
Pero el Señor empezó a obrar en Jessica. Se dio cuenta de que sus hijos necesitaban un padre. Hablando todavía con el padre de su hijo menor, habían discutido la posibilidad de casarse. Pero algo no estaba bien.
Esto le daba vueltas en la cabeza. Un día, mientras Jessica reflexionaba en silencio, Dee sintió la necesidad de preguntarle si podía orar con ella. Ella se sorprendió; nunca había estado cerca de un joven que quisiera orar por ella.
Aceptó, y el Señor empezó a revelarle Su voluntad. Le mostró que si se casaba con el padre de su hijo, sería desdichada. Él no era el hombre que Dios tenía para ella.
Conexión romántica
Los participantes en el programa de discipulado viajaron a Nashville y había mucho entusiasmo en el ambiente para los jóvenes músicos. Durante el viaje, Jessica conoció más a Dee.
Dee había crecido en el seno de una sólida familia cristiana. Él era amable y servicial. Había sido educado en casa, junto con sus siete hermanos, y su abuela era bien conocida en la ciudad de Tulsa por su cuidado de los pobres y oprimidos.
A medida que el viaje continuaba, Jessica se dio cuenta de que había juzgado mal a Dee y de que era un joven cristiano humilde y amable. Pasaron mucho tiempo conociéndose mutuamente durante el viaje y siguieron haciéndolo después de volver a casa.
Mentiras
Jessica empezó a tener sentimientos por Dee, pero el Enemigo sembró mentiras en su mente: Ella no era lo bastante buena para un joven así. Él nunca podría amar a alguien como ella, y mucho menos convertirse en el padre de tres niños que no eran suyos. No merecía nada bueno. No tenía ningún valor.
Pero la verdad era que Dee mostraba verdadera preocupación por su bienestar y su vida espiritual.
Emociones difíciles
A medida que Jessica continuaba acercándose a Dios, Él se le reveló y le habló en formas relevantes.
Por ejemplo, cuando ella tenía 21 años y Dee como 25, él se tiró al suelo y jugó con sus hijos. Como ella estaba tan destrozada, luchaba con sus muestras de amor y cuidado hacia ella y sus hijos.
Matrimonio
Eventualmente, Dee compartió con Jessica el profundo afecto que sentía por ella. Le dijo que quería casarse con ella y ser el padre de sus hijos. Dijo que siempre había sabido en su corazón que se casaría con una mujer que tuviera hijos.
El Señor había puesto ese deseo en él, así que no tenía miedo. Jessica dijo sí, y los dos se unieron en santo matrimonio.
Dos años más tarde, Jessica y Dee dieron la bienvenida a una niña, ¡a la que luego le siguió otra pequeñita! Después de casarse, Jessica se sintió amada, pero siguió luchando durante mucho tiempo para recibir ese amor sano.
La bondad de Dios
Jessica y Dee han estado casados casi dos décadas. Sus hijos adultos se criaron en un hogar cristiano, al igual que una de sus nueras.
Su familia es un testimonio de la bondad de Dios y de cómo Él puede tomar nuestra vida hecha pedazos y restaurarla si confiamos en Él. Esta pareja sigue confiando en Dios, plenamente consciente de que depender de las obras de sus propias manos no acaba bien.
Jessica reconoce que el matrimonio es difícil y que siempre es un trabajo en progreso. Ella y Dee quieren dejar un legado piadoso a sus hijos; que no se rindan sino que sigan creciendo y aguantando incluso en los momentos más difíciles.
La renovación
Jessica y Dee viven en un suburbio de Tulsa, Oklahoma, donde Jessica se dedica principalmente a las labores del hogar. Trabaja como estilista de medio tiempo, mientras educa en casa a sus dos pequeñas hijas en edad escolar. Dee se gana la vida como diseñador gráfico profesional.
Si te llegaras a cruzar con Jessica en algún lugar, nunca adivinarías por lo que ha pasado esta joven de aspecto elegante. ¡Pero ella ha sido renovada! Ella sirve como un faro de esperanza para cualquiera que escuche su testimonio sobre la fidelidad de Dios hacia ella. Que el Todopoderoso la acompañe a ella, a Dee y a sus hijos mientras continúan peleando la buena batalla de la fe.
Photos: Dalitia S Photography