Hoy, más que en cualquier otra época, la iglesia necesita reorientar su entendimiento acerca de la duda. James K. A. Smith ha notado que en nuestra era moderna, “no creemos para reemplazar la dudar; creemos mientras dudamos.” Y así, en lugar de huir de la duda, debemos responder al llamado de Jesús en medio de nuestra incertidumbre. Debemos ver la duda como una compañía temporal en camino a la intimidad con nuestro Salvador.
Numerosas historias en la Escritura ilustran este paradigma, pero ninguna es más impactante que la que se encuentra en Mateo 28:16, 17: “Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.”
La primera vez que me di cuenta de la última clausula, me desconcertó. Estaba yo estudiando para presentar un devocional tocante a la Gran Comisión de Jesús a los discípulos. Traté de responder una pregunta: Cuando Jesús dio el mandamiento de “Id, y haced discípulos a todas las naciones,” ¿Por qué los once fueron, pero yo, y aquellos que conozco, luchamos por movernos? Yo quería decir que después que los discípulos pasaron tres años con Jesús, después de haber observado todos Sus milagros y verlo en cuerpo resucitado, Jesús envió a un grupo de misioneros totalmente comprometidos. Luego me impactó: “algunos dudaban.” Sin embargo, Jesús inmediatamente les ordenó “Id.”
Esto me inquietó. Yo quería una excusa por no responder al último mandato de Jesús. Quería creer que para ser usado por Dios, se tenía que ser purificado de toda duda. Uno tenía que rendir la vida, sin vacilar, antes de ser enviado por Él. Si esto fuera así, entonces yo podría enfocarme en mi relación privada con Dios y perfeccionarla antes de responder a Su llamado. Me encontré con todo lo opuesto. Los escépticos fueron enviados. Esto significa que usted y yo también somos enviados.
“Ellos dudaban”
Años después, regresé a Mateo 28:16, 17, y el asombro del mandamiento de Jesús se incrementó en mí. Aunque, como explica Donald A. Hagner, se podría razonar partiendo de la gramática de este pasaje que “algunos dudaban” se refiera a unos pocos discípulos. Además algunos teólogos incluso han asegurado que aquellos que dudaron no eran parte de los Once que adoraron. La verdad es, que ambas perspectivas fallan en tratar con la forma en que la historia de Mateo 28 se desarrolla.
Para comenzar, sólo los Once se mencionan como los que vienen a la montaña. Así que inventar que algunos escépticos no mencionados estuvieron presentes es difícil de justificar. Además, cuando el verso dice, “pero algunos dudaban,” Hagner argumenta que una traducción igualmente apropiada sería “pero ellos dudaban.” Para apoyar esto, considere cómo el pasaje trata a los discípulos como una unidad: todos los once vinieron, todos ellos adoraron, todos ellos dudaron, y todos ellos fueron enviados. Jesús no estimula a algunos dudosos en el grupo antes de enviarlos. Él se dirige a todos ellos con un solo mandato. Nosotros dudamos, y aun así Jesús nos envía.
Duda en Mateo
Esta palabra griega para duda es usada dos veces en el Nuevo Testamento, y ambas se encuentran en Mateo. Después de que Pedro se hunde en el Mar de Galilea tratando de caminar sobre el agua, Jesús lo levanta. Antes de subir a la embarcación, mientras Jesús aún lo sostenía por sobre las agitadas olas, le exhorta, “¡Hombre de poca fe, ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14:31).
La duda es puesta en la expresión pictórica durante el titubeo de Pedro por temor a los fuertes vientos. Tal como Hagner observa en su comentario acerca de Mateo, “La duda aquí equivale a titubeo, indecisión, . . . y quizá incertidumbre.” Aunque Pedro duda, él es el único en responder al mandamiento de Jesús de “¡no temáis!” (v. 27). Él es único en responder, “si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (v. 28). Pedro tiene fe, y a la vez duda. Él oscila entre ambas mientras escoge moverse hacia Jesús. Debido a esto, él es el único que es levantado en los brazos de Cristo por sobre las aguas. Pedro se pone de pie junto a Cristo. Los demás permanecen en la embarcación de puro confort natural perdiéndose el íntimo confort de ser cargado por Jesús sobre las olas.
Cuando venimos a Mateo 28, esta historia asociada con una duda única, debería estar en nuestras mentes. De la misma manera en que Jesús dijo, “¡Tened animo; yo soy, no temáis!” (14:27), también dice, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (28:18). Así pues, de la misma manera que Jesús llama a Pedro, “Ven” (14:29), también dice, “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (28:19, 20a). Y de la misma manera que Él está presto para levantar a Pedro del mar, también dice, “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (v. 20b). Jesús está listo para darnos apoyo sobre las aguas en un momento de intimidad.
La duda es algo que evita que los discípulos sigan a Jesús. El punto opuesto se establece. Jesús invita a Pedro, “Ven” cuando incluso éste no está ni siquiera seguro que la figura caminando sobre las aguas sea su Señor. Y también Jesús le dice a los once “Id” mientras ellos adoran y dudan.
Marchando en duda
Como un incrédulo de por vida, siempre me he identificado con, y envidiado a las damiselas en apuros. En toda película de Superman, Lois Lane se encuentra aterrorizada por el accidente aéreo, la erupción volcánica, o la explosión de una bomba. Ella se pregunta si su Superman la rescatará. De igual manera yo me pregunto si Jesús me rescatará de mis constantes errores. Cada vez que Lois es rescatada del peligro en brazos de su ayudador, yo también me desmayo. Envidio una demostración tan concreta de amor de Aquel que me ama y dio Su vida por mí.
Mi razonamiento en esta última oración suena confuso, ¿verdad? ¿Cómo podría yo desear una mayor demostración de amor que el de la cruz de Cristo, o una mayor manifestación de rescate que el de Su resurrección? Sin embargo lo hago, y creo que los Once también lo hicieron. Ellos aún tuvieron dudas. Ellos incluso vacilaron en su adoración. Ellos necesitaban saber que Jesús estaría allí con ellos cada vez que estuvieran en apuros.
Cuando Pedro vio las olas, se atemorizó dudando no poder sostenerse en contra de ellas. Cuando los discípulos vieron al Jesús resucitado, la duda surgió en ellos al ver el camino en forma de cruz frente a ellos. Como seguidores de Jesús, ¿se hundirían ellos en la muerte? ¿Serían ellos tratados de la misma manera como habían tratado a su Señor los principados y potestades de este mundo?
Observe que Jesús no menciona tales preocupaciones en Mateo 28:16-20. Él sólo dice que toda autoridad le había sido dada. Sin embargo, el texto implica que ellos también tendrían que enseñar cierto modelo de vida de obediencia a Dios incluso hasta la muerte. Las palabras confortantes de Jesús son “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
En esta última frase, Jesús atrae a los discípulos a salir de toda seguridad natural que ellos tuvieran y que recibieran Su apoyo en los problemas por venir. Él les ordena ir con su único consuelo de que Él estaría con ellos mientras lo hicieran. La garantía de Jesús a Sus discípulos es que Él los sostendrá en Sus brazos a través de toda situación.
Moviéndose a la intimidad
Ser sostenido por Jesús es la única razón para acatar Su mandamiento de “Id.” Los discípulos no pudieron ser motivados por el poder; su Salvador fue crucificado por los poderosos. No pudieron ser motivados por la seguridad; su Señor acaba de morir. No pudieron ser motivados por la prosperidad; Jesús acababa de ser torturado. La razón, pues, dada para acatar el Gran Mandamiento es ser sostenido por el Gran Comandante.
El autor de Hebreos nos ofrece la misma razón: “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz . . .” (12:1b, 2a). Debemos pues poner la mirada en Jesús, no sólo como nuestro ejemplo, aunque lo es, sino también como nuestra fuente de motivación. Si usted quiere ser sostenido, entonces corra hacia Sus brazos. Esto significa correr directamente hacia las cruces que usted debe cargar, y allí descubrir que Él lo está levantando.
Una frase común es “prepárese para el éxito.” Sin embargo, Mateo 28 nos constriñe a lo opuesto. Responda al llamado de Jesús donde usted dude más para que cuando usted fracase, Él lo levante.
Como incrédulos, todos queremos ser sostenidos por nuestro Salvador. Así que, cuando Él diga, “Id” o “Ven,” entonces necesitamos movernos. No estamos listos. Fracasaremos. Seguimos vacilando con nuestra compañera la duda incluso cuando adoramos. Jesús sabe eso. Aun así, Él nos envía hacia el mundo como Sus discípulos en angustia. He aquí, Él está con nosotros siempre.