por Marcia Sanders

El sol brillaba en lo alto, las nubes blancas y esponjosas contra un cielo azul brillante mientras David, Jason y Skippy corrían por el prado hacia casa. Riendo, David se tiró al suelo justo dentro del patio cercado, y Skippy bailó alrededor de los dos niños antes de desplomarse sobre el estómago de David.

“¡Skippy, bájate!”, balbuceó David. “¡Pesas demasiado!”

“David, ¿alguna vez has notado cómo estar afuera bajo el sol en un día fresco te da ganas de correr rapidísimo?” preguntó Jason. “Es como si te llenara de energía, igual que la comida te llena el estómago”.

“No lo había pensado así, pero tienes razón. Ahora que lo pienso, estar activo me hace sentir bien, mientras que estar tirado en casa en un día lluvioso me cansa. Qué raro, ¿verdad?”

“Sabes, el pastor John mencionó algunas cosas en la clase de jóvenes que nos dan energía y otras que nos la quitan”, dijo Jason. “Tiene razón. Estar agradecido por lo que Dios nos ha dado, pasar tiempo leyendo la Biblia y orando . . .todas esas cosas me hacen sentir bien”.

“Claro. Pero pasar demasiado tiempo con el teléfono o viendo la televisión me cansa y me da ganas de no hacer nada”, respondió David. “Demasiada azúcar también me hace eso”.

“Hablando de comida, ¿podemos entrar a comer algo?”, preguntó Jason.

“Claro”. David se levantó de un salto y entró por la puerta trasera.

“Mamá, Jason y yo necesitamos un bocadillo. ¿Qué hay para comer?”

Mamá se retiró del fregadero donde estaba lavando los platos y sonrió. “Bueno, hay manzanas y plátanos, barras de granola, galletas. O puedes hacer sándwiches de crema de cacahuate”.

“Mmm, hay muchas opciones”, reflexionó David. “¿Qué quieres, Jason?”

“Bueno, me gustaría una galleta, pero ahora me pregunto si eso es lo que debería comer . . . considerando lo que acabamos de hablar”.

Mamá preguntó sobre esa conversación. Los niños le contaron lo que habían notado sobre qué cosas les daban energía y cuáles se las quitaban.

“La Biblia dice mucho sobre tomar decisiones sabias”, les dijo mamá. “Y no se aplica solo a las decisiones importantes, como entregarle el corazón al Señor. También debemos pedir sabiduría en las cosas pequeñas, como la comida y las actividades. Nuestros cuerpos son el templo del Señor y deben ser tratados como tal”. “Eso me recuerda el verso que memorizamos hace unas semanas”, dijo David. “Ya sabes cuál, Jason: Lucas 2:52. Dice que Jesús seguía creciendo en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y la gente. Creo que eso significa que tomó decisiones sabias, grandes y pequeñas, basándose en lo que Su Padre quería que hiciera”. “Entonces, creo que deberíamos tomar una manzana y leer los versos para nuestra próxima lección de la Escuela Sabática”, dijo Jason. David sonrió. “Eso me parece sabio”.