El sufrimiento, la pérdida, el dolor y la muerte son parte de este mundo caído. Nadie es inmune; creyentes y no creyentes los soportan por igual. Si somos honestos, los versículos bíblicos sobre el sufrimiento y las pruebas no son los que queremos aceptar.
La naturaleza humana es evitar el dolor o la incomodidad, incluso ni siquiera queremos mencionarlos. Pero la Biblia tiene mucho que decir sobre el tema del sufrimiento y cómo Dios trabaja a través de él para enseñarnos lecciones vitales.
Percepciones del sufrimiento
El año pasado experimenté una dura lección de sufrimiento de primera mano cuando mi familia se enfrentó a la temporada más difícil de nuestras vidas.
En abril de 2019, mi esposo y yo sufrimos un tercer aborto. Un par de meses después, mi amada madre se enfermó gravemente y nuestras vidas se detuvieron por completo. Le diagnosticaron una infección bacteriana y la indujeron en un coma médico durante casi cinco semanas. Al principio, los médicos nos dieron esperanza, pero a medida que pasaban las semanas, su condición empeoró. “¿Cómo? ¿Por qué?” preguntábamos una y otra vez.
Mientras estaba en el hospital, me encontré meditando en muchos versos que hablaban sobre pruebas, como estas: “Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia” (Santiago 1:2, 3). Humilde y honestamente le pregunté a Dios: “¿Cómo puedo tener sumo gozo cuando mi madre se está muriendo?” Luché con estos versos pero más tarde aprendería más sobre ellos.
Mientras tanto, vi que la Palabra de Dios no guarda silencio sobre varias pruebas en la vida. El sufrimiento puede ser causado por nuestras propias acciones, y simplemente puede ser el resultado de un mundo caído. Algún sufrimiento, como el de Job, está permitido para las pruebas. En desiringGod.org, el autor Tony Reinke cita las palabras de Tim Keller de Caminando con Dios a través del Dolor y el Sufrimiento:
A algunas personas se les da un poco de sufrimiento para castigar y corregir patrones de vida erróneos (como en el caso de Jonás que estaba en peligro por la tormenta), se da algo de sufrimiento “no para corregir errores pasados sino para prevenir futuros” (como en el caso de José vendido como esclavo), y algunos sufrimientos no tienen otro propósito más que llevar a una persona a amar a Dios más ardientemente por quien es Él y así descubrir la más grande paz y libertad.
El apóstol Pablo es un buen ejemplo de alguien que experimentó mucho dolor, pérdida y sufrimiento por un propósito mayor. Filipenses 3 está lleno de verdades sobre esto: lecciones que mi papá, mi hermana y yo descubrimos en el valle más oscuro.
Dependencia en Dios
Por lo demás, hermanos míos, regocíjense en el Señor . . . Porque nosotros somos la verdadera circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne” (Filipenses 3:1, 3).
Aunque los médicos agotaron todos los tratamientos para mi madre, fue en vano, nos sentimos impotentes y desesperados al saber que no podíamos hacer nada físicamente por ella. Sabíamos que tomaría un milagro para que ella sobreviviera y fuera restaurada.
Nosotros continuamos acercándonos a Dios. Reunimos a nuestra familia de la iglesia, oramos, ayunamos e intercedimos por nuestra madre con acción de gracias y súplicas ante el Señor día y noche.
Aprendí que cuando enfrentamos una prueba difícil, vemos las cosas más claramente. Cuando llegan noticias devastadoras, nos sentimos impotentes, sabiendo que, aparte de Dios, no podemos hacer absolutamente nada en nuestra carne para cambiar el resultado. Esos momentos de encrucijada son la oportunidad perfecta para fijar nuestros ojos completamente en un Dios soberano y todopoderoso.
También aprendí que el dolor brinda oportunidades para la perspectiva. Nuestra visión se reenfoca, y simplemente dejamos ir todo para aferrarnos completamente a Dios, incluso cuando sentimos que nos estamos ahogando. Nos está enseñando plena dependencia en Él, en todo momento. ¿Cómo puedes saber que Jesús es todo lo que necesitas hasta que Jesús es todo lo que tienes?
Conociendo a Cristo
Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. . . y conocerlo a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte (Filipenses 3:8, 10).
A través de mi experiencia, vi que el objetivo principal detrás de nuestras pruebas, sufrimiento, pena y decepción es “conocerlo”. Cristo, nuestro ejemplo perfecto, fue un hombre que sufrió muchos dolores y estaba familiarizado con el dolor, y sufrió una muerte espantosa por nosotros (Isaías 53:3). Entonces, ¿cómo podemos conocerlo completamente y experimentar Su poder?
John Piper nos ofrece una observación en su devocional “El Seminario del Sufrimiento”:
Nunca he escuchado a nadie decir: “Las lecciones realmente profundas de la vida han llegado en tiempos de tranquilidad y comodidad”. Pero he escuchado a santos fuertes decir: “Cada avance significativo que he hecho al captar las profundidades del amor de Dios y crecer profundamente con él se ha producido a través del sufrimiento”.
Vi que en nuestras pruebas, conocemos íntimamente a Cristo y la verdad de Su Palabra como nunca antes. Este conocimiento solo puede venir a través del sufrimiento. Cristo participó de la copa, y nosotros debemos hacerlo también. La pregunta es, ¿podemos confiar en Dios incluso cuando Él elige no dejar pasar esta copa?
Oh, cómo oramos todos, suplicando a Dios por nuestra madre. Estábamos desesperados.
Yo estaba suplicando como la mujer que esperaba que una migaja de pan cayera de la mesa del Maestro, o como la mujer abriéndose paso a través de la multitud anhelando tocar el borde de Su manto. Estaba de rodillas rogando: “¡Señor, ten piedad!”
Siguiendo adelante
No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:12-14).
Nuestra historia no terminó como esperábamos. Después de casi seis semanas en el hospital, mi madre durmió en el Señor. A veces, nuestro dolor era insoportable. El día de su funeral, nuestra familia estaba débil, nuestros corazones rotos en pedazos. ¿Cómo podríamos sobrellevar el día?
Nos reunimos en la casa de mi padre para leer las Escrituras. En ese momento de gran necesidad, oramos pidiendo la fortaleza de Dios, y Él la suministró fielmente. Nos consoló y caminó con nosotros durante los días difíciles que nos esperaban, y tiernamente continúa haciéndolo. Teníamos una opción: amargarnos y enojarnos con Dios por haber permitido que nuestra madre muriera, o seguir adelante y continuar confiando en Su perfecta soberanía.
Perspectiva fresca
Algunas lecciones me tomaron tiempo para aprenderlas. ¿Recuerdas cuando le pregunté a Dios sobre lo que significaba “Tener sumo gozo”? En su gracia, finalmente me enseñó que, en medio de nuestro dolor y pérdida, teníamos Su promesa: la promesa de la salvación de mi madre, la promesa de la resurrección venidera. Incluso entre lágrimas, mi corazón siente alegría porque sé que en ese gran día la volveré a ver a ella, y a mis tres bebés.
La importancia de compartir el evangelio también se hizo evidente para mí. Aunque me regocijo en las promesas de Dios, la triste realidad es que no todos tienen esa seguridad gozosa de la vida eterna. ¡Oh, que podamos ver la urgencia de compartir la esperanza que solo se encuentra en Jesucristo con un mundo que perece! ¿Cómo no podemos verlo? Todavía no entiendo completamente por qué mi madre y mis tres bebés murieron. Pero una cosa que me ha dado fuerzas para continuar es la esperanza y la gloria que nos espera:
Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada (Romanos 8:18).
Y después de que hayan sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que los llamó a Su gloria eterna en Cristo, Él mismo los perfeccionará, afirmará, fortalecerá, y establecerá (1 Pedro 5:10).
Que en nuestro dolor, enfermedad y pruebas, podamos aprender de Cristo, permitiendo que Dios nos siga moldeando conforme a la imagen de nuestro Señor y Salvador que sufrió por nosotros.
En amoroso recuerdo de mi amada madre, Margarita Lopez — hasta aquel gran día.