“¿Has notado cómo Acab se ha humillado ante mí? Por cuanto se ha humillado, no enviaré esta desgracia mientras él viva, sino que la enviaré a su familia durante el reinado de su hijo” (1 Reyes 21:29).
Hoy estoy nuevamente asombrada por la gracia de Dios para con los arrepentidos. El rey Acab tiene mi voto como el rey más malvado de toda la historia de Israel (Manasés le sigue de cerca y tiene una historia similar; ver 2 Crónicas 33).
Siguió a ídolos e hizo que la nación de Israel hiciera lo mismo. Intentó matar a todos los profetas de Dios y a cualquiera que hablara en su contra. El rey Acab incluso mandó asesinar a su vecino porque se había negado a venderle su viña.
Una y otra vez, Dios le enviaba al rey Acab señales de que sólo Él es Dios. Envió una sequía para demostrar que era Él, y no los ídolos, quien controlaba el clima. (1 Reyes 17). En un dramático enfrentamiento en el Monte Carmelo, Dios demostró Su poder sobre los ídolos haciendo llover fuego del cielo (1 Reyes 18). Y Dios le concedió al rey Acab dos victorias milagrosas en la batalla (1 Reyes 20).
Aún así, Acab no lo honró como Dios, ni le estaba agradecido. Continuó adorando y sirviendo a lo creado en lugar de al Creador. De hecho, la Escritura dice: “Nunca hubo nadie como Acab que, animado por Jezabel su esposa, se prestara para hacer lo que ofende al SEÑOR” (21:25).
Sin embargo, cuando la palabra del Señor llegó a Acab a través de Elías, prediciendo la calamidad que sobrevendría a Acab y a su casa a causa de sus pecados, sucedió lo más sorprendente: “Cuando Acab escuchó estas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y ayunó. Dormía vestido así y andaba deprimido” (v. 27).
Ante su pecado y el justo juicio de Dios, el rey Acab se humilló ante Dios, y Dios tuvo misericordia de él.
Me conmovió la respuesta de Dios ante el arrepentimiento de este rey. Aunque Dios sabía que Acab volvería a sus malos hábitos después de arrepentirse, respondió con misericordia. No se preocupe. El rey Acab no se libró del castigo por todo el mal que había hecho. Pero Dios retrasó Su juicio, porque se arrepintió.
Mire cómo el arrepentimiento conmueve el corazón de Dios. La persona más malvada del mundo hallará misericordia, si se arrepiente. ¡Eso me parece asombroso!
Quería compartir la maravillosa gracia de Dios, así que empecé a escribir un devocional. A mitad de camino recordé que ya había escrito uno sobre este tema. Revisé lo que había escrito y descubrí que incluso había citado el mismo verso. Evidentemente, cada vez que leo esta historia me asombra la inmensa gracia de Dios.
Cualquier cosa que haya hecho, no puede ser tan malo como lo que hizo el rey Acab. Así que, ¡arrepiéntase! No hay necesidad de cilicio y ceniza. Entregue su corazón a Dios. Usted también se asombrará de la sublime gracia que Dios derramará sobre usted