El Gran Intercambio

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La Guerra de 1812 entre Gran Bretaña y los Estados Unidos terminó cuando las naciones hicieron la paz en Gante, Bélgica, el 24 de diciembre de 1814. Sin embargo, las noticias viajaban lentamente a través de los océanos en esos días, y el capítulo más sangriento de la guerra — la Batalla de Nueva Orleans — tuvo lugar el 8 de enero de 1815. Aunque la guerra había terminado, muchos sufrieron y murieron porque no habían escuchado la noticia.

Hay una lección en esta historia. Este año hemos recorrido 2 Corintios 5:14-21, explorando el ministerio y el mensaje de la reconciliación. Al llegar al final de esta serie de artículos, leímos uno de los pasajes más increíbles de las Escrituras:

Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: “En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios”. Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios (vv. 20, 21).

¡Qué pensamiento! Dios nos ha enviado como embajadores para suplicar al mundo que se reconcilie con Él. Esta reconciliación es posible gracias al mejor de los intercambios en la historia. Jesucristo, perfecto y sin pecado, ha tomado nuestro pecado y nos ha dado Su justicia. Jesús se convierte en una ofrenda por el pecado; nosotros nos convertimos en la justicia de Dios.

Nunca nadie ha recibido tanto por dar tan poco. Pero, ¿cómo llegamos a escuchar esta increíble noticia?

La misión de Dios

Hoy seguimos a Cristo porque Sus primeros seguidores fueron fieles para unirse a Dios en Su misión, y desde entonces, cada generación ha sido fiel en compartir las buenas nuevas. A menudo se dice que la iglesia siempre está a una generación de la extinción. Si no somos fieles en compartir el evangelio, como lo fueron aquellos primeros creyentes, ¿cómo llegará alguien a la fe?

Estamos llamados a seguir el ejemplo de esos primeros cristianos mientras Cristo continúa cumpliendo la misión de Dios a través de Su Espíritu Santo obrando en la iglesia. En el intervalo entre la primera y la segunda venida de Cristo, estamos en misión con Dios, en misión conjunta para compartir el evangelio con todos y hacer discípulos de aquellos que creen.

El pasaje que hemos visto este año revela nuestro papel en la misión de Dios. Cristo nos envía como embajadores de regreso al reino oscuro del cual fuimos salvados. Sin embargo, a diferencia de los reinos del mundo que representan sus propios intereses en tierras extranjeras, los embajadores de Cristo representan los mejores intereses de nuestros enemigos a medida que avanzamos el reino de Dios. Esto pone de cabeza al imperialismo de la conquista mundana, demostrando la diferencia radical entre el reino de Dios y los de este mundo. El reino de Dios es un gobierno benevolente, no una tiranía humana. El reino de Dios se basa en el amor, la humildad y el servicio, derrocando los reinos de este mundo al hacer la paz, en lugar de la guerra.

Después de la cristiandad

Como hemos visto, el amor proporciona la motivación y la nueva creación la evidencia, y las palabras que decimos son el testimonio de la reconciliación. Impulsados ​​por el amor y usando nuestras palabras y acciones en acorde, podemos ofrecer el gran intercambio a un mundo que literalmente está mueriendo por reconciliarse.

Pero compartir el mensaje de la reconciliación requiere habilidad para comunicarlo en nuestra cultura cada vez más post-cristiandad. En ella, el cristianismo ya no tiene el poder cultural y la influencia que históricamente ejerció en el mundo occidental. Mientras el cristianismo crece en Asia, África y América del Sur, la catedral de la cristiandad continúa agrietándose y derrumbándose en occidente. Para los que vivimos en el occidente, una lección que podríamos aprender de los cristianos de todo el mundo en desarrollo, es la siguiente: El evangelio se difunde a través de palabras y hechos motivados por el amor y empoderados por el Espíritu, no a través del condicionamiento cultural y los programas de “evangelización” formulados que desarrollamos en una cultura de la cristiandad.

De esta manera, una cultura post cristiandad está mucho más cerca de la cultura pre cristiandad de la iglesia del Nuevo Testamento en la que los cristianos fueron excluidos y condenados al exilio en un mundo abiertamente hostil hacia Dios. Sin la influencia cultural, ¿cómo le hicieron estos primeros cristianos para revolucionar el mundo para Jesús? Al navegar por las aguas de la sociedad post-cristiandad, tenemos mucho que aprender del enfoque del Nuevo Testamento para el evangelismo .

El ejemplo dado tanto por Jesús como por la iglesia primitiva fue el compromiso de llevar el evangelio más allá de los muros de las sinagogas y edificios donde se reunía la iglesia. Limitar el encuentro de las personas con Dios a una experiencia en el entorno de una iglesia institucional es tan anticuado como exigirles que vayan a una tienda de discos para escuchar música o al teatro para ver una película. Haríamos mejor en encontrarnos con ellos donde están y personalizar el evangelismo a su contexto único. Este es un regreso a los métodos bíblicos de evangelización (1 Corintios 9:19-23).

Contando nuestras historias

En las Escrituras, la comunidad no está invitada a la iglesia; la iglesia se envía a la comunidad. Espero que siempre tengamos mucho cuidado del dicho anti-Gran Comisión, que tan a menudo se dice entre nosotros: “Tenemos la verdad, y si el mundo la quiere, ellos pueden venir a buscarla”. Esta declaración es un insulto a la gracia de Dios. Jesús nos ha mandado ir al mundo con buenas noticias. Nuestro papel en el reino de Dios no es sentarnos y esperar, ¡sino levantarnos y trabajar!

Convertirse en testigos de Cristo en un mundo posterior a la cristiandad no se trata principalmente de desarrollar un programa de evangelismo, sino de cultivar un corazón evangelístico. Bien se ha dicho que “¡Cruzar el mar no te convertirá en misionero, pero ver la cruz sí!” El enfoque basado en fórmulas de evangelismo popularizado en generaciones pasadas, es mucho menos efectivo en nuestro contexto que los testimonios simples y personales de la acción de Dios en nuestras vidas. Esto es lo que es el testimonio: un testigo que dice la verdad sobre lo que ha experimentado personalmente.

Los cristianos han experimentado la gracia y el poder de un Dios vivo en sus vidas. Contar nuestras historias será un testimonio más convincente del evangelio que memorizar una fórmula o un puñado de versos de la Biblia. Y compartir nuestras propias historias con aquellos con quienes ya hemos creado confianza y respeto será mucho más efectivo que las formas anticuadas de evangelismo de confrontación, como la predicación en las esquinas, la testificación de puerta en puerta y otras interacciones “de pasada” con extraños.

Además, el mensaje de la reconciliación debe ir acompañado del ministerio de la reconciliación. Las palabras y las acciones deben combinarse para comunicar verdaderamente el evangelio. Nuestras palabras serán tan poderosas solo como las formas en que demostramos amor por aquellos con quienes estamos hablando. Con demasiada frecuencia hemos sido culpables de predicar el evangelio sin vivir su realidad.

Desde el lugar del amor evangelístico, el mensaje de la reconciliación se puede compartir eficazmente tanto en palabra como en acción. Este es un modelo de evangelismo basado en la Biblia (Mateo 5:14-16; Romanos 12; Colosenses 4:5,6; Tito 2;1 Pedro 2:11,12). Nuestro contexto nos llama de nuevo a amar en palabra y acción al volver a entrar en un mundo en el que el cristianismo ya no dicta la cultura. Solo cuando aprendamos a hablar el idioma de nuestro contexto podremos comunicar el Evangelio de manera eficaz en ese idioma.

Dios nos ha colocado a cada uno de nosotros en un contexto único en nuestros hogares, vecindarios, comunidades, escuelas y lugares de trabajo. Así como Jesús vino al mundo y comunicó el evangelio de una manera que la gente pudiera entender, también somos enviados a comunicarnos en un idioma que ellos puedan entender.

¡Poniéndonos en marcha!

Comenzamos con una historia trágica sobre la guerra de 1812 y las vidas innecesariamente perdidas en una guerra que ya había terminado. La única razón fue la falta de comunicación. Había buenas noticias para esos soldados en Nueva Orleans, pero no las oyeron a tiempo.

Como seguidores de Cristo, se nos ha confiado la buena noticia de que se ha ganado la guerra más grande de todas. Jesús ha vencido el pecado y la muerte, comprando libertad para toda la humanidad. Él ha tomado nuestra rebelión y nuestro quebrantamiento y los ha reemplazado con vida abundante y eterna. Nos ha reconciliado con Dios. Nosotros, que éramos enemigos, ahora estamos invitados a ser Sus amigos. ¡Este es el gran intercambio!

Sin embargo, muchas personas viven sus vidas sin saber que la guerra ha terminado. Muchos sufren y mueren en batallas que nunca deberían haberse peleado. Muchos nunca han escuchado las buenas nuevas. Cuenta la historia que le preguntaron al teólogo suizo Karl Barth: “¿Cuándo fuiste salvo?” Él respondió: “33 d.C.” ¡Estas son las buenas nuevas que el mundo está deseando escuchar!

Los que tienen buenas nuevas han sido enviados. El problema radica en el hecho de que rara vez vamos, y cuando vamos, rara vez predicamos y practicamos las buenas nuevas. Mientras tanto, la batalla contra el pecado y la muerte continúa, causando innumerables bajas en una guerra que Cristo ganó en el Calvario hace dos mil años.

Espero que podamos abrazar nuestra identidad como embajadores de Cristo y llevar el ministerio y el mensaje de la reconciliación al mundo. Nuestro pecado ha sido cambiado por la justicia de Dios.

¡Compartamos este gran intercambio con todos los que nos rodean!

Israel Steinmetz
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Israel Steinmetz is dean of Academic Affairs for Artios Christian College and pastors New Hope United Church in San Antonio, TX, where he lives with his wife Anna and their eight children. In addition to teaching, Israel is a prolific writer, having co-authored four books and contributed over fifty feature articles to the Bible Advocate. Committed to lifelong learning, Israel holds a Bachelors in Pastoral Ministry, a Master of Divinity, Master of Arts in Theological Studies and is pursuing the Doctor of Ministry from Fuller Theological Seminary.